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Cosas buenas que podemos aprender tras el coronavirus

¿Cómo quieres que sea el mundo después del coronavirus? ¿Habremos aprendido algo con esta crisis?

La pandemia global de la COVID-19 ha puesto en jaque a gobiernos y sistemas sanitarios de todo el mundo, además de obligar a confinarse a más de un tercio de la población mundial originando una crisis sin precedentes en el siglo XXI. Las previsiones económicas no son nada alentadoras: en el caso de España, por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional prevé un desplome del PIB del 8 % y una recesión similar a la que sufrió nuestro país tras la guerra civil.

Sin embargo, hoy queremos ofrecer algunos datos y reflexiones que dan motivo para la esperanza. Dicen que lo bueno de las crisis es que son también oportunidad para reinventarse y para hacer las cosas de otra manera. En las últimas semanas hemos visto las redes inundadas de mensajes que expresaban que esa “vuelta a la normalidad” tan ansiada, quizás debería ser una vuelta a otra normalidad distinta. ¿Cómo quieres que sea el mundo después del coronavirus? ¿Hemos aprendido algo con esta crisis?

La ciencia importa

Si algo nos ha enseñado esta epidemia es que, para hacer frente a las adversidades, necesitamos a la ciencia. Es necesario invertir más tanto en ciencia básica como en ciencia aplicada, porque no sabemos si lo que estamos estudiando hoy puede ser la clave que nos ayude a resolver un reto del mañana.

Sin ciencia, no hay futuro, y para ello hay que invertir más en investigación y también luchar contra la precarización laboral que se sufre en la carrera académica, algo de lo que ya os hemos hablado en más ocasiones.

Por otro lado, los gobiernos deberían apoyar todas sus decisiones en el conocimiento científico. En España ya existe una iniciativa, Ciencia en el Parlamento, que busca como objetivo último la creación de una oficina de asesoramiento formada por expertos que orienten a nuestros representantes políticos para legislar y decidir nuestro futuro basándose en evidencias científicas.

El teletrabajo es posible

Hasta hace pocas semanas, el teletrabajo en España era algo anecdótico. En nuestra cultura laboral no cabía la imagen de un trabajador produciendo sin estar bajo la atenta mirada del jefe que revisaba cuántas horas estaba sentado o cuántas veces se levantaba a descansar. El trabajo en remoto era algo que ya se estaba demandando en muchos puestos que no requieren presencia física, en aras de mejorar la calidad de vida de los empleados, la conciliación familiar y también la productividad.

En pocas semanas hemos visto cómo las empresas se han adaptado rápidamente a la circunstancia y cómo el trabajo sigue saliendo adelante. Quizás en el futuro haya cada vez más empresas que permitan a sus empleados teletrabajar de forma ocasional o habitual. Además de las ventajas para los trabajadores y el evidente ahorro que esto supone para las empresas al no precisar de instalaciones tan grandes, el conjunto de la sociedad también saldría beneficiado: por un lado, y como estamos viendo estos días, la contaminación y los atascos en las entradas de las grandes ciudades disminuirían notablemente y se evitarían aglomeraciones en los transportes públicos. Por otro lado, la posibilidad de trabajar en remoto desde cualquier lugar podría ayudar a revitalizar muchos pueblos de la llamada España vaciada, que por su calidad de vida y precios más bajos podrían atraer a nuevos pobladores y familias: bastaría que estos municipios invirtieran en buenas redes de conexión a internet.

También se ha comprobado que no son necesarios tantos viajes de negocios, y que muchas de las reuniones que obligan a desplazamientos costosos (en lo económico y en lo ambiental) se pueden hacer perfectamente por videoconferencia. En el ámbito científico, por ejemplo, es habitual viajar con mucha frecuencia para acudir a congresos y seminarios, pero ya existen iniciativas como No Fly Climate Sci que se han posicionado sobre este tema y ofrecen pautas y alternativas para reducir los viajes de trabajo.

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Ciudades más humanas

A mucha gente le está sucediendo que, en estos últimos días, ha hablado más con sus vecinos que nunca. Hemos pasado de ser desconocidos que se cruzan en la escalera a interesarnos mutuamente por la salud, a charlar un rato todas las tardes desde nuestra ventana después de aplaudir, a sabernos incluso nuestros nombres. Quizá uno de esos buenos propósitos para cuando salgamos de esta crisis sea recuperar esas redes de vecindad, empezar a ayudarnos unos a otros y hacer que nuestros barrios y ciudades sean un poco más amigables.

Y, continuando con las ciudades, quizás es hora de repensar la planificación urbana y el uso de los espacios: ¿no sería fantástico que todos pudiéramos ver, al menos, un árbol desde nuestras ventanas? En estas semanas de confinamiento también echamos de menos la naturaleza: quizás una de las primeras cosas que hagas en cuanto se pueda sea acudir a un parque... ¿a qué distancia tienes el más cercano a tu casa?

