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El agua infla las fibras de celulosa que hay en el papel, que como consecuencia se distienden, aumentando el tamaño de la hoja. Cuando está mojada de manera uniforme, la hoja permanece plana. Pero al secarse, las fibras no se deshidratan todas a la misma velocidad; las más rápidas tiran de las partes aún mojadas y como resultado, el papel se comba. Para evitarlo, hay que secarlo lentamente para que unas fibras no se adelanten a otras.



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