A hacer gárgaras
Siempre provoca una secreta curiosidad el origen último de las palabras, saber quién llamó por primera vez gato a un gato, o barco a un barco y por qué.
Siempre provoca una secreta curiosidad el origen último de las palabras, saber quién llamó por primera vez gato a un gato, o barco a un barco y por qué. Hay decenas de teorías sobre esta cuestión, pero a poco que nos fijemos descubriremos que un buen número de los términos que usamos imitan el sonido de aquello a lo que se refieren: el tableteo de las ametralladoras, el zumbido de las abejas, el chapoteo de las botas no son sino transcripciones fonéticas, más o menos afortunadas, de las acciones que definen.
La imitación o recreación de un sonido se llama onomatopeya. Muchas de las palabras de uso común han sido formadas así: bombo, carcajada, crujir, cuchicheo, chirrido, retumbar, susurro o trueno, entre otros, conservan el eco de su sonido originario. Multitud de voces de animales son onomatopeyas. Croar, es obvio, viene del sonido que producen las ranas, igual que maullido viene de "miau" y cacareo del peculiar "cok-cok-cok" de las gallinas.
En otros casos, el origen sonoro es aún más obvio, como el tictac de un reloj, el dingdong de las campanas o el piar de los pájaros -por el pío, pío de los pollos-. En cambio hay otras onomatopeyas de carácter visual; así, por ejemplo, se dice correr en zig-zag o balancearse, de balanza.
Las onomatopeyas existen en todos los idiomas, desde el inglés to ring, llamar por teléfono, o to clap, aplaudir, hasta el francés coq, gallo, que tiene que ver con su canto. Pero algunas han trascendido fronteras y se repiten casi idénticas en todas las lenguas. Por ejemplo, gárgaras es gargle en inglés, gargarisme en francés, gargarejo en portugués, gargarismo en italiano, y Gurgein en alemán.
Jesús Marchamalo