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Desde la Antigüedad, las comunidades judías tendieron a aislarse libremente en el interior de las ciudades, para preservar sus usos y costumbres. Pero con el triunfo del cristianismo, la segregación fue obligada y los judíos se vieron obligados a vivir en barrios que recibieron nombres especiales en diferentes ciudades. Éste fue el caso de las juderías en la España medieval y el de los Judengassen de la Alemania de finales del Medievo.

En el siglo XV se produjo una masiva diáspora judía que tuvo como principal punto de destino Italia. En 1516, las autoridades de Venecia relegaron a los judíos a vivir en la parte más degradada de la ciudad, que se conocía como borghetto, que en italiano significa pequeño barrio. De aquí proviene el término ghetto o gueto. Esta palabra, cargada de oprobio, se aplicó en lo sucesivo a todos los barrios del mismo tipo, unas poblaciones cercadas por muros en las que, a falta de espacio, las casas altas y malsanas se amontonaban en callejuelas. Hoy, el vocablo gueto se usa para referirse a cualquier tipo de segregación.

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