Hacia la regeneración cardiaca con células madre
Una de las estrategias cardiológicas que asoman la cabeza en los últimos años es intentar regenerar el corazón que ha quedado lesionado o gravemente deteriorado a causa de un infarto, en lugar de reemplazarlo por otro.
La ciencia ha dudado mucho tiempo de que fuera viable esta posibilidad, ya que se considera que el corazón adulto de los mamíferos es un órgano con una capacidad proliferativa casi inexistente. Es decir, una vez muertos, los miocardiocitos o células del corazón, en teoría, ya no valen para nada. Pero la terapia celular está cambiando esta concepción, y hoy hay varias investigaciones en marcha.
A finales de 2014 se produjo en el Hospital Europeo Georges Pompidou de París una primicia mundial en este campo: el profesor de Cirugía Torácica y Cardiovascular Philippe Menasché implantó en el corazón de dos pacientes sendos parches compuestos de células creadas a partir de células madre embrionarias humanas. Estas últimas son aquellas que tienen la capacidad de fabricar todos los órganos, con la excepción de la placenta.
Este tipo de terapia celular supone una gran esperanza: la de que un día millones de corazones heridos o fatigados vuelvan a entrar en servicio y funcionar como si tal cosa. Se podría combatir la insuficiencia cardiaca, reparar el músculo vital y recuperar el ritmo de sus contracciones gracias a nuevas células de refresco capaces de especializarse y convertirse en eficientes miocardiocitos. Pero aún hay que esperar para que llegue ese momento.
Un año después de la intervención, Menasché se muestra prudente: “El procedimiento resulta seguro, pero es difícil valorar su eficacia. Implantamos los parches durante dos operaciones a corazón abierto de baipás coronario, en casos con arterias y zonas del músculo muy dañadas. Los pacientes han mejorado, pero es difícil saber si se debe a los parches celulares. Parece poco probable que las células nuevas hayan podido colonizar el área lesionada y autotransformarse para crear nuevo tejido”, admite este doctor.
La idea de introducir células en el corazón no es nueva. Hace años se planteó esta terapia a partir de células madre mesenquimales, procedentes de la médula ósea, y la idea no se ha abandonado. Son más accesibles y fáciles de conseguir, menos expuestas al rechazo y teóricamente son capaces de convertirse en cualquier otra. El reto es refinar el procedimiento para lograrlo.
En laboratorio ya se ha hecho, pero en la práctica clínica está por ver. Otra estrategia consiste en fomentar la capacidad proliferativa de los miocardiocitos, que es muy escasa, pero no inexistente. De hecho, hasta los veinte años de edad, el corazón puede renovar hasta el 1 % de sus células musculares, porcentaje que decae a medida que envejecemos. Algunos investigadores intentan identificar las moléculas del ciclo celular que pueden afectar a la proliferación.
La última vía a mencionar trabaja con la llamada respuesta fibroproliferativa: cuando el tejido cardiaco muere tras un infarto, no desaparece. Ahí queda una cicatriz que, en realidad, pretende curar. En ella se forman los fibroblastos, las células más comunes del tejido conectivo. El científico japonés Shinya Yamanaka logró con ratones en 2006 convertir fibroblastos en células madre pluripotentes inducidas, capaces, teóricamente, de convertirse en cualquier célula adulta, incluidas las del corazón. ¿Lo veremos en humanos?
Imagen: TEXAS CURE ORG
Más información en el reportaje Así se reparan los corazones rotos. Las 6 técnicas más vanguardistas, escrito por Ainhoa Iriberri y Luis Otero. Puedes leerlo en el número 415 de Muy Interesante.
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