Desnudos por una causa
Manifestarse desnudos por cuestiones políticas o ecológicas es un fenómeno social. ¿Qué hay tras esta llamativa manera de hacerse oír?
El gesto del entonces Ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón no podía ser más circunspecto en la sesión parlamentaria del 9 de octubre de 2013 cuando, mientras defendía sus restricciones a la ley del aborto, irrumpieron desde las gradas del público las voces de tres activistas de FEMEN que sobre sus pechos descubiertos llevaban escrita la frase “Aborto es sagrado”. No era la primera vez que el desnudo hacía de soporte de una protesta en España y, aún menos, en el mundo. Muchos años antes, ya se había usado como arma de provocación. ¿Qué no sentirían los parisinos decimonónicos cuando, en 1871, vieron desfilar por las calles a cientos de mujeres de Montmartre con los pechos desnudos camino del palacio de Versalles, donde acabarían confraternizando con los guardias? Luego, llegaron los jipis y otros movimientos alternativos de los 60 y 70 que defendían el retorno a lo natural y el rechazo a los convencionalismos. En 1969, trescientas personas en pelotas en una playa danesa consiguieron que saliesen adelante algunas reformas sociales, y también el nudismo playero. Pero fue más sonado cuando, en 1980, mujeres con los senos al aire se manifestaron en Ziguinchor (Senegal) contra la rigidez escolar a que eran sometidos sus hijos. Y consiguieron que sus demandas fuesen atendidas. Desde entonces, esta moda no ha dejado de crecer. En junio de 2016, la académica de Cambridge Victoria Bateman se paseó como había llegado al mundo durante un mitin en denuncia del Brexit. En 2017, cien mujeres argentinas en cueros pidieron medidas contra la violencia machista frente a la Casa Rosada de Buenos Aires.
El nudismo reivindicativo se ha extendido a muchos ámbitos. Vincent Bethel, el activista que en 1999 lanzó en Londres la campaña The Freedom To Be Yourself (‘La libertad de ser tú mismo’) fue la primera persona que compareció en pelotas durante un juicio por escándalo público en el Reino Unido. Finalmente fue absuelto. También se ha desvestido el museo Tate Modern de Londres, que en 2011, en el aniversario de la explosión de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon en el golfo de México, presentó un montaje con un cuerpo desnudo sobre el que se arrojaba un líquido negro y espeso. Y es que la protesta nudista es una herramienta recurrente en las causas relacionadas con la ecología y los animales. Un ejemplo son los actos de la organización People for the Ethical Treatment of Animals (PETA), fundada en 1980 en Virginia. Sus protestas cuentan con algunas citas obligadas, como la que hacen durante los Sanfermines en Pamplona. También son habituales las acciones de Lettuce Ladies (‘Damas de la lechuga’), que posan solo vestidas con hojas de esta hortaliza en áreas comerciales, para promocionar la comida vegetariana como la más humana. Aunque su tema más abordado es la lucha contra el uso de tejidos animales, iniciativa que contó con el apoyo de Naomi Campbell y otras modelos que posaron sin ropa y con un mensaje escrito: “Mejor ir desnudos que llevar pieles”.
Algunos grupos ecologistas argumentan que la vulnerabilidad de los cuerpos desnudos expresa muy bien el precario equilibrio y la fragilidad de la naturaleza. Eso motivó a seiscientos miembros de Greenpeace a retratarse sin ropa en un glaciar de los Alpes en 2007, y a emprender acciones similares en otros escenarios naturales. El nudismo también puede ser la manera más radical de mostrar que se está comprometido a tope, sin autocensuras ni cortapisas: “Cuando mostramos nuestro cuerpo se crea una tensión; supone llevar la contraria a la sociedad patriarcal”, dice Lara Alcázar, directora de FEMEN España. Para Gary, “lo que hace a los viandantes reaccionar intensamente cuando ven a mujeres con el pecho descubierto en la calle es su complejo de culpa judeocristiano”.