Paul Butler: "Hemos encontrado planetas que nadie hubiera imaginado "
Desde que en 1995 participó en el primer hallazgo de un exoplaneta, Paul Butler no ha dejado de buscar cuerpos celestes fuera del Sistema Solar. Junto con su equipo de la Carnegie Institution de Washington, es el descubridor de más de la mitad de los planetas que se conocen más allá de nuestras fronteras.
Autor: Elena Sanz
Paul Butler parece un típico americano desenfadado, fuertote y bonachón, pero tiene algo especial: forma parte de esa tribu de astrónomos que cada pocos días anuncian el descubrimiento de nuevos planetas extrasolares, los que orbitan en torno a una estrella que no es el Sol. Su dedicación tiene un punto de romanticismo, no en vano pasa cien noches al año observando las estrellas. Pero él recuerda que su trabajo transcurre más bien "como el de un mecánico de Fórmula 1", dedicado a mejorar las tecnologías de localización planetaria sin las cuales no se hubiera podido puntear el mapa del universo con tantos nuevos colegas de la Tierra.
-¿Cuál es su estrategia para cazar planetas?
-La Vía Láctea se extiende hasta una distancia de 100.000 años luz y nosotros nos centramos en distancias de 150 años luz. Así, si la Vía Láctea fuera España, sólo estaríamos analizando Barcelona, Madrid o Sevilla. Nuestro objetivo son los planetas que orbitan alrededor de las 2.000 estrellas más cercanas al Sistema Solar, del total de 200.000 millones que hay en nuestra galaxia. Trabajamos con ellas porque son las estrellas más brillantes y podemos analizarlas mejor. Después de que nosotros las detectemos, pueden ser identificadas con otras tecnologías, como la astrometría y la toma directa de imágenes. Los cazadores de planetas somos la avanzadilla, los exploradores del nuevo territorio, como Colón y los otros navegantes europeos que conquistaron América.
-Pero Colón buscaba algo que no encontró.
-Bueno, a nosotros nos pasa un poco lo mismo. Cuando todavía no se habían descubierto planetas extrasolares, creíamos que encontraríamos objetos semejantes a los del Sistema Solar, rocosos como la Tierra o gaseosos como Júpiter. La realidad ha sido que hemos encontrado astros con atributos que nadie hubiera imaginado. Por ejemplo, 51 Pegasi b, el primer planeta extrasolar hallado en 1995, es del tamaño de Júpiter pero tiene una órbita minúscula, con un período de sólo cuatro días alrededor de su estrella. Es decir, está más cerca de ella que Mercurio del Sol. Por eso tiene temperaturas terriblemente altas.
-¿Cómo contribuyó usted al descubrimiento de ese primer planeta extrasolar?
-El 6 de octubre de 1995, un grupo suizo de la Universidad de Ginebra, nuestros principales rivales (risas), realizaron el descubrimiento. En aquel momento muchos científicos no creyeron en su existencia. Predominaba el escepticismo porque durante los quince años anteriores muchos astrónomos habían anunciado erróneamente el hallazgo de un planeta extrasolar. También influyó la extraña tipología del astro, con sus dimensiones jupiterinas y su pequeña órbita. Mi colega Geoffrey Marcy y yo, del grupo de búsqueda de planetas extrasolares de las universidades de California y Carnegie, tuvimos la suerte de disponer del telescopio a la semana siguiente del anuncio y pudimos corroborarlo. Tardamos cuatro noches, tantas como días tiene su órbita. Nuestra confirmación causó una gran conmoción, y después de aquello encontramos los cinco siguientes planetas extrasolares.
-¿Y ahora, cuántos planetas se conocen fuera de nuestro Sistema Solar?
-¡Se han descubierto tantos que no llevo la cuenta! La cifra está alrededor de 250, y entre el grupo suizo y nosotros hemos encontrado alrededor del 85% o el 90% de ellos. Cada semana o cada quince días se anuncia que se ha localizado otro. Y ambos grupos tenemos más en la lista de espera, estamos preparados para publicar nuevos descubrimientos. Esto resultaba inimaginable cuando, no hace tanto, todavía no habíamos encontrado ninguno.
-¿Cómo ha podido acelerarse tanto nuestro conocimiento?
-Somos los beneficiarios de los grandes avances en computación y en digitalización, productos del trabajo de gente muy inteligente. En 1993, yo necesitaba semanas o meses para analizar en el ordenador una observación astronómica de una noche. Ahora lo hago en cinco minutos gracias a la ley de Moore -el principio informático según el cual los chips doblan su capacidad cada dos años-. De todas maneras, por ahora sólo hemos podido averiguar que el 10% de las estrellas tiene planetas. Cuando nuestra tecnología mejore, seguramente comprobaremos que hay más.
-En realidad, ustedes todavía no pueden ver directamente los planetas extrasolares.
-No, trabajamos con técnicas indirectas y lo que percibimos es la luz de una estrella. En torno a ella orbita un planeta que no vemos, pero sabemos que influye gravitacionalmente en su movimiento. Si descomponemos la luz de la estrella mediante espectroscopía de alta resolución, podemos deducir la presencia de un planeta, su órbita e incluso su masa. Para todo este proceso utilizamos telescopios ópticos muy potentes. Las imágenes que toman se introducen en el ordenador a través de detectores CCD, como los de cualquier cámara digital, para analizarlos con el espectrógrafo. El problema es que esa luz tan lejana a veces se traduce en poco más que un píxel luminoso en el ordenador, pero su análisis nos ofrece muchos datos.
-Así pues, buena parte de su trabajo no es con el telescopio, sino con el PC.
-Muchos creen que, como soy astrónomo, estoy siempre mirando a las estrellas, pero la mayor parte de mi tiempo lo paso pensando en pequeñas ideas técnicas para mejorar la precisión de nuestras observaciones. Es un trabajo parecido al de los mecánicos de un coche de carreras, que intentan conseguir más velocidad para su bólido. Por ejemplo, la mayoría de los planetas que hemos descubierto son del tamaño de Júpiter -con una masa que es 300 veces la de la Tierra-, pero eso no quiere decir que el universo sea así, sino que nuestra tecnología está más preparada para localizarlos.
-¿Puede explicar esta idea con un poco más de detalle?
-Al principio sólo detectábamos planetas grandes y con pequeñas órbitas, que eran más fáciles de observar con el margen de error con el que operábamos, de 300 metros por segundo. Los planetas más pequeños se mueven a doce metros por segundo. En los últimos tiempos, nuestro grupo y el equipo suizo hemos desarrollado tecnologías de precisión que nos permiten detectar movimientos de diez metros por segundo, y nos estamos acercando a velocidades de un metro por segundo. Así podremos descubrir planetas más pequeños, similares al nuestro, como uno que encontramos en 2005 que sólo es 6,5 veces más masivo que la Tierra.
-¿Cuándo será posible ver directamente estos planetas similares a la Tierra?
-Yo tengo 46 años y espero llegar a ver su foto (risas). Hace diez años no se sabía siquiera que las estrellas más cercanas tuvieran planetas. La NASA y la ESA sueñan con enviar al espacio telescopios que tomen estas instantáneas, aunque todavía faltan 15 o 20 años. Cuando se consiga, no veremos gran cosa, porque la foto será de un solo píxel, pero bastará para que el análisis espectral nos permita descifrar la química del planeta. Será apasionante.
-El descubrimiento en 2007 del planeta extrasolar HD 189733 b ha despertado muchas expectativas por sus similitudes con las condiciones de vida terrestre. ¿Hay motivos para pensar que puede existir vida en él?