Apolo 11, un viaje infernal
La llegada a la Luna en 1969 no fue precisamente un camino de rosas. Estas fueron las dificultades a las que tuvieron que enfrentarse Aldrin, Armstrong y Collins.
Hoy en día es difícil para muchos comprender que hace 52 años la humanidad logró una de las mayores hazañas tecnológicas de todos los tiempos. Menos de nueve años después de que el presidente Kennedy se fijara el objetivo de llevar a un hombre a la superficie de la Luna y devolverlo sano y salvo a la Tierra, la NASA logró ese objetivo tan asombroso el 20 de julio de 1969.
Esos años intermedios habían sido una carrera absolutamente excitante para la NASA. Comenzó con el vuelo suborbital de quince minutos de Alan Shepard en el Mercury, en 1961, y fue avanzando a través de una serie de hitos orientados a pisar nuestro satélite natural: se sufrió la pérdida de una cápsula Mercury y el casi ahogamiento de su piloto Gus Grissom; se logró el reingreso de John Glenn con un cohete retro todavía conectado a su cápsula Friendship 7; se llevó a cabo una gran cantidad de misiones Géminis de gran éxito, incluida una que casi se sale de control y amenazó en potencia la vida del astronauta que en 1969 daría ese primer paso histórico; y luego se completaron cuatro misiones Apolo, dos en órbita terrestre baja y dos que orbitaban la Luna, y una más para probar el sistema completo. La NASA tuvo que soportar la catastrófica pérdida de Grissom y sus dos compañeros de tripulación, Edward White y Roger Chaffee, en 1967, en el trágico incendio del Apolo 1 en la plataforma de lanzamiento, pero la NASA había decidido continuar, y rediseñó completamente el módulo de comando lunar. Efectuó cambios importantes en el módulo de aterrizaje lunar –el LEM– en ese corto espacio de tiempo.
En medio del triunfo y la tragedia, el 16 de julio de 1969 la NASA estaba lista para ir a la Luna. Sin embargo, las pruebas y tribulaciones de los años anteriores no habían terminado y la tripulación de tres hombres del Apolo 11 –Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins– se enfrentaba a uno de los vuelos espaciales más dramáticos de la historia.
Recordamos las primeras palabras históricas pronunciadas en la superficie lunar y la euforia de la mayor audiencia televisiva, hasta ese momento, cuando vieron esas imágenes granuladas en blanco y negro de la Luna... Pero hay mucho más en la misión del Apolo 11 que no son tan conocidas.
Su primera tarea, por supuesto, fue dejar la Tierra a lomos del poderoso cohete Saturno V, el cohete más alto y potente jamás construido. Muchos astronautas que fueron propulsados al espacio por el Saturno V lo describen como un viaje muy suave. Se cita a Armstrong diciendo que, si bien el lanzamiento para todos los que lo vieron en Cocoa Beach o en Cabo Cañaveral fue ensordecedor, la tripulación solo detectó un ligero aumento en el ruido de fondo, muchas sacudidas y una sensación similar a estar a bordo de un gran avión a reacción en el despegue. Sin embargo, por muy suave que fuera el viaje, estar encima de tanto combustible para cohetes siempre fue una experiencia peligrosa.
'Una misión espacial nunca será una rutina, porque estás poniendo a tres humanos encima de una enorme cantidad de alto explosivo', afirmó Gene Kranz, director de vuelo para el aterrizaje lunar del Apolo 11. Si había algún nerviosismo, los astronautas no lo sentían, según Aldrin. “Sentimos que nuestra supervivencia tenía una probabilidad del 99 %. Hubo muchos riesgos involucrados, pero también muchos puntos para abortar la misión sin continuar con algo peligroso'.
Una vez en el espacio, el módulo de mando y servicio tuvo que rotar y acoplarse con el módulo lunar, que estaba incrustado en la fase final S-IVB del cohete Saturno V. Después de que las dos naves espaciales se acoplaran, volaron hacia la Luna y dejaron la etapa S-IVB en el espacio detrás de ellos.
Más tarde, la tripulación vio algo extraño afuera. Una luz que parecía seguirlos. Cuando Collins usó el telescopio de a bordo para verlo, no pudo distinguirlo: parecía una serie de elipses, pero, al enfocar el telescopio, parecía en forma de L... Esa podría haber sido la forma en que la luz del sol se reflejaba en él.
Reticentes a decir al control de la misión en Houston (Texas) que estaban siendo llevados a la Luna por un ovni, la tripulación preguntó con cautela cuál era la situación del cohete S-IVB. “Unos momentos después volvieron a nosotros y dijeron que estaba a unos 9 . 65 0 km de distancia”, recordó Aldrin. 'Realmente no pensamos que estábamos viendo algo tan lejano, así que decidimos irnos a dormir y no hablar más de eso'.
Aldrin no cree que fuera una nave espacial extraterrestre, pero es más probable que el Sol se reflejara en uno de los cuatro paneles de metal que se desprendieron de la plataforma del cohete cuando se acoplaron al módulo lunar.
