¿Cómo eran los antepasados de los pingüinos?
Existen dieciocho especies de pingüino que viven, en su mayoría, en el hemisferio sur, a excepción del pájaro bobo, de las tropicales islas Galápagos.
El pingüino de Humboldt, S. Humboldti, y el de El Cabo, S. Demersus, residen en regiones subtropicales, y otras ocho especies lo hacen en distintas zonas templadas del planeta. Las siete restantes son polares, caso del pingüino emperador, Aptenodytes forsteri, el mayor que existe en la actualidad, de un 1,1 metro de altura y un peso máximo de cincuenta kilos.
No obstante, se han encontrado fósiles de estas aves esfenisciformes en otras zonas, desde Nueva Zelanda a Perú. El más antiguo data de hace unos sesenta millones de años, pero los verdaderos antecesores de los animales modernos no tienen más de diez millones. Algunos, eso sí, fueron muy grandes. El Palaeeudyptes klekowskii, que vivió en la Antártida hace 37 millones de años, medía dos metros desde el extremo de las patas hasta la punta del pico. Su peso rondaba los 115 kg. Otra especie prehistórica, el Icadyptes salasi, medía 1,5 metros.
La evolución de los pingüinos trae de cabeza a los científicos desde hace décadas. Aunque se cree que alguna vez pudieron volar, aún no se ha encontrado ningún ancestro con esta habilidad. Por otra parte, sí han podido observarse otros cambios en los restos hallados hasta la fecha. Un equipo de investigadores estadounidenses observó en un esqueleto de hace 36 millones de años que su plumaje tenía colores diferentes a los actuales.
Las alas del Inkayacu paracasensis eran grises y de un marrón rojizo. Al no tener tanta melanina, eran menos rígidas, lo que sugiere que no estaban adaptadas a la vida acuática. Además, esos tonos no ofrecen el mismo nivel de camuflaje bajo el agua. La forma de su cuerpo también se ha modificado hasta ser del todo fusiforme, con las patas en la parte posterior, a diferencia del resto de aves aéreas, que las necesitan en la parte media del tronco para impulsarse. Y los huesos se han compactado cada vez más hasta perder las cámaras de aire que caracterizan a los de sus parientes voladores.