'Futurama': la preferida de los científicos
Futurama no hace humor con el futuro más de lo que Los Picapiedra lo hacían con la prehistoria. Groening continuó riéndose de la sociedad actual, y haciéndonos reír con él, pintándonos un siglo XXX en el que, en efecto, abundaban las naves espaciales, los robots, los alienígenas y los mutantes, pero donde, después de todo, las cosas no habían cambiado tanto.
Cuando, en 1989, Matt Groening dio vida a la familia Simpson, ni él mismo podía pensar que estaba haciendo historia de la televisión. El éxito en todo el mundo fue tan descomunal que cuando, años después, anunció una nueva serie animada para adultos despertó una expectación nunca vista. El resultado fue Futurama, que, al estar situada en el año 2999, prometía satirizar la sociedad futura del mismo modo en que la familia de Springfield satirizaba la actual.
Obviamente, no había nada de eso. Futurama no hace humor con el futuro más de lo que Los Picapiedra lo hacían con la prehistoria. Groening continuó riéndose de la sociedad actual, y haciéndonos reír con él, pintándonos un siglo XXX en el que, en efecto, abundaban las naves espaciales, los robots, los alienígenas y los mutantes, pero donde, después de todo, las cosas no habían cambiado tanto. Así lo pudo comprobar el personaje de Philip J. Fry, un joven repartidor de pizzas en la Nueva York de 1999 que es crionizado por accidente y revivido mil años después. Como tampoco tenía mucho que hacer antes, no le cuesta demasiado adaptarse a nuevo mundo, en el que trabaja para la empresa de reparto Planet Express, creada por su sobrino, el profesor Hubert J. Fansworth, de 160 años de edad. Entre sus compañeros está Leela, una hermosa mutante de un solo ojo, que pilota la nave; el doctor John A. Zoiberg, con pinta de langosta, que es el médico de la empresa; y el incomparable Bender, un robot egoísta, borde, borrachín y, en general, bastante poco fiable.
Estos personajes, y muchos más, deambulan por un universo en el que Groening y sus guionistas juegan con la posible evolución de temas candentes en la actualidad, como el cambio climático, los videojuegos, la inteligencia artificial, la robótica –que se ha desarrollado hasta tener su Iglesia de la Robotología– o la burocracia, pero combinándolos con todos los recursos que la ciencia ficción tiene que ofrecer: las paradojas temporales y espaciales, el desarrollo de lenguajes alienígenas, el determinismo del porvenir y hasta, en el famoso episodio El prisionero de Brenda , la creación de un teorema matemático propio como única manera de resolver el conflicto plantea do por una máquina intercambiadora de mentes. Esto fue posible gracias al talento del guionista Ken Keeler, graduado en matemáticas, además de escritor. David X. Cohen, cocreador de la serie, tiene también una notable formación en física, informática y matemáticas, que ha dado pie al argumento de muchos episodios. No es de extrañar que muchos científicos sean fans de Futurama , ya que aprecian el talento y la preparación que se esconden detrás de muchos chistes.
A diferencia de Los Simpson, que siguen después de 32 años, Futurama fue cancelada por la Fox en su quinta temporada, y recuperada en 2009 por Comedy Central, que produjo cinco temporadas más, a las que hay que sumar los dos largometrajes creados en 2008. Siempre queda la esperanza de una posible resurrección, pero los 140 episodios disponibles siguen siendo un auténtico festín de humor e inteligencia. Y Groening no lo tuvo fácil: siempre ha dicho que, a pesar del éxito de Los Simpson, le costó un esfuerzo ímprobo conseguir el visto bueno de la Fox, y que este ha sido siempre su proyecto más personal. Si Futurama ha concluido, quizá no sea tanto por falta de interés de su creador como por el miedo a caer en una repetición de tramas e ideas.