Chicos y chicas
Hay quienes acusan al Diccionario, con razón, de no dar un trato igualitario a hombres y mujeres, y de resistirse a nombrar, en femenino, muchas profesiones que desde hace tiempo realizan las féminas de forma habitual. De hecho, y según cuenta Leonardo Gómez Torrego en su Nuevo manual de español correcto, no fue hasta 1984 cuando empezó a incorporarse al Diccionario la forma femenina -terminación en "a"? para determinados cargos, profesiones o títulos, hecho que se generalizó en la edición de 1992. Desde entonces es correcto decir médica, arquitecta, ministra o notaria. Sin embargo, a partir de 2001 y para evitar connotaciones irónicas del femenino en determinados ámbitos, la Academia decidió admitir también el uso de la forma en masculino para designar el femenino, es decir, que volvía a ser correcto decir "Julia es médico" o "Ana, arquitecto". A estas alturas, expertos -y expertas- coinciden en recomendar siempre el uso del femenino cuando la profesión la ejerza una mujer, para que las connotaciones negativas desapa rezcan por mero hábito. De modo que a partir de hoy: vicepresidenta, cancillera, fontanera, filósofa, música, soldada o árbitra.
Sin embargo, a partir de 2001 y para evitar connotaciones irónicas del femenino en determinados ámbitos, la Academia decidió admitir también el uso de la forma en masculino para designar el femenino, es decir, que volvía a ser correcto decir ?Julia es médico? o ?Ana, arquitecto?. A estas alturas, expertos ?y expertas? coinciden en recomendar siempre el uso del femenino cuando la profesión la ejerza una mujer, para que las connotaciones negativas desapa rezcan por mero hábito. De modo que a partir de hoy: vicepresidenta, cancillera, fontanera, filósofa, música, soldada o árbitra.