Desde la Antártida: de vuelta a casa

Los paleontólogos del buque Laurence M. Gould se despiden del resto del grupo antes de partir hacia el aeropuerto de Punta Arenas. Están un tanto frustrados porque el hielo cubrió todo el territorio que se proponían explorar. Por ende, no lograron hallar huesos de mamíferos o dinosaurios que pudieran aportar municiones a la teoría de cómo la Antártida fue una vez parte de un corredor de fauna entre Australia y Sudamérica. La próxima vez, se prometen, habrá que hacer el viaje en enero, cuando el hielo que cubre las islas antárticas se haya derretido un poco más.
Los geólogos tuvieron mucha más suerte porque la "geología" correcta estaba expuesta para tomar muestras. Recogieron varios miles de libras de piedras. Tendrán trabajo suficiente durante los próximos meses estudiando para ver si las rocas de ese lado del mar, o las de éste, en Sudamérica, tienen la misma polaridad, la misma orientación geomagnética, que demuestre que alguna vez estuvieron unidas.
Nosotros, los del equipo de biología y cambio climático en la Estación Palmer, estamos simplemente enamorados de la Antártida como tal. Y la Antártida es indiferente a todos nosotros. Su belleza continúa siendo letal. No importa cuántas comodidades y alta tecnología llevemos: el Sur Blanco es como un matón que se disfraza bajo un velo de hermosura y te seduce. Los tripulantes del Gould a veces dicen que ya han tenido suficiente de la Antártida, que no van a regresar nunca más. Pero terminan haciéndolo. Porque en la Antártida "no" siempre significa "sí".
Ángela Posada-Swafford
Repasa todo el viaje antártico de nuestra reportera más intrépida en nuestro Especial "Desde La Antártida"