Existe una propuesta de planificación urbana que se llama “la ciudad de los quince minutos”: la idea es que todas las personas puedan encontrar, a un distancia máxima de quince minutos andando o en bicicleta, todo lo necesario para vivir: tiendas y supermercados, centro de trabajo, asistencia médica, escuelas y parques. El objetivo es hacer de las ciudades entornos mucho más amigables y saludables. Suena bien, ¿verdad?

Démosle un respiro al planeta

No paran de circular vídeos y fotos de animales recuperando espacios perdidos que el hombre les había arrebatado. A consecuencia de las limitaciones de tráfico, la contaminación en las ciudades también ha descendido a niveles históricos (en Barcelona y Madrid, por primera vez en mucho tiempo, las concentraciones de los principales contaminantes se encuentran por debajo de los límites que marca la Organización Mundial de la Salud), el tráfico aéreo ha caído en picado y también la contaminación y las emisiones de gases con efecto invernadero asociadas al mismo.

Sin embargo, todo esto no dejará de ser un hecho aislado si, cuando se levanten las restricciones, volvemos a esa antigua normalidad. La crisis del coronavirus no será nada en comparación con el desastre climático, y el planeta no para de enviarnos avisos: estamos llevando a la Tierra hasta su punto de no retorno, pero también estamos a tiempo de detenerlo. En estas semanas hemos aprendido que somos capaces de enormes sacrificios para protegernos como especie, y las renuncias que debemos hacer para mitigar el cambio climático no serían tan grandes como las que estamos haciendo ahora mismo. De hecho, son oportunidades para vivir mejor y de una manera más saludable.

Esta misma semana se ha creado la Alianza Europea para una Recuperación Verde, en la que participan representantes políticos, directivos de empresas y diversas organizaciones que piden a la Unión Europea que la lucha contra el cambio climático sea el pilar de la estrategia en la recuperación económica, y que las inversiones masivas que se realicen vayan orientadas a crear empleo verde, transformar el sector agroalimentario y mejorar el estilo de vida de los ciudadanos.

Apoyemos a los negocios locales

Las pequeñas tiendas de barrio y los negocios familiares son grandes perjudicados en esta crisis. De hecho, muchos no podrán volver a abrir sus puertas y el sacrificio y esfuerzo de años se habrá quedado en saco roto. Ahora más que nunca es necesario apoyarles y acudir a esas pequeñas tiendas en cuanto puedan retomar la actividad.

También se han puesto en marcha iniciativas para apoyar, desde ahora mismo, a estos pequeños comercios, como por ejemplo la de Pienso luego actúo, que invita a que los pequeños negocios ofrezcan sus servicios y productos para cuando todo vuelva a la normalidad y así tener ya unos ingresos para no cerrar. No es mala idea pagar por adelantado una cena en tu restaurante favorito o un bono de clases en el gimnasio de tu barrio que podrás disfrutar cuando estén abiertos. También se puede apoyar alguna de las muchas campañas de crowdfunding que están lanzando los negocios estos días para garantizar su supervivencia.

Otra de las reflexiones que se hace estos días tiene que ver con la alimentación de proximidad: la globalización tiene muchos beneficios, pero el transporte de productos por todo el planeta, además de tener un coste ambiental muy elevado, aumenta el riesgo de propagar nuevas enfermedades rápidamente. Estos días, las organizaciones de pequeños productores también se han movilizado para pedir ayudas concretas a su sector que puedan proteger la economía local y garanticen la seguridad alimentaria en tiempos de crisis.

Cuidar a aquellos que nos cuidan

Otra de esas cosas que estamos recordando con esta crisis es la importancia de los cuidados y de tener un sistema que los garantice. El personal sanitario está sufriendo en primera persona los embates de esta epidemia, y nos damos cuenta de que, al igual que pasa con la ciencia, es necesario acabar con la precariedad laboral de las personas que velan por nuestra salud y tener un sistema sanitario fuerte y capaz de responder a las emergencias.

Además, durante esta emergencia estamos viendo que hay trabajos esenciales y que no siempre están reconocidos: los cuidados. El cuidado de nuestros hijos, de las personas mayores, de las personas dependientes… nuestra sociedad no sería posible sin los cuidados, pero estos generalmente son invisibles. Durante la emergencia sanitaria, los cuidados son más necesarios y esenciales que nunca… ¿les daremos el protagonismo que merecen cuando todo esto acabe?

Disfrutar de las pequeñas cosas

En estos días, muchos de nosotros añoramos, simplemente, pequeños placeres como dar un paseo nocturno o disfrutar de una cerveza en una terraza con nuestros amigos y familiares. Las cosas que más echamos en falta son sencillas, no necesitamos grandes viajes o comprar los últimos avances tecnológicos para sentirnos plenos. Si somos capaces de recordar esto cuando podamos volver a abrazar a nuestros seres queridos, es posible que después de la crisis consigamos ser un poco más felices que antes.

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