Epigenética: el ADN no es una condena
Hace diez años, la secuenciación completa del genoma humano constituyó un avance crucial para comprender el funcionamiento de nuestro cuerpo. Pero el ADN no es un destino inexorable: el entorno y los hábitos alteran el funcionamiento de los genes a lo largo de la vida. Y eso es precisamente lo que estudia la epigenética, una rama científica en pleno auge cuyo objetivo principal radica en localizar los interruptores externos que activan las enfermedades. Porque el ambiente, la dieta, el ejercicio o las relaciones sociales pueden reescribir, para bien o para mal, las instrucciones genéticas que heredamos.
La periodista A. M. se vanagloria de su atracción por las emociones fuertes, mientras que a su hermana J. M., gerente de un prestigioso despacho de abogados, todo le aterra. La primera ha pasado su vida de guerra en guerra, a cual más peligrosa, y no ha tenido hijos. La letrada contrajo matrimonio con un colega, formó una familia y solo ha viajado una vez fuera de su país. Lo sorprendente es que estas dos mujeres son gemelas, o sea, que comparten el mismo ADN. Para el investigador Zachary Kaminsky y sus colegas de la Universidad de Toronto, en Canadá, constituyen la mejor prueba viviente de que los genes “no dictan ni nuestra personalidad ni nuestro destino”, tal y como concluían al exponer el caso en la revista Twin Research and Human Genetics.
Hace diez años, la secuenciación completa del genoma humano constituyó un avance crucial para comprender el funcionamiento de nuestro cuerpo. Pero el ADN no es un destino inexorable: el entorno y los hábitos alteran el funcionamiento de los genes a lo largo de la vida. Y eso es precisamente lo que estudia la epigenética, una rama científica en pleno auge cuyo objetivo principal radica en localizar los interruptores externos que activan las enfermedades. Porque el ambiente, la dieta, el ejercicio o las relaciones sociales pueden reescribir, para bien o para mal, las instrucciones genéticas que heredamos.
Más información sobre el tema en el reportaje Lo que no está escrito en los genes, en el número 388 de Muy Interesante, escrito por Elena Sanz.
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