5 mitos repetidos por los antivacunas
Las creencias contrarias a la vacunación están produciendo alarma social y sanitaria, ya que dejar de vacunar a un niño entraña enormes riesgos para su salud.
En 2015, el caso de un niño gerundense de seis años que murió víctima de la difteria veintiocho años después de que se erradicara este mal en España sacó a la palestra los peligros reales de dar credibilidad a los movimientos antivacunas. Y es que los padres del pequeño habían decidido no vacunarlo de la triple DTP (difteria-tétanos-tos ferina) por temor a sus supuestos efectos adversos. Ese mismo año, los visitantes del parque de atracciones de Disneylandia, en California (EE. UU.), se enfrentaban a un brote de sarampión infantil por causas similares. Si la tendencia a saltarse los protocolos de vacunación sigue, podrían reaparecer otras muchas enfermedades. Con más fuerza incluso.
Aquí os dejamos 5 mitos repetidos por los antivacunas y los argumentos que los rebaten:
1. "Es mejor inmunizarse padeciendo la enfermedad que a través de las vacunas".
La realidad: los preparados inmunológicos interactúan con el sistema de defensa del organismo para propiciar una respuesta similar a la que produciría la infección natural, pero no causan la enfermedad ni exponen a los riesgos de posibles complicaciones. En cambio, el precio de la inmunización por infección natural podría ser el retraso mental provocado por Haemophilus influenzae tipo B, defectos congénitos debidos a la rubeola, cáncer de hígado derivado del virus de la hepatitis B o muerte por sarampión.
2. "La vacuna combinada contra la difteria, el tétanos y la tos ferina puede provocar el síndrome de muerte súbita del lactante o SMSL".
La realidad: no existe una relación causal entre la administración de las vacunas y la muerte súbita del lactante, a pesar de que estos medicamentos se administran en un período en el que el recién nacido puede sufrir la SMSL. Lo que sí es cierto es que estas tres enfermedades pueden ser mortales, y que el recién nacido no vacunado contra ellas corre un alto riesgo de defunción y discapacidad grave.
3. "Las vacunas contienen mercurio, un metal que es tóxico y muy peligroso".
La realidad: a algunas vacunas se les añade tiomersal, un compuesto orgánico con mercurio que actúa como conservante. Pero no hay pruebas científicas que sugieran que la cantidad de tiomersal utilizada en las vacunas entrañe un riesgo para la salud.
4. "El sida surgió de la creación de una vacuna".
La realidad: en 1992 se publicó un artículo que sugería que el sida se había originado a partir de las vacunas de la polio administradas en el Congo Belga entre los años 1957 y 1960. Los autores argumentaban que el compuesto inmunológico se cultivó en células de riñón de chimpancé contaminadas con el virus de la inmunodeficiencia de los simios (VIS), que en las personas vacunadas había mutado a una forma viral muy similar que era el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Premisas falsas, ya que el VIS no se encuentra en las células de riñón de mono, además de que no se emplearon células de chimpancé. Y que, como ambos virus no están genéticamente muy relacionados, el desarrollo de una mutación habría conllevado décadas y no años.
5. "Las vacunas causan autismo".
La realidad: es rotundamente falso. Y no solo lo corrobora el hecho de que la revista The Lancet retirara el artículo de Andrew Wakefield de 1998 que erróneamente asociaba la vacuna contra el sarampión, la parotiditis y la rubeola con trastornos del espectro autista (TEA). En 2015, la revista PNAS sacó a la luz un estudio cofinanciado por un grupo antivacunas que, contra todo pronóstico para ellos, concluía que estas no juegan ningún papel en la neuropatología de los TEA. Ni en el hipocampo, más pequeño en los autistas, ni en otras estructuras neuronales se observaron diferencias. Además de que no había cambios de comportamiento en los vacunados, como denunciaban los antivacunas.
Puedes leer íntegramente el artículo "Y si nos dejáramos de vacunar... La temeraria cruzada de los antivacunas", escrito por Elena Sanz, en el número 429 de Muy Interesante, ya en tu quiosco.
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