Las charlas junto al fuego de los bosquimanos del Kalahari revelan la evolución social
Las charlas de noche alrededor del fuego ayudaron a las sociedades humanas primitivas a formar redes sociales complejas, según una investigación dirigida por la antropóloga de la Universidad de Utah (EE.UU.) Polly Wiessner.
Las charlas de noche alrededor del fuego ayudaron a las sociedades humanas primitivas a formar redes sociales complejas, según una investigación dirigida por la antropóloga de la Universidad de Utah (EE.UU.) Polly Wiessner.
Esta científica ha estudiado a los bosquimanos Ikung de una comunidad de Tanzania y Namibia desde hace 40 años y ha comparado sus conversaciones diurnas y nocturnas. Lo que ha comprobado es que, por el día, el intercambio de información se centra, al igual que ocurre en las sociedades urbanas modernas, en cuestiones productivas.
Un 34% de los diálogos son críticas y cotilleos sobre el comportamiento ajeno, un tipo de interacción que regula las relaciones sociales y que abunda en las oficinas de cualquier país. Otro 31 % se centra en cómo conseguir comida, que es la actividad económica principal de los bosquimanos. Un 16 % son chistes y comentarios humorísticos –otro comodín para socializar, muy común en los lugares de trabajo–. El resto se dedica a conversaciones sobre derechos de propiedad, relaciones interétnicas y asuntos diversos.
En cambio por la noche, cuando los bosquimanos se reúnen alrededor del fuego, la charla ya no se centra en el trabajo del día sino que los “tertulianos” dejan volar la imaginación y se embarcan en charlas cargadas de simbolismo. Según el estudio, presentado en la revista PNAS, en esos ratos de relajación nocturna hay recuerdos nostálgicos de cacerías del pasado, se habla de relaciones prematrimoniales, conyugales y extraconyugales entre hombres y mujeres, de los peligros que acechan –incendios forestales y animales salvajes– y de individuos de otras comunidades.
Dice Wiessner que cuando cae la noche, “la gente se relaja de verdad y busca el entretenimiento. Hay relatos e historias sobre personas que no están presentes pero forman parte de una red social más amplia, y se intercambian pensamientos sobre el mundo espiritual. También hay cantos y bailes que ayudan a estrechar los vínculos grupales”.
La investigación se ha limitado a los IKung del desierto del Kalahari, pero Wiessner recuerda que esas comunidades “viven de cazar y recolectar, tal cual hicieron nuestros ancestros durante el 99% de nuestra evolución”. Según la antropóloga, “hay algo en un fuego en medio de la oscuridad que une a las personas. Es un momento de intimidad, para compartir información social, distracciones y emociones.
Eso pudo favorecer durante la historia de la humanidad el desarrollo de capacidades cognitivas para formar comunidades con personas que no están presentes en el mismo lugar y tiempo pero sí en nuestras mentes. La luz eléctrica y la comunicación digital están convirtiendo las horas de oscuridad en tiempo económicamente productivo y están eliminando tiempo para las relaciones sociales y para contar historias. El día termina sin que hayamos dedicado un rato a reflexionar, revisar y arreglar nuestras relaciones”.