¿A qué sabe nuestra carne?
Depende del caníbal que cuente su experiencia. Una de las primeras referencias data del siglo XVI. El misionero franciscano Bernardino de Sahagún calificó de dulzón el tlacatlaolli, un plato cocinado por los aztecas con carne de sus semejantes y maíz. 400 años después, los guerrilleros del Congo encontraban el mismo sabor en los pigmeos que se zampaban para hacerse "más fuertes". Por su parte, el estadounidense Albert Fish, ejecutado en la silla eléctrica en 1936, aseguraba que sus víctimas infantiles sabían "a carne de ternera tierna y suave". Otros psicópatas disienten: el japonés Issei Sagawa, que asesinó a una profesora en París en 1981, comparó su chicha con la del atún crudo, mientras que al alemán Armin Meiwes, condenado en 2006 por matar a un ingeniero, le supo a carne de cerdo.