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¿Podría la evolución dotar de manos a los caballos?

Los dedos que poseía su ancestro lejano, el Acanthostega -una especie de pez andante que vivió hace 350 millones de años-, han sido tan modificados que parece imposible la regresión. Muy probablemente, las pezuñas equinas nunca recuperarán su blandura y movilidad. Sin embargo, la evolución a veces da rodeos para adaptarse a nuevas situaciones. Es el caso de los cetáceos, descendientes de mamíferos terrestres cuyos ancestros fueron a su vez criaturas que ya vivieron en el mar. Para salir del agua, los mamíferos fortalecieron su columna vertebral. Como así les resultaba imposible nadar al estilo de sus ancestros peces, que se ondulan en sentido horizontal, los delfines y ballenas se adaptaron con éxito al movimiento ondulatorio vertical.

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