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Frases con nombre propio

"La suerte está echada", gritó Julio César a sus legionarios tras cruzar el Rubicón. "Más madera, es la guerra", pedía Groucho Marx en la película Los hermanos Marx en el Oeste, mientras echaba a la caldera de la locomotora los trozos de los vagones que arrastraba el tren. La historia tanto reciente como antigua está llena de grandes frases y sentencias afortunadas que han pasado al acervo popular sin que en muchos casos se recuerde a su autor. El periodista Mariano González-Arnao recogió muchas de ellas en su libro Quién lo dijo, donde explica cómo y cuándo se pronunciaron. "Más cornás da el hambre", por ejemplo, fue lo que respondió el torero El Espartero en una entrevista en la que el periodista elogiaba su valor ante el toro. "España y yo somos así señora" es la frase que pronuncia un personaje en la obra En Flandes se ha puesto el sol, de Eduardo Marquina, y "Sangre, sudor y lágrimas" fue lo que prometió Winston Churchill al pueblo británico cuando llegó al Gobierno en 1940 para combatir a Hitler en la II Guerra Mundial. El premier inglés tenía buena mano para las sentencias históricas: "Nunca tantos debieron tanto a tan pocos" es también suya, y se refería al papel de los pilotos de la RAF durante la batalla de Inglaterra. Y después de la guerra declaró que "un telón de acero había caído sobre Europa", aludiendo al control soviético sobre los países del este. Hay muchas más. "Es preferible morir de pie que vivir de rodillas" dijo Dolores Ibarruri, la Pasionaria, en uno de sus discursos; "Luz y taquígrafos" pidió Antonio Maura en una sesión del Congreso; "Francamente, querida, me importa un bledo" era lo que decía Clark Gable en Lo que el viento se llevó. Una de mis favoritas es la del periodista Henry Morton Stanley ?"Doctor Livinsgton, supongo"?, al encontrarse, tras un año de búsqueda por toda África, con el famoso médico y explorador cerca del lago Victoria, rodeado por casi un centenar de hombres de color. Y una medio apócrifa pero que todo el mundo da por cierta es "Elemental, querido Watson", atribuida al famoso detec tive Sherlock Holmes para dirigirse a su fiel ayudante. Realmente jamás aparece escrita en los libros de Conan Doyle, su creador; procede de las películas sobre el personaje.

"La suerte está echada", gritó Julio César a sus legionarios tras cruzar el Rubicón. ?Más madera, es la guerra?, pedía Groucho Marx en la película Los hermanos Marx en el Oeste, mientras echaba a la caldera de la locomotora los trozos de los vagones que arrastraba el tren. La historia tanto reciente como antigua está llena de grandes frases y sentencias afortunadas que han pasado al acervo popular sin que en muchos casos se recuerde a su autor.

El periodista Mariano González-Arnao recogió muchas de ellas en su libro Quién lo dijo, donde explica cómo y cuándo se pronunciaron. ?Más cornás da el hambre?, por ejemplo, fue lo que respondió el torero El Espartero en una entrevista en la que el periodista elogiaba su valor ante el toro. ?España y yo somos así señora? es la frase que pronuncia un personaje en la obra En Flandes se ha puesto el sol, de Eduardo Marquina, y ?Sangre, sudor y lágrimas? fue lo que prometió Winston Churchill al pueblo británico cuando llegó al Gobierno en 1940 para combatir a Hitler en la II Guerra Mundial. El premier inglés tenía buena mano para las sentencias históricas: ?Nunca tantos debieron tanto a tan pocos? es también suya, y se refería al papel de los pilotos de la RAF durante la batalla de Inglaterra. Y después de la guerra declaró que ?un telón de acero había caído sobre Europa?, aludiendo al control soviético sobre los países del este.

Hay muchas más. ?Es preferible morir de pie que vivir de rodillas? dijo Dolores Ibarruri, la Pasionaria, en uno de sus discursos; ?Luz y taquígrafos? pidió Antonio Maura en una sesión del Congreso; ?Francamente, querida, me importa un bledo? era lo que decía Clark Gable en Lo que el viento se llevó.

Una de mis favoritas es la del periodista Henry Morton Stanley ??Doctor Livinsgton, supongo??, al encontrarse, tras un año de búsqueda por toda África, con el famoso médico y explorador cerca del lago Victoria, rodeado por casi un centenar de hombres de color. Y una medio apócrifa pero que todo el mundo da por cierta es ?Elemental, querido Watson?, atribuida al famoso detec tive Sherlock Holmes para dirigirse a su fiel ayudante. Realmente jamás aparece escrita en los libros de Conan Doyle, su creador; procede de las películas sobre el personaje.

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