Hace cien años... robo en el Museo del Prado
A lo largo de su historia, el museo ha sufrido el acecho de los ladrones de obras de arte.

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El Museo Nacional del Prado, desde que fue inaugurado en 1819, conserva y expone multitud de obras vinculadas a la historia de España. Como fabulosas obras de valor universal, los ladrones de arte han puesto sus ojos en ellas en varias y destacadas ocasiones.
No podemos obviar que el robo de arte siempre ha sido un gran negocio. A diferencia de otro tipo de robos, los que se realizan a un museo son lo más parecido a un atraco a un banco. Se necesita una planificación cuidadosa, un conocimiento de cómo funciona el museo en particular -en este caso el Museo Nacional del Prado- y una red de conspiradores para ocultar y vender el arte robado en el mercado negro.
A pesar de que la mayoría de los museos tienen seguridad 24 horas al día, 365 días al año, el robo de museos continúa ocurriendo. Algunos robos de arte se resolvieron rápidamente como el robo de "El grito" de Edward Munch. Otros, como el famoso robo en el Museo Isabella Stewart Gardner siguen siendo un misterio sin resolver. El Museo del Prado también ha sido víctima. Hoy recordamos el único y más famoso:
El 20 de septiembre de 1918 el que fuera director del Museo del Prado, José Villegas, presenta la denuncia por parte del subdirector, José Garnelo acerca de que una de las tres vitrinas que guardan el Tesoro del Delfín había sido abierta. El tesoro del Delfín lo conforman 120 piezas de los siglos XVI y XVII, que pertenecieron al Gran Delfín Luís, hijo de Luís XIV de Francia y padre del rey Felipe V de España. Se trata de unos vasos hermosísimos, realizados total o parcialmente con piedras naturales, ornamentados con metales preciosos, a veces enriquecidos con esmaltes y piedras preciosas. Tras su muerte, el Tesoro llegó a España como herencia del primer monarca español de la casa Borbón. Tras la revisión, se dan cuenta de que, ciertamente, faltan varias piezas. Se ordena el cierre del museo y el análisis de las huellas dactilares impresas en la vitrina, algo poco útil inicialmente, pues estaba claro que el robo había sido cometido tiempo atrás. El ladrón había operado con tranquilidad, permitiéndose incluso reordenar el interior de la vitrina para simular la falta de objetos. La prensa no tardó en hacerse eco del suceso.
Días después llega al buque insignia de la cultura española un paquete anónimo con una de las arandelas pertenecientes al tesoro robado. La policía detiene a Pablo Baillard y, al día siguiente, un anticuario de la calle San Bernardo se presenta en los juzgados con dos jóvenes acompañados de varias de esmeraldas y camafeos del Tesoro de orfebrería del Delfín. Siguiendo el rastro, la policía dio finalmente con Rafael Coba, funcionario del Museo del Prado. No lograron atraparle hasta el mes de octubre. Confesó rápidamente el crimen pero no como perpetrador directo sino como intermediario en la venta de las piezas. Subdirector y director del museo fueron sustituidos por Aureliano de Beruete y Moret y Álvarez de Sotomayor.
En los medios de comunicación se publicaron gran cantidad de artículos que ponían en evidencia las medidas de seguridad, destapando, además, otros escándalos como que el director y el subdirector contaban con sus talleres de pintura particulares en el interior del mismísimo museo.
En el robo se perdieron un total de 11 piezas mas el deterioro de treinta y cinco piezas de un conjunto que fue concebido por Luis XIV como tesoro dinástico, y abrió también un debate acerca de la necesidad de mayores medidas de seguridad para con el arte.