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Un estudio realizado en el Laboratorio de Reproducción y Desarrollo de Plantas de Lyon ha revelado que la fragancia de las rosas se debe a la duplicación y mutación reciente de un gen. Este aroma, resultado de los cruces entre variedades europeas y chinas, se debe sobre todo al dimetoxitolueno, una sustancia producida por dos enzimas casi idénticas. Tras rastrear el ADN de numerosas especies de rosas, los investigadores han descubierto que sólo algunas chinas poseen los dos genes necesarios para producir el grato olor, y que uno de ellos apareció hace poco.

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