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Primeros pasos (y tropiezos) de la carrera espacial

Historia de la NASA, cómo se creó la agencia americana líder en vuelos espaciales, su lucha contra la Unión Soviética y todo sus logros.

Hoy en día, la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio) es sinónimo de la exploración del espacio exterior, que abarca desde vuelos tripulados a la órbita terrestre hasta satélites científicos innovadores y la exploración robótica de mundos distantes. Incluso cuando las empresas comerciales o las instituciones académicas aprovechan la publicidad de nuevos avances, a menudo son los fondos de la NASA los que los respaldan.

La agencia se creó hace unos sesenta años y, después de ganar la carrera espacial contra la Unión Soviética en la década de 1960, se convirtió en el líder indiscutible de los vuelos espaciales mundiales, dejando pequeños los esfuerzos de otras agencias competidoras, como las de Europa, China y la propia Rusia. Pero la historia de los vuelos espaciales antes de la NASA está lejos de ser un triunfo totalmente estadounidense: la agencia civil independiente nació en una época de crisis nacional y debe gran parte de su éxito a los avances realizados durante las décadas anteriores y en otros países.

La historia comienza en el tenso estancamiento político al final de la Segunda Guerra Mundial. Si bien una alianza en tiempos de guerra entre las potencias democráticas occidentales y la Unión Soviética comunista había sido vital para derrotar a la Alemania nazi, los últimos días de la contienda vieron a la Europa recién liberada dividida en dos esferas principales de influencia, desde el oeste y el este. La perspectiva de una nueva confrontación a largo plazo entre antiguos aliados era clara, y ambas partes estaban ansiosas por hacerse con el botín de guerra, incluida la avanzada tecnología de cohetes alemanes.

Si bien a principios del siglo XX hubo entusiastas de los cohetes en varios países que realizaban experimentos y formaban sociedades, el atractivo del cohete había sido mayor en Alemania. Sus científicos y soñadores se inspiraron en los escritos del primer defensor de los vuelos espaciales. Hermann Oberth. y su descripción en las primeras películas de ciencia ficción. Cuando el partido nazi tomó el poder a principios de la década de 1930, ellos también vieron el potencial del cohete como arma de guerra.

Algunos ingenieros de cohetes alemanes se negaron a unirse al esfuerzo militar, pero a otros les resultó difícil resistirse al atractivo de la financiación pública y el apoyo político. La mayoría estaban más interesados en los vuelos espaciales que en la guerra, pero los problemas de ingeniería eran los mismos: llegar al espacio requeriría un cohete mucho más grande que cualquier ingenio construido hasta ese momento, y la propia nave tendría el potencial de lanzar una carga explosiva mortal a lo largo de cientos de millas.

Pero el progreso fue lento y, cuando el cohete V-2, ideado por el genio de la Wernher von Braun, estaba listo para su producción, Alemania ya se encontraba inmersa en la Segunda Guerra Mundial. Los primeros cohetes que cayeron sobre Londres en septiembre de 1944 provocaron una muerte repentina y aterradora desde los cielos, pero llegaron demasiado tarde para afectar al resultado de la guerra en su conjunto.

Cuando la derrota de Alemania se hizo inevitable, las diversas potencias aliadas estaban ansiosas por obtener información sobre el programa V-2. El centro de investigación de Von Braun en Peenemünde se encontraba en el camino del avance del Ejército Rojo, pero cuando llegaron los soldados soviéticos, encontraron el lugar desalojado y la mayoría de su personal huido. El equipo de cohetes alemán se rindió más tarde, como esperaban, a los estadounidenses, mientras que los soldados norteamericanos también se hicieron con la fábrica principal de V-2, un complejo subterráneo conocido como Mittelwerk, donde los presos del cercano campo de concentración de Mittelbau-Dora, trabajaron y, muy a menudo, murieron en condiciones espantosas.

El ejército de Estados Unidos rápidamente comenzó una reubicación total de equipos, documentos, piezas de cohetes e ingenieros alemanes a suelo norteamericano. El reclutamiento de los científicos del V-2, conocido como Operación Paperclip, sigue hoy siendo controvertido, pero jugarían un papel clave en los primeros programas espaciales de Estados Unidos y el eventual éxito de la NASA. Por lo tanto, este país tuvo una clara ventaja durante la posguerra en la carrera por desarrollar nuevos misiles de largo alcance, con el potencial de volar en trayectorias balísticas sobre la atmósfera de la Tierra. Ahora bien, su impactante derrota en los primeros días de la carrera espacial se debió en parte a el genio del diseñador jefe soviético, Sergei Korolev, y también a la mala gestión y el desinterés político en Estados Unidos.