Durante casi cuatro días, el Apolo 11 viajó hacia la Luna. Ya en su órbita, Armstrong y Aldrin subieron al módulo lunar, el Eagle, y se despidieron de Collins, quien permanecería en el módulo de mando dando vueltas alrededor de la Luna.
Mientras el Eagle volaba alrededor del otro lado de la Luna, las cosas en el control de la misión se estaban volviendo tensas. 'Había un grado de seriedad en el control de la misión que ni siquiera había visto en el entrenamiento', comentó Kranz. “Fue entonces cuando me di cuenta de que este era el verdadero asunto: hoy, aterrizamos en la Luna”.
Casi inmediatamente después de separarse del módulo de mando, hubo problemas. La comunicación por radio con el Eagle era, en el mejor de los casos, incompleta. De hecho, estaban llegando a un punto sin retorno, en el que el aterrizaje ya no podía abortarse si algo iba mal.
“Dependía de mí decidir si teníamos suficiente información para tomar la [decisión] de ir o no ir y continuar el descenso a la Luna”, dijo Kranz. Entonces, cinco minutos antes de que comenzara el descenso motorizado a la superficie lunar, con la comunicación por radio entrando y saliendo, Kranz pidió a sus controladores de vuelo que le dieran su aprobado o su negativa, según el último cuadro de datos que vieron. Todos dijeron '¡Vamos!'. Y luego las cosas pasaron de mal a casi catastróficas.
La computadora de guía de la nave espacial, desarrollada en el MIT bajo los auspicios de Charles Draper (el laboratorio del MIT ahora lleva su nombre) era un sistema de 2MHz que fue el primero en el mundo en usar circuitos integrados. Su memoria fija era un core rope (núcleos cableados) ingeniosamente diseñado que consistía en un conjunto de pequeños aros que las little old ladies (como se conocía a las trabajadoras manuales), junto con máquinas, pasaban a código a través o alrededor de los aros para dar a la computadora su valor 1 o 0. Si el código del MIT se subprocesaba incorrectamente, el programador tenía que revisar laboriosamente los núcleos tejidos por las operarias y depurarlo.
Cuando la tripulación se acercaba a la Luna para el aterrizaje, la computadora activó varias alarmas. “Toda la información que estábamos viendo desapareció, y en su lugar nos dio el número de código de la alarma”, dijo Aldrin. 'Fue perturbador y desconcertante, y no sabíamos lo que significaba'.
Las alarmas 1201 y 1202 eran códigos oscuros (y, de hecho, el mismo error) que aparecieron cuando Armstrong intentó bajar manualmente el módulo lunar. Nadie parecía saber qué significaban los códigos, a excepción de dos hombres: Jack Garman, un ingeniero informático de la NASA que antes se había encontrado con los códigos durante la ejecución de unas prácticas; y Steve Bales, que era el oficial de orientación del Apolo. Las alarmas estaban siendo causadas por un problema con el radar de aterrizaje que estaba robando preciosos ciclos de computación, y el algoritmo de control del acelerador apenas funcionaba. Los 72 kb de memoria de la computadora, apenas insuficientes para escribir una oración en un procesador de texto moderno, luchaban mientras los comandos se desbordaban. Garman sabía que era seguro continuar y permitir que la computadora manejara los asuntos. Sus rutinas de programación de prioridades, que han formado parte de la base de una gran cantidad de código moderno, estaban abandonando tareas de menor prioridad en favor de las críticas para el aterrizaje lunar.
Cuando el módulo de aterrizaje Eagle se acercó a la superficie en automático, Armstrong y Aldrin se dieron cuenta de que el paisaje en la superficie de la Luna fuera de la ventana no les parecía familiar. 'Creo que nos hemos ido un poco de largo', comentó Armstrong, refiriéndose a que el Eagle se pasó el lugar de aterrizaje planeado. Delante de ellos, dentro de un cráter, había un campo de rocas de aspecto peligroso, y caer sobre cualquiera de esas rocas gigantes del tamaño de casas habría dañado o quizá incluso destruido el Eagle. Armstrong tomó el control manual, y usó los propulsores del módulo para llevar al Eagle por encima del campo de rocas. Pero ahora el combustible se estaba agotando y no había vuelta atrás. Armstrong tenía que aterrizar el Eagle, en algún lugar, en cuestión de minutos, o se quedarían sin combustible y se estrellarían.
'Nunca habíamos estado tan cerca de ello en el entrenamiento', dijo Kranz. 'Pusimos en marcha un cronómetro, con un controlador que cancela los segundos de combustible restante'.
Si las cosas estaban tensas en el control de la misión, a bordo del Eagle, Armstrong y Aldrin tenían todo dominado. Con solo trece segundos de combustible, el Apolo 11 hizo su aterrizaje seguro en el Mar de la Tranquilidad. Se había hecho historia. 'Houston, aquí Base Tranquilidad', dijo Armstrong a casa por radio. 'El águila ha aterrizado'.
