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A la mayoría de las personas, la zona de su anatomía que le produce más recato es el ano. Como han demostrado las investigaciones del zoólogo y etólogo Desmond Morris, el orificio excretor es la parte del organismo que menos se expone en la inmensa mayoría de las culturas. Además, constituye el punto anatómico más intocable, pues su manipulación provoca un mayor rechazo que cualquier otro.

A pesar de la gran cantidad de inervaciones nerviosas adyacentes, el ano juega un papel escaso en la sexualidad de muchas parejas. Según algunos antropólogos, como Marvin Harris, es un tabú que, como las demás zonas pudorosas, tiene raíces culturales. En nuestra sociedad, los cánones religiosos y morales, que contemplaban el sexo como un instrumento exclusivo para la procreación, impusieron la idea de que el coito anal era un acto contra natura y, por tanto, un pecado. Además, los moralistas, ayudados por médicos conservadores, consiguieron implantar en la conciencia colectiva que el ano era un peligroso foco de infecciones que se propagaban con la práctica de este tipo de erotismo. Superado el tabú, muchas parejas incluyen la región anal en sus juegos eróticos.



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