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En general, nuestros vástagos no suelen ser el foco de este sentimiento tan extendido, porque se marcan retos distintos: no resulta habitual que triunfen donde nosotros hemos fracasado. Pero si ejercen la misma profesión, entonces pueden cosechar más exitos o granjearse la atención continua de alguien que sentimos haber perdido -por ejemplo, su madre-. En estos casos, surge la envidia, aunque no hay que culpabilizarse por ello; lo importante es aprender a manejarla correctamente.

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