Altamira, la 'Capilla Sixtina' del arte rupestre
Con grabados del 'Homo Sapiens' correspondientes al Paleolítico Superior Magdaleniense Solutrense, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.
Se trata de uno de los mayores y más tempranos exponentes de la creatividad humana. Las Cuevas de Altamira, situadas en la región española de Cantabria, gozan del privilegio de ser el primer lugar del planeta donde se identificó arte rupestre del periodo Paleolítico Superior.
Entre hace 36.000 y 13.000 años, esta cueva natural de 270 kilómetros de extensión estuvo habitada por nuestros antepasados que, como si supiesen que iban a ser descubiertos milenios después, sintieron la necesidad de dejar plasmado una parte de ellos en la fría roca: en concreto, su forma de ver el mundo que les rodeada, su relación con la naturaleza, y cómo era su mentalidad a través de estos códigos simbólicos.
Estamos abriendo los ojos al arte a través de una de las primeras grandes obras pictóricas de la humanidad y también una de las más ricas; no es casualidad que la llaman la Capilla Sixtina del Arte rupestre: esta cueva no se puede comparar a otros hallazgos -véase Atapuerca- puesto que aunque no conserva restos fósiles o rudimentarios significativos, sí es una expresión del arte rupestre en su máximo esplendor.
En el techo y muros de la cueva encontramos principalmente bisontes, caballos y ciervos, que son las ilustraciones de mayor tamaño; dibujadas en trazos negros; algunos rojos, y muchas rellenas también de este tono rojizo. Las representaciones más grandes tienen entre 125 y 170 centímetros, y el detalle con el que están plasmados jorobas, pelajes y pezuñas dejó boquiabiertos a los científicos desde su descubrimiento, en 1868.
Cabe destacar que su reconocimiento como obras pictóricas prehistóricas implicó un largo proceso, en el que se cuestionaron principios fundamentales de la época (como la creencia de que las primeras tribus humanas no debían disponer de manifestaciones artísticas). Por ello esta Cueva, más allá de ser un emocionante legado artístico y cultural de los primeros humanos, sería una piedra fundamental en los estudios posteriores de la Prehistoria.
Patrimonio de la Humanidad desde 1985
Pese al escepticismo con el que fue acogido el hallazgo de Altamira en sus primeros años, el descubrimiento de otras cuevas de similar legado pictórico en el resto de Europa a principios del siglo XX permitió que poco a poco se fuera reconociendo su valor como una de las máximas representaciones del espíritu creador del hombre. Así, la Cueva de Altamira fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. En 2008 la denominación fue ampliada a “Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico del norte de España”.

Los científicos han analizado durante décadas las representaciones pictóricas de Altamira. Los humanos primitivos que la habitaron, durante milenios, ya conocían el tratamiento de la forma y cómo aprovechar el soporte (en este caso, las paredes y techos de la cueva), los grandes formatos, la tridimensionalidad, el naturalismo, la abstracción y el simbolismo están presentes ya en las pinturas, según los expertos.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

La policromía es uno de los aspectos más llamativos de las Cuevas de Altamira. Las representaciones pictóricas estaban realizadas en varios tonos, la mayoría de ellos en trazo negro, en carbón. Luego, se rellenaron con pintura roja o amarillenta.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

En la sala de Polícromos es donde se encuentra la mayor representación de dibujos de toda la extensión de la Cueva. Allí se pueden observar, entre otros, caballos, bisontes, y ciervos.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

Una de las representaciones más llamativas que encontramos en el Sala de Policromía es una cierva de más de dos metros de longitud.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

Debido a la antigüedad de tales obras, el detalle de su representación deja atónitos a los científicos. Por ejemplo, en algunos bisontes, como este, se marcó con pintura negra el cambio de coloración de su vientre, y probablemente se usó carbón para detallar el pelo de la joroba.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

El grabado en carbón se usó en ojos, cuernos y incluso pelo del cuello, como podemos observar en este bisonte recostado.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

Además de los bisontes, los caballos son uno de los animales más representados en toda la cueva. En esta representación llama la atención el detalle de las crines.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

La mayoría de las representaciones pictóricas están trazadas en línera negra con carbón. Los dibujos también permiten obtener pistas sobre las herramientas y útiles que se emplearon en su realización, como colorantes, buriles y aerógrafos.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

Llama la atención de altamira que, además de representaciones animales, hay muchos signos y símbolos sin identificar, como este.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

Otro ejemplo de signos llamados “tectiformes” todavía sin identificar. Los expertos apuntan a que podrían ser trampas para animales o incluso cercados.
@MNCIA. Fotografía: Pedro Saura

Las pinturas de Altamira fueron descubiertas en 1868. La cavidad fue hallada por un lugareño, Modesto Cubillas quien avisó a Marcelino Sanz de Sautuola, un propietario local, rico y aficionado a la paleontología.
Recorrió el lugar identificando algunos signos abstractos, pero fue su hija, María Justina, quien, adentrándose en la cueva, descubrió una de las salas laterales llena de pinturas, y corrió a avisar a su padre del hallazgo.

Años más tarde, Sanz de Sautuola publicaría sus conclusiones en un documento, Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos, una publicación que no quedó indiferente.
Lejos de recibir el halago y la admiración de sus compañeros, muchos científicos de la época miraron el trabajo con especpticismo. La idea de que los humanos primitivos contaran con el abstracismo que requiere el arte no encajaba con las teorías del evolucionismo, incluso del creacionismo, que imperaban entonces.
Tuvieron que pasar algunas décadas para que el descubrimiento fuese valorado con el rigor que merece.

Hace 13.000 años un desprendimiento taponó la entrada de la cueva; por contraposición, esto permitió crear un microclima que permitió conservar las pinturas.
Pero las posteriores visitas tras su descubrimiento pusieron en peligro el microclima de la cueva, y también los posteriores muros que se construyeron para facilitar su acceso. Por eso, la cueva se cerró al público en 1979, aunque sí puede visitarse el Museo de Altamira y la Neocueva, que constituyen réplicas minuciosas de la original.