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Ante noticias cada vez más alarmantes sobre el calentamiento global, algunos turoperadores avispados han inventado una lucrativa manera de aprovecharse de esta sensación de inminente catástrofe. Se trata de organizar viajes a lugares que posiblemente serán borrados del mapa o para avistar animales en peligro de extinción, como el oso polar. Tuvalu, algunas islas del Pacífico amenazadas por la subida del nivel del mar, los arrecifes de coral de Belice, la Región Floral de Sudáfrica y, por supuesto, la Antártida y el Ártico son algunos de estos destinos "ahora o nunca". Aunque las empresas que los ofrecen insisten en que promueven una actividad respetuosa con el entorno y fomentan el conservacionismo, los ecologistas denuncian que impulsar las visitas a estos lugares precisamente pueden acarrear su destrucción. Por eso, muchos científicos se cuidan mucho de divulgar el emplazamiento de la flora y fauna amenazadas.

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