El primer videojuego de ajedrez
El ajedrez combina estrategia e inteligencia con un sentimiento de batalla y competitividad que ha saltado del tablero a las consolas.
Dicen las viejas lenguas que el ajedrez fue el regalo de un sabio consejero de la India a su señor, el cual disfrutaba con la estrategia militar y dedicaba sus vidas al combate. Para saciar esa pasión por la batalla, inventó un juego de mesa que sirviera como simulador de un enfrentamiento armado. Históricamente, se cree que el ajedrez es una variante del chaturanga, un juego originario de la India del que también derivan otros como el janggi. En cualquier caso, el ajedrez es un pasatiempo que nos acompaña desde hace mucho (mucho) tiempo y en muchas formas. Tal es su popularidad y lo adictivo de su funcionamiento que triunfa incluso en el mundo de los videojuegos.
Y es que se puede decir que resulta relativamente sencillo trasladar un juego como el ajedrez al mundo de la programación y el desarrollo de videojuegos. El tablero y las piezas ofrecen numerosas opciones de personalización en cuanto a los gráficos, desde lo más sencillito que se pueda imaginar hasta auténticas obras de arte, y puede adaptarse para jugar contra la máquina u otros jugadores, ya sea de forma local u online. Cada partida resulta distinta porque en cada una es el jugador el que tendrá que decidir cómo atacar, defenderse o cuántos pasos es capaz de anticiparse a su rival.
El primero…
Pero, ¿y si dijéramos que los videojuegos de ajedrez precedieron incluso a las propias videoconsolas? Pues no estaríamos yendo demasiado desencaminados ya que fue en 1912 cuando el ingeniero español Leonardo Torres Quevedo creó El Ajedrecista, el primer autómata que funcionaba sin ningún tipo de interacción humana y cuyo fin era, en exclusiva, jugar al ajedrez. Técnicamente estamos hablando del primer juego de ordenador de la historia y, casualidades de la vida, este autómata se creó el mismo año que nació Alan Turing. Cuando se mostró al público en 1914 durante la Feria de París, se convirtió en el centro de todas las miradas.
El Ajedrecista jugaba la partida a través de electroimanes, sensores y un brazo mecánico que le permitían determinar dónde estaban las piezas de su rival y mover las suyas propias. Aunque solo era capaz de jugar un final de rey y torre contra el rey rival era imbatible, ya que su sencillo algoritmo le permitía analizar la posición de las piezas para vencer en el mínimo número de movimientos y con un máximo de 63. En ese momento se escuchaba un metálico “¡Jaque mate!” que salía de este predecesor de la inteligencia artificial. En 1920 Torres Quevedo completó una segunda versión más sofisticada e igual de efectiva.

El Ajedrecista
… pero no el último
Mucho ha llovido desde esas primeras victorias del Ajedrecista pero el ajedrez siempre ha estado ligado al mundo de la tecnología. Más que mítico es el triunfo de Deep Blue sobre Gary Kaspárov en 1996 pero eso es hablar de primera división. El resto de mortales que no somos Kaspárov debemos hacer frente a la inteligencia artificial en nuestros propios dispositivos y en formatos muy variados.
Junto al Buscaminas, el ajedrez es uno de los juegos que más abundaban entre los ordenadores de los tardíos 80 y 90 y es una opción más que aceptable para matar esos ratos de aburrimiento en transportes públicos o salas de espera a través de los smartphone. Los videojuegos basados en este pasatiempo han dado lugar a numerosas variantes entre las que se pueden destacar aquellos que incluyen cinemáticas de combate en los movimientos o cuando una pieza se come a otra. También se puede mencionar el caso de Chess 2, un título de 2014 en el que el desarrollador David Sirlin incluyó cinco ejércitos extra con distintas propiedades y objetivos que el original.
De hecho, el ajedrez ha influido tanto en el mundo de los videojuegos que ha creado un género propio y una variante: el Auto Chess y el Auto Battler. El primero coge el tablero y la distribución de tropas del ajedrez y le añade el encanto de una lucha de gladiadores mediante combates automáticos entre las piezas que son los que realmente deciden qué piezas caen. El segundo se acerca todavía más a una batalla real al eliminar las restricciones de un tablero y basarse en la elección de distintos tipos de tropas y formaciones que el jugador coloca como prefiere para, después, ver correr a sus soldados hacia una muerte segura o una victoria gloriosa.
Ya sea con el tacto de las piezas entre los dedos y el sonido del choque en los tableros o a base de clicks y de pulsar botones, el ajedrez es un juego que sigue acumulando jaque mates.