En privado, Aldrin sacó una pequeña copa, un poco de vino y pan, y celebró una Sagrada Comunión. El vino, bajo una sexta parte de la gravedad terrestre, aparentemente se enroscó en la copa. Después de leer una sección del Evangelio de San Juan, Aldrin dijo algunas palabras, y Armstrong lo miró respetuosamente. La NASA había sido amenazada con acciones legales por Madalyn O'Hair, una atea, después de que la tripulación del Apolo 8 hubiera leído el libro del Génesis, por lo que la sincera ceremonia de Aldrin nunca llegó a las ondas. Aldrin, sin embargo, siempre se ha contentado con la idea de que los primeros alimentos y bebidas consumidos en la superficie lunar fueron los de una comunión.
El plan original había sido que la tripulación durmiera un poco, pero con tanta adrenalina corriendo por sus venas, eso no podía suceder. Así que a las 14:39 horas del 21 de julio, Armstrong atravesó la escotilla y bajó la escalera antes de pisar por primera vez la superficie lunar y decir esas palabras inmortales: “Ese es un pequeño paso para [un] hombre, un gran salto para la humanidad".
Armstrong y Aldrin solo tuvieron unas pocas hora no solo para recolectar muestras de rocas valiosísimas, sino también para implementar una serie de experimentos en la superficie selenita. Se desplegaron pruebas de viento solar, un catadióptrico láser que todavía se usa para medir la distancia Tierra-Luna, sismómetros y más. Se cita a Armstrong diciendo que se sentía como un niño de cinco años en una tienda de golosinas, sin tiempo suficiente para hacer todas las cosas que quería.
Estar en la Luna debe haber sido una experiencia increíble. Aldrin describió la escena a su alrededor como una de 'magnífica desolación', y agregó que 'se podía mirar al horizonte y ver con mucha claridad, porque no había atmósfera, no había neblina ni nada'.
Mientras Armstrong caminaba colocando instrumentos y recogiendo rocas, Aldrin saltó sobre la superficie, y probó cuál era la mejor manera de moverse en la baja gravedad. La mayoría de las fotografías tomadas durante el aterrizaje son de Aldrin en la superficie; apenas media docena muestran a Armstrong, y ninguna claramente. Eso es porque Armstrong tuvo la cámara durante la mayor parte del paseo por la Luna.
Mientras estaba en la superficie, la tripulación también tuvo importantes problemas con la bandera estadounidense. Tenía un brazo articulado telescópico para sostenerlo en lugar del viento que habitualmente empuja las banderas. Los dos tripulantes lucharon para que el brazo se extendiera por completo, pero fue imposible, por lo que la bandera tenía un pequeño pliegue. También descubrieron que era casi imposible lograr que el asta de la bandera se hundiera lo suficiente en el suelo y, al final, solo lograron que se mantuviera en posición vertical. A ambos miembros de la tripulación les preocupaba que se cayera en directo por televisión, tal vez porque el presidente Nixon estaba hablando por teléfono con ellos. Pero se mantuvo erguida durante las transmisiones y las llamadas telefónicas.
Después de recoger sus rocas y volver a trepar al módulo lunar, la tripulación se quitó las botas y las mochilas y comenzó a arrojar cualquier cosa que no fuera de vital importancia a la superficie lunar. Esto incluyó bolsas de orina, paquetes de alimentos vacíos, cámaras vacías.... Pero para la tripulación, simplemente se interponían en el camino y no eran necesarios.
Hubo tiempo para una crisis final. El interior del módulo lunar estaba abarrotado y, moviéndose con sus voluminosos trajes espaciales, uno de los astronautas había desactivado el interruptor del disyuntor que disparaba el cohete de ascenso que los llevaría a casa.
Este fue un verdadero cuello de botella para la misión. 'Si por alguna razón el motor de ascenso no funcionaba, no había forma de rescatar a la tripulación', dijo Kranz. Armstrong y Aldrin quedarían varados en la Luna. La preocupación era tal que el presidente Nixon tenía preparado un discurso, mientras que el control de la misión cerraría las comunicaciones con Armstrong y Aldrin después de que un clérigo 'condenara sus almas a lo más profundo de las profundidades'. Sin ese disyuntor, la tripulación se enfrentaba a ese destino solitario, pero su entrenamiento no les habría permitido darse por vencidos. 'En lugar de preocuparnos por cosas como esa, las afrontaríamos cuando llegara el momento y trabajaríamos tan duro como pudiéramos para solucionar el problema hasta que se nos acabara el oxígeno', dijo Aldrin.
Al final, la solución fue notablemente simple. Clavando el extremo de un bolígrafo en la ranura donde había estado el interruptor roto, Aldrin pudo presionar el disyuntor. El cohete de ascenso se disparó y los dos caminantes lunares estaban de camino a casa, tras un encuentro con Michael Collins en el módulo de comando. Cuando el Eagle despegó, la bandera finalmente voló, y hasta el día de hoy permanece aplastada contra la superficie lunar y blanqueada por la radiación solar.