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Guilhermina Suggia: abrirse de piernas como acto de empoderamiento femenino

Hoy hablamos de una mujer que luchó como una leona en un mundo tan machista como es el de la música clásica.

Guilhermina Suggia estuvo muy relacionada con uno de los españoles más famosos y talentosos de la historia: Pau Casals, que fue el músico que con su  violonchelo hizo famosa la canción popular catalana El cant dels ocells. Este catalán universal es considerado por muchos el mejor violonchelista de la historia.
Guilhermina Suggia aparece en la vida de Casals en 1898 cuando él tenía apenas 22 años. El músico fue a dar un concierto a Espinho, en Portugal. Tras la actuación, un hombre llamado Augusto Suggia se acercó a él para suplicarle que escuchase y diese unas clases a su hija Guilhermina, que tenía 13 años.
Casals, al principio reacio, cambió de idea al ver el talento de la niña y aceptó, hasta tal punto que las lecciones se alargaron durante varias semanas.
Pau y Guilhermina no volverían a verse hasta que ella llegó a París en 1905, con 20 años, siendo ya una instrumentista destacada. 
En Paris se enamoraron, y vivieron una intensa historia de amor que duraría hasta 1913.  Casals siempre se refirió al romance con la portuguesa como “el episodio más cruelmente infeliz de su vida”.

Solista revolucionaria

Pero lo más destacado de Suggia fue su carácter extraordinariamente avanzado a los tiempos que corrían. Como ya sabemos, el chelo se toca con las piernas abrazadas al instrumento.
Pero,  a finales del XIX y primeros del XX, las mujeres debían tocarlo apoyándolo en la parte exterior de las piernas, ya que hacerlo como los hombres era considerado indecoroso.  
Guilhermina Suggia, sin embargo, fue la primera solista de chelo que hacía sonar el instrumento como lo hacían sus colegas masculinos.
Y no solo eso, sino que tenía tanto talento que era considerada una igual a Pau Casals. Pero el machismo de la época la convirtió en la “alumna” del maestro, y no en una colega de nivel parecido, como realmente era. Por eso hay muy pocas grabaciones de esta excepcional música.
Fue tal su talento, que Guilhermina Suggia consiguió ser reconocida en un mundo tan machista como el de la música clásica. Uno de los episodios que demuestran lo buena que era se produjo en Alemania, donde también fue pionera al ser la primera mujer solista que actuó en la sala Gewandhaus de Leipzig y la persona más joven en conseguirlo.
Ese día, tras ejecutar el Concierto de Volkmann, el público aplaudió de tal forma que la organización tuvo que saltarse sus estrictas normas y permitir que repitiera la pieza completa a modo de bis.
Guilhermina vivió en Londres durante mucho tiempo, donde fue adorada como músico y donde  tuvo muchos amantes, un hecho que no ocultó, como hubiesen hecho otras  mujeres de esta época inundada de prejuicios.
La II Guerra Mundial apartó a Suggia de los escenarios, pues se prestó voluntaria de la Cruz Roja para atender a los soldados ingleses. Tras la contienda, volvió a la música y a Oporto, donde se dedicó a su otra pasión: dar clases. Dicen que era severa y apasionada, pero iba a los conciertos de los jóvenes y se levantaba a aplaudir y vitorear como una más.
Guilhermina Suggia murió en Oporto en 1950 con 65 años tras luchar con uñas y dientes contra un cáncer de hígado. Tras 37 años de silencio con su maestro y amante, escribió a Casals: “Querido amigo, te escribo con la emoción y la esperanza de que no me rechaces…, pero no querría morir sin escucharte, querido maestro, y verte de nuevo… Recuérdame siempre como tu devota admiradora. ¿Olvidaste a la pequeña que fue a recibir tus lecciones en Espinho? Adiós. Espero”.

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