Río Tinto, a vista de pájaro
Desde el aire, los tonos ocres y rojizos que dan nombre a este cauce onubense parecen formar un infierno cromático.
La acidez del suelo y siglos de actividad minera han conferido un aspecto casi alienígena a algunos de los tramos del Tinto, el Urium de los antiguos romanos, uno de los lugares más bellos y extremos de la Tierra.
En sus aguas, ricas en sales ferruginosas, no hay rastro de peces. Tampoco de cangrejos, ranas, nutrias o galápagos. Nada parece sobrevivir en su ácido cauce, contaminado desde hace millones de años. Aun así, hoy sabemos que la vida también prospera en él. A lo largo de su historia evolutiva, numerosas algas, hongos y bacterias han desarrollado las adaptaciones necesarias para sobrevivir en este entorno.
De hecho, las condiciones geofísicas y ambientales del subsuelo y la cuenca del Tinto podrían no ser muy distintas de las que nos encontraríamos en ciertas zonas del planeta rojo. Así lo sugieren distintos estudios impulsados por el Centro de Astrobiología, que han revelado, por ejemplo, la presencia de comunidades de microbios en pequeños depósitos salinos que recuerdan mucho algunas formaciones descubiertas en Marte.
Imagen: Francisco Mingorance
Más información en el reportaje Los colores del río Tinto, escrito por Abraham Alonso; con fotos de Francisco Mingorance. Puedes leerlo en el número 417 de Muy Interesante.
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