La flexibilidad laboral también combate el cambio climático
Además de facilitar el equilibrio entre la vida laboral y personal, la implantación del trabajo en remoto y de otras medidas de flexibilidad supone una importante reducción en las emisiones de gases con efecto invernadero.
Lo saben bien quienes viven en grandes ciudades: en los días laborables y a las horas punta, los principales accesos a las urbes se encuentran colapsados y el atasco diario es el pan de cada día. Muchas de las personas que acuden a sus oficinas cada mañana a la misma hora podrían desempeñar perfectamente su trabajo desde su casa: basta tener una buena conexión a internet y un ordenador en condiciones.
Además, al no perder ese valioso tiempo empleado en desplazarse al trabajo, estos trabajadores podrían organizarse mejor para compatibilizar las obligaciones laborales con las familiares – esa tan nombrada conciliación-. Seguramente, el descenso en el nivel de estrés producido después de acudir corriendo a la oficina después de dejar a los niños al vuelo en la puerta del colegio, y con la sensación de llegar tarde a todas partes, repercutirá en una mayor satisfacción personal y, sí, en una mayor productividad.
Menos desplazamientos, menos emisiones
Al elenco de ventajas que tiene el aumento de la flexibilidad horaria o la reducción de las jornadas laborales, también se une una muy valiosa y que, hasta hace poco, pasaba desapercibida: la reducción de emisiones de gases con efecto invernadero. No hay más que pensar en el panorama que ofrecen las carreteras de acceso a las ciudades de lunes a viernes y compararlo con lo que sucede los fines de semana. Evitar esos desplazamientos masivos, así como el extra de autobuses y medios de transporte públicos en los casos de las ciudades con planes de movilidad que los fomentan, es también una preciosa aportación en la lucha contra el cambio climático. Por este motivo, algunos políticos ya empiezan, incluso, a usar este reclamo en sus programas de gobierno.
Según la segunda edición del Libro Blanco 'Más allá del Teletrabajo: Una nueva forma flexible de trabajar', publicado por la Fundación Másfamilia en colaboración con otras entidades, los principales beneficios ambientales del trabajo en remoto son la reducción de la huella de carbono y de la contaminación del aire. Según los cálculos realizados por los autores en base a la Encuesta de Movilidad en Día Laboral realizada en Barcelona en 2017, un acceso al teletrabajo durante dos días a la semana y en el 40% de la población susceptible de trabajar (pues se entiende que no en todos los puestos de trabajo es viable esta opción), se evitaría la emisión de más de 300.000 toneladas de dióxido de carbono al año. Paralelamente a la reducción de emisión de gases con efecto invernadero, otros aspectos como la contaminación por ruido también mejorarían bastante la vida en las ciudades.

trabajo flexible
Otros beneficios
Además, las repercusiones ambientales del trabajo en remoto y de la flexibilidad de horarios van mucho más allá de la reducción en los desplazamientos: por ejemplo, pensemos en el espacio que se ahorran las empresas (uso del suelo): menos puestos de trabajo que deben ser iluminados, salas de reuniones y comedores más pequeñas, etc. Sin embargo, y como bien señala el informe, estos efectos son difíciles de cuantificar, ya que el trabajo en remoto puede a su vez incrementar estos consumos en el hogar con diferentes eficiencias en los mismos.
El trabajo también señala otros beneficios más indirectos, por ejemplo en el consumo de recursos y la generación de residuos. Algunos estudios indican que, en los centros de trabajo, el derroche de energía y otros recursos materiales es mayor porque el pago del recibo de la luz no es responsabilidad del trabajador, algo que sí sucede en el propio hogar.
Hay que pensar también en el consumo de productos envasados en formato más pequeño para su consumo fuera del hogar, por ejemplo no es lo mismo tener un tetra-brick de zumo de un litro en la nevera de casa que llevar uno de menos volumen para tomar en el trabajo.
Trabajar menos horas
Como recuerda Will Stronge, fundador del laboratorio de ideas británico Autonomy, en una columna publicada en el periódico The Guardian el pasado septiembre, Keynes predijo que para 2030 las jornadas laborales serían de unas 15 horas semanales. El economista argumentaba que, puesto que las tecnologías iban a ser cada vez más eficientes y productivas, el tiempo de trabajo necesario sería mucho menor, y además habría abundancia para todos.
Aunque por desgracia esta profecía parece lejos de cumplirse, en muchos foros se defiende esta idea en aras de un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal. Y ahí entra de nuevo el problema del cambio climático: la realidad es que no podemos seguir permitiéndonos este ritmo de emisión de gases, y cualquier recorte en emisiones es, por tanto, bienvenido.
El citado laboratorio de ideas, en colaboración con un investigador del Institute for Technology Assessment and Systems Analysis (Alemania) ha publicado un informe cuyo título en castellano viene a ser: “Los límites ecológicos del trabajo: emisiones, objetivos de carbono y tiempo de trabajo”. Los resultados indican que, atendiendo a los niveles actuales de emisiones, los empleados alemanes deberían trabajar tan solo seis horas a la semana para cumplir con el objetivo de no superar el aumento de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales. En el caso del Reino Unido y según estos parámetros, la jornada laboral debería ser de nueve horas semanales, y la de Suecia sería de doce horas.
En todo caso, los autores del trabajo recuerdan que, para ser efectiva, esta medida no se puede tomar de forma aislada, sino que “debe complementarse con otras políticas que faciliten una transformación económica radical, por ejemplo, para facilitar una transición desde los empleos en sectores como la manufactura y la extracción de combustibles fósiles hacia el empleo en profesiones de servicio y empleos verdes ".