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¿Cómo aguantan las plantas la época de sequía?

Frente a la sequía veraniega del mediterráneo, las plantas desarrollan diferentes estrategias para sobrevivir.

Un equipo de investigadores ha analizado la relación entre las adaptaciones a la escasez de agua y determinadas características de cada especie como el grosor y la densidad de hojas, tallos y raíces.

El clima mediterráneo se caracteriza por sus veranos muy secos y, generalmente, con altas temperaturas. Aunque estas condiciones no son desfavorables para la especie humana, las plantas que viven en estas regiones no lo tienen tan fácil y se las deben ingeniar para lidiar con la sequía veraniega.

Las estrategias ecológicas de las plantas para hacer frente al estrés ambiental – por ejemplo, la falta de agua-, se basan en lo que llamamos “eficiencia en el uso de los recursos”: la planta debe seguir realizando su actividad fotosintética y creciendo, pero sin poner en compromiso su supervivencia y, en este caso, sin “derrochar” el poco agua disponible. Para sobrevivir en climas secos, las plantas emplean algunas tácticas como ralentizar su crecimiento, desarrollar hojas más gruesas y minimizar su transpiración para evitar las pérdidas de agua.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Córdoba (UCO) ha analizado la respuesta a la sequía de diez especies leñosas típicas del mediterráneo. El objetivo era descubrir si es posible predecir la resistencia a la escasez de agua estudiando las características de cada especie, en concreto los rasgos funcionales, que son indicativos de que las plantas están desarrollando algún tipo de estrategia para sobrevivir a la sequía.

Los resultados publicados en la revista Acta Oecologica revelaron que, efectivamente, las especies analizadas presentan rasgos funcionales diferentes, que a su vez están relacionados con la resistencia a la sequía. Así, las especies más vulnerables a la falta de agua, como el fresno (Fraxinus angustifolia), tienen hojas más finas y consumen más agua, mientras que las más resistentes, como la encina (Quercus ilex) y el acebuche (Olea europea) desarrollan raíces más profundas para acceder a las reservas de agua del suelo, tienen menos superficie de transpiración y sus hojas son más gruesas.

“Observamos que, si la relación entre la parte aérea – tallo y hojas- de la planta y la profundidad de las raíces es alta, las especies son más vulnerables a la sequía, porque tienen una mayor área foliar por la que perder agua”, explica Rafael Villar, uno de los autores. “Sin embargo, las especies más resistentes, como las encinas, tienen más raíces con respecto a su parte aérea. Además tienen hojas más duras y con un mayor contenido en carbono”.

Por otro lado, estas características funcionales de cada especie de planta también permiten predecir su distribución, como demuestran los mismos investigadores en otro trabajo publicado en la revista Ecosistemas. En él, los autores analizaron la relación entre la distribución y los rasgos funcionales de cinco especies del género Quercus, al que pertenecen árboles tan emblemáticos como la encina y el alcornoque. Los patrones encontrados muestran que las especies más conservativas en el uso de los recursos se encuentran en las zonas de estudio más secas – en este caso, Sierra Morena (Córdoba), mientras que las especies más “derrochadoras” se ubican en áreas más húmedas – Sierra del Aljibe (Cádiz)-.

“Lo interesante de este trabajo es que las especies elegidas están muy emparentadas y tienen características muy similares, pero a pesar de ello también hemos encontrado diferencias en cuanto a la estrategia de uso de los recursos”, indica el investigador. “Se observa un espectro de variación desde especies muy conservativas, como es el caso de la coscoja (Quercus coccifera) y la encina, con hojas muy duras, tasas fotosintéticas más bajas y madera más densa, frente a especies con crecimiento más rápido, como el quejigo andaluz (Quercus canariensis), que se distribuyen en zonas con humedad y nutrientes y crecen más rápido.”

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