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La invasión marciana de octubre de 1938

Orson Welles sembró el pánico en EE.UU. con la versión radiofónica de 'La guerra de los mundos'. Demostró el gran poder de la radio como medio de comunicación.

Os voy a contar una mentira: Orson Welles sembró el pánico en Estados Unidos en 1938 con la versión radiofónica de La guerra de los mundos. Os voy a contar otra: fue el primero en demostrar el gran poder de la radio como medio de comunicación de masas. Y ahora os voy a contar una verdad: el terror generalizado provocado por la ficticia invasión marciana fue un bulo. Y esta otra: quienes creyeron en el ataque extraterrestre no se pararon a pensar.

El 30 de octubre de 1938, cinco minutos después de las ocho de la tarde, la CBS interrumpió un concierto de Ramón Raquello y su orquesta desde un hotel de Nueva York para informar de una serie de explosiones en la superficie de Marte. Minutos más tarde, algo que parecía un meteorito cayó en Grover’s Mill, un pueblecito de Nueva Jersey, y empezó la invasión. Porque el meteorito no era tal, sino una máquina de guerra marciana, un trípode armado con un rayo de la muerte ante el cual las más sofisticadas armas humanas nada podían hacer. A partir de ese momento, periodistas, científicos, militares y políticos estadounidenses informaron a la población a través de la radio del imparable avance de los invasores.

Primero se decretó la ley marcial en Nueva Jersey y, tras un mensaje del secretario de Interior en el que alertaba de la gravedad de la situación, se ordenó evacuar Nueva York. “Nuestro ejército ha sido aniquilado. La artillería, la fuerza aérea, todo aniquilado. Tal vez esta sea la única emisora que sigue funcionando”, contaba un periodista desde la azotea de la CBS. Los marcianos avanzaban por Manhattan. La gente caía “como moscas”. No había nada que hacer. Todo estaba perdido. Y de repente, en medio del caos, Orson Welles tomó la palabra para recordar a los oyentes que habían escuchado una sesión de radioteatro, que todo había sido una broma de Halloween. Eran las nueve de la noche del 30 de octubre de 1938.

Ni Welles ni sus compañeros del Mercury Theatre eran conscientes en ese momento de la que habían montado. En cuanto acabó el programa, comprobaron que aquella no había sido una sesión de radioteatro más, como las dieciséis que habían emitido, una cada domingo, desde el 11 de julio. “Las siguientes horas fueron una pesadilla. De forma súbita, el edificio de la CBS se llenó de gente y de uniformes azul oscuro”, recordaba años después John Houseman, coproductor del montaje y mano derecha del director. “Radioyentes aterrorizados toman una obra de teatro bélica como algo real”, tituló en primera página The New York Times al día siguiente. “Una obra de teatro radiofónica aterroriza a la nación”, confirmó a toda plana en su portada The Boston Daily Globe.

El sociólogo Hadley Cantril, de la Universidad de Princeton, asumió en 1940 la idea del terror generalizado propagada por la prensa en su libro La invasión desde Marte. Estudio de la psicología del pánico. Según sus cálculos, aquella tarde de octubre, 1,7 millones de estadounidenses creyeron que la Tierra estaba siendo invadida por los marcianos y, de ellos, 1,2 millones “se asustaron o fueron perturbados”. En su trabajo, basado en 135 entrevistas, Cantril recoge testimonios de gente que oyó el ruido de los disparos, vio las llamas del campo de batalla, olió el gas letal marciano, se dio a la fuga en coche… “Dos muchachas amigas mías y yo llorábamos, abrazadas, y todo parecía sin importancia frente a la muerte. Nos parecía terrible tener que morir tan jóvenes”, había recordado una chica de Pensilvania en un periódico.

El estudio, que se publicó en España en 1942, universalizó la idea del pánico marciano, todavía instalada hoy en gran parte de la opinión pública. Pregunta a tus familiares y amigos qué supuso La guerra de los mundos de Orson Welles y comprobarás que es así. Sin embargo, esa visión ha sido descartada por análisis posteriores. “Existe un creciente consenso entre los sociólogos acerca de que la extensión del pánico, tal como la describió Cantril fue enormemente exagerada”, asegura el sociólogo Robert Bartholomew.

Los científicos sociales creen que el terror se apoderó de unas decenas de miles de oyentes, sobre todo en Nueva Jersey y Nueva York, y que los espectaculares testimonios citados por Cantril en su libro son anecdóticos y consecuencia del interés de los medios. Aun así, miles de personas son muchas personas confundidas. ¿Cómo pudo ocurrir, cuando el programa se anunció en la prensa como una sesión de radioteatro y durante la emisión se recordó cuatro veces que era ficción? Hubo una confluencia de factores que jugaron a favor del equívoco: la situación internacional –con Hitler amenazante en Europa–, la creciente credibilidad de la radio, el formato de espacio musical interrumpido por conexiones en directo, la sintonización tardía y, ante todo, la falta de espíritu crítico de una parte del público.

Como apunta Howard Koch, el guionista del montaje, en su libro La emisión del pánico (1970), hubiera bastado recorrer el dial para comprobar que los extraterrestres solo atacaban la Tierra en la CBS. Además, “en el curso de 45 minutos en tiempo real –diferente del tiempo subjetivo o de ficción–, los invasores marcianos fueron, presumiblemente, capaces de despegar de su planeta, aterrizar en la Tierra, colocar sus máquinas destructivas, derrotar a nuestro ejército, interrumpir las comunicaciones, desmoralizar a la población y ocupar secciones enteras del país. ¡En 45 minutos!”, destaca.

La radio era en 1938 un medio pujante, y los periódicos la percibían como una amenaza. Por eso, hay que tomar los titulares de los grandes diarios con cautela. Como cuando la prensa, la radio y la televisión achacaban todo mal a internet en los años 90 del siglo pasado, la emisión de Welles ofreció a los diarios la oportunidad de minar la credibilidad de un competidor: el nuevo medio no era de fiar, sembraba la confusión. Y así unos miles de oyentes incapaces de distinguir ficción de realidad dieron lugar a titulares en los que la sesión de radioteatro había aterrorizado a todo Estados Unidos.

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