Puntos y comas

Millán cita, por ejemplo, un artículo del periodista y gastrónomo Néstor Luján en el que denunciaba los excesos de la Revolución Francesa, y cómo, de nuevo, el cambio de una coma alteró radicalmente el mensaje. Donde se decía originariamente "en una zona de la Vendée tan sólo, el 40% de la población fue asesinada", se publicó por error así: "En una zona de la Vendée, tan sólo el 40% de la población fue asesinada".
En otros casos, los cambios resultan más divertidos y menos dramáticos. Así, "el maestro dijo: Javier es un inútil", se convierte en un inesperado "el maestro, dijo Javier, es un inútil".
Recuerdo también la curiosa historia del testamento que cambia de beneficiario según quién lo lee. Por ejemplo, el sobrino leyó: "Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Jamás se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, el dinero irá a los jesuitas". El hermano, hizo una lectura distinta: "¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan?, no. ¡A mi hermano Luis! Jamás se pagará la cuenta del sastre. ¡Nunca, de ningún modo el dinero irá a los jesuitas!". El sastre hizo también su interpretación interesada: "¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan?, no. ¿A mi hermano Luis?, jamás. Se pagará la cuenta del sastre. ¡Nunca, de ningún modo el dinero irá a los jesuitas!". Y queda, naturalmente, la lectura de los jesuitas, por lo demás obvia: "¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan?, no. ¿A mi hermano Luis?, jamás. ¿Se pagará la cuenta del sastre?, nunca, de ningún modo. ¡El dinero irá a los jesuitas!".