Al equipo de Von Braun se le encomendó la tarea de reensamblar y lanzar los cohetes V-2 capturados en el campo de pruebas White Sands, en Nuevo México. Varias pruebas anteriores de los V-2 ya habían alcanzado altitudes de más de 100 kilómetros, lo que los convirtió en los primeros objetos artificiales en llegar al espacio exterior; pero en White Sands, los ingenieros comenzaron a trabajar en modos de alcanzar velocidades y altitudes mayores, lanzando instrumentos científicos en cortos saltos suborbitales al espacio y recogiendo datos desde la órbita.

En febrero de 1949 se produjo un hito con el lanzamiento del Bumper 5, que usaba un V-2 modificado para llevar un cohete sonda WAC Corporal a gran altura antes de soltarlo. El propio motor del Corporal lo llevó mucho más arriba, a una altitud de casi 400 kilómetros y recogió datos sobre la temperatura espacial y la radiación solar a través de señales de radio.

Permanecer en el espacio, sin embargo, era otro asunto. Impulsar una carga útil a las velocidades necesarias para lograr una órbita estable fue mucho más allá incluso de un V-2 modificado, y, aunque los estudios concluyeron que el lanzamiento de un satélite en órbita era técnicamente factible, arrojaron dudas sobre si los beneficios podrían superar los costes. El presidente Harry S. Truman fue famoso por su rechazo al concepto de viaje espacial; ya en 1956 lo descartó, por lo que los esfuerzos de investigación de cohetes se mantuvieron centrados solo en misiles.

Justo en este punto, las rivalidades internas asestarían un golpe significativo al dominio de los misiles de Estados Unidos. El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea estadounidenses (USAF) se enfrentaron para atraer la atención y la financiación de sus propios proyectos de misiles, y el resultado final fue una chapuza. Se encargó a la USAF la construcción de un misil intercontinental de largo alcance llamado Atlas y al Ejército se le pidió que se centrase en un misil de corto alcance. Por su parte, la Armada desarrollaría un cohete de investigación llamado Viking.

Como empleados del Ejército, Von Braun y su equipo se quedaron mirando mientras la USAF absorbía la mayor parte de la financiación de los cohetes y se retrasaba el desarrollo de Atlas, un vehículo capaz de lograr sus sueños de vuelos espaciales. Su propio proyecto Redstone, que lleva el nombre del arsenal del ejército en Huntsville (Alabama) donde se encuentran ahora, presentaba pocos desafíos nuevos y estaba listo para volar.

En 1951, los defensores de los vuelos espaciales que habían sido marginados comenzaron una ofensiva de relaciones públicas. Willy Ley, un conocido escritor científico que había huido de Alemania a Estados Unidos antes de la guerra, organizó un simposio sobre viajes espaciales en Nueva York. Esto llevó a una serie de artículos muy populares en la revista Collier´s , que describen la visión de Von Braun para la colonización del Sistema Solar. Walt Disney pronto los adaptó en una serie de televisión y los trajes de astronauta comenzaron a venderse más que los pantalones vaqueros.

Los vientos políticos también estaban cambiando. El año 1952 vio el anuncio de un próximo Año Geofísico Internacional (IGY) en 1957-58, una oportunidad para la cooperación científica, más allá de las barreras de la Guerra Fría, y un momento ideal para lanzar los primeros satélites. También vio la elección de Dwight D. Eisenhower, un nuevo presidente que estaba mucho más abierto al potencial que encerraban los viajes espaciales.

A mediados de 1954, se le pidió a Von Braun que se uniera a una conferencia de alto nivel para discutir posibles opciones de lanzamiento de satélites. Su solución era el proyecto Orbiter: un misil Redstone modificado rematado con cohetes de combustible sólido más pequeños que se dispararían en racimos para actuar como dos etapas superiores. Von Braun y sus colegas se acercaron al respetado científico James Van Allen para diseñar los instrumentos del satélite.

Cuando Estados Unidos reveló sus planes durante el IGY en diciembre de 1955, el proyecto Orbiter ya no era un tema relevante. Científicos rivales habían lanzado un ataque criticando el diseño de Von Braun como incómodo y arriesgado, y argumentaron que la contaminación del V-2 y el uso de un misil militar eclipsarían lo que debía ser un triunfo estadounidense. Eisenhower, que tenía sus propias preocupaciones sobre la militarización del espacio, fue persuadido de que abandonara el Orbiter en favor del proyecto Vanguard de la Armada, basado en un Viking. Mientras tanto, la Unión Soviética anunció sus propios planes para lanzar un satélite durante el IGY, aunque pocos en Occidente lo tomaron en serio.

El premio de consolación de Von Braun fue un contrato para realizar lanzamientos espaciales suborbitales limitados utilizando las etapas inferiores del Proyecto Orbiter para investigar los efectos de la reentrada atmosférica. Fue este proyecto, conocido como Jupiter-C, el que devolvió con éxito el primer objeto del espacio, un cono de nariz de misil modificado, en agosto de 1957.

En los meses siguientes, el largo preludio de la carrera espacial se acercó a su final. Mientras la Armada se apresuraba a probar las etapas de su cohete Vanguard, la Unión Soviética estaba preparando en secreto un hito espacial propio. Desde una posición inicial débil, Sergei Korolev y sus ingenieros habían logrado una hazaña notable en la construcción del misil R-7, un cohete monstruoso cuya primera etapa consistía en cuatro propulsores, cada uno más grande que un V-2, agrupados alrededor de un núcleo central. Una fase superior de cohete le dio al R-7 la capacidad de poner un satélite en órbita, uno mucho más grande que los objetos del tamaño de un pomelo que se estaban preparando para lanzar con el Vanguard.

Los soviéticos jugaron su baza con una sincronización impecable el 4 de octubre, justo cuando se estaba reuniendo una conferencia del IGY en Nueva York. El lanzamiento del Sputnik 1 provocó una sacudida en todo el mundo y los medios de comunicación se apresuraron a publicar historias sobre lo que la nueva luna artificial podría significar para el equilibrio del poder global.

Mientras los estadounidenses miraban atónitos, Eisenhower felicitó con frialdad a los soviéticos por el lanzamiento de una 'pequeña bola' al espacio, e indicó que el lanzamiento del satélite Vanguard se llevaría a cabo, según lo planeado, a principios de diciembre... aunque no se había fijado la fecha.

Sin embargo, Wernher von Braun mantuvo la calma. Interrogado por el Secretario de Defensa, insistió en que un reinicio del proyecto Orbiter podría lanzar un satélite en noventa días. Pero no fue hasta noviembre –después de que los soviéticos enviaron el Sputnik 2, más grande y sofisticado, que transportaba la perra Laika–, cuando Eisenhower superó sus escrúpulos y dio luz verde.

A principios de diciembre el primer cohete Vanguard completamente ensamblado explotó momentos después del lanzamiento. Los medios, decepcionados, apodaron al satélite Flopnik.

A pesar del trabajo preliminar establecido, el equipo de Von Braun todavía tenía que correr para alcanzar su objetivo de lanzamiento a fines de enero de 1958. Los cambios cosméticos en el cohete, incluido el cambio de nombre a Juno, ayudaron a distanciarlo de sus orígenes militares, pero el satélite tenía que ser construido de cero. El diseño final, denominado Explorer 1, era una carcasa sólida modificada con la mitad superior asignada a los instrumentos científicos de Van Allen.

El exitoso lanzamiento del Explorer 1 el 31 de enero de 1958 restauró algo de honor al programa espacial de Estados Unidos, pero todavía estaba claramente a la zaga de los logros soviéticos. Con el inicio de la carrera espacial, las ideas se multiplicaban, desde satélites espías hasta naves espaciales tripuladas. La USAF, ansiosa por compensar el dominio del Ejército y la Armada en el espacio hasta ese momento, desarrolló varias opciones para el proyecto 'El hombre en el espacio cuanto antes'. Incluían aviones X propulsados por cohetes, aviones experimentales, diseñados junto con el Consejo Asesor Nacional de Aeronáutica, y una cápsula tripulada lanzada por un misil Atlas.

Ansioso por evitar una rivalidad más dañina, el presidente Eisenhower ordenó que todos los proyectos espaciales deberían estar bajo el control de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA) del Departamento de Defensa. También pidió a un comité de asesores que elaborara planes a largo plazo para un programa nacional de ciencia espacial.

Unas semanas más tarde, el comité entregó su recomendación para una nueva agencia espacial civil que sucedería a la NACA y controlaría todos los proyectos espaciales, excepto aquellos con aplicaciones explícitamente militares. El 2 de abril, Eisenhower dio su respaldo formal, y pidió la creación de una Agencia Nacional Aeronáutica y Espacial con amplios poderes y responsabilidades. La NASA entró en vigor el 29 de julio de 1958.

En los años siguientes, la nueva agencia absorbería muchos de los esfuerzos espaciales anteriores de Estados Unidos. El equipo de Von Braun en Huntsville, por ejemplo, formó el núcleo del nuevo Centro Marshall de Vuelos Espaciales, mientras que la investigación de Man in Space Soonest resultaría útil para diseñar la cápsula Mercury que llevó a los primeros estadounidenses al espacio. Tras un período inicial fascinante, la creación de la NASA aportó un enfoque necesario al esfuerzo espacial de Estados Unidos en la carrera para poner astronautas en la Luna.

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