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El peligroso fenómeno del aquaplaning consiste en la pérdida gradual de contacto entre el neumático y la superficie de la calzada, provocada por la entrada de una delgada capa de agua, de espesor superior a medio milímetro, entre ambos. Al incrementar la velocidad del vehículo, el agua no puede ser desalojada velozmente por el frente del neumático hacia el exterior de su huella, ni expulsada por las acanaladuras del dibujo del mismo, por lo que la presión sobre su base comienza a aumentar. Si el agua no es desalojada hacia el exterior de la huella, se introduce entonces entre el neumático y la calzada, levantando literalmente la rueda. Así, el aquaplaning comprende tres estadíos. En un primer momento, la presión del agua se incrementa al aumentar la velocidad. Después, parte del agua es desalojada hacia el exterior de la huella y parte es conducida por las acanaladuras del dibujo del neumático. Finalmente, cuando el valor de la presión sobre la lámina de agua no desalojada ni conducida es superior al valor del peso sobre la rueda, el neumático se despega de la carretera. Las consecuencias directas de este fenómeno son, de un lado el aumento considerable de la distancia de frenado, y de otro, la pérdida de dirección del vehículo. Intentar corregir el aquaplaning se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los fabricantes de neumáticos

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