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Rubens, un ‘loco’ de la astronomía

Incluyó en su obra homenajes a la observación del cielo de Galileo.

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Entre 1577 y 1640 vivió uno de los artistas más prolíficos y exitosos de la época, de quien el Museo del Prado guarda la mayor y una de las más importantes colecciones.
La obra de Pedro Pablo Rubens es muy abundante, no solo en número de obras, sino también en temática. Mitología, historia, naturalismo… eran frecuentes en sus cuadros. Destacó especialmente su interés por la Antigüedad, y cómo supo plasmar a estos personajes del mundo antiguo a los ojos de sus contemporáneos fue probablemente uno de los principales ingredientes de su éxito.
Pero Rubens también sentía admiración hacia otros genios más modernos. Coexistió con el célebre Galileo, explorador de los cielos (solo dos años les separan a ambos en la fecha de sus muertes) y en algunas de sus obras incluyó algunas referencias en homenaje a los descubrimientos del astrónomo. Era una época en la que los cimientos de la cultura europea comenzaban a ponerse en duda, dando paso a la revolución científica. A continuación, veamos dos ejemplos de esta faceta, quizás algo más desconocida, de Rubens.

El nacimiento de la Vía Láctea

Este lienzo bebe de Poeticon Astronomicon de Higinio, obra en la que se narra el nacimiento de la Vía Láctea, que da nombre al cuadro. La diosa Juno (equivalente a Hera en la mitología griega) amamanta a un niño en el momento de la creación de la Vía Láctea, convirtiendo a todo aquel que la tomara en inmortal. Este niño podría ser, o bien Hércules (hijo del dios Júpiter y la mortal Alemea), o bien Mercurio (hijo de Júpiter y la ninfa Maia), y fue colocado allí con tal fin.
En cualquier caso, en la obra de Higinio se narra cómo Juno, al sentirse engañada por Júpiter, lanza al niño lejos, y su leche se derrama. No obstante, lo que vemos en el lienzo es que el bebé no es arrojado, sino que únicamente es la leche la que sale disparada, por lo que puede tratarse de una reinterpretación del artista.
Esta obra, que a priori tiene una temática mitológica, y no científica, esconde en su cielo estrellado algunos cuerpos celestes de nuestra galaxia que fueron plasmados en honor a Galileo, que el astrónomo observó y que, hasta el momento, habían pasado inadvertidos.

Saturno devorando a un hijo

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Saturno devorando a un hijo

Es uno de los cuadros más brutales cuya temática está basada los Fastos de Ovidio, en el libro IV, como así también lo haría más tarde Goya en una de sus pinturas negras. En la obra, Saturno (Cronos en la mitología griega), que había sido informado por el Oráculo de que su reino le sería arrebatado por un hijo varón, decidió que se criaran solo las hijas, mientras que él mismo se comería a los hijos que nacieran para evitar tal destino.
No pasan esta vez inadvertidas las tres luces celestes que acompañan al cuadro en la parte superior; luceros que representan los reflejos que observó Galileo la primera vez que avistó Saturno (junto a sus anillos y lunas).
La representación de las pasiones de los dioses, especialmente en momentos de intensa acción dramática, era habitual en las obras de Rubens quien, como vemos, dejó sutiles homenajes al conocimiento científico y astronómico en sus obras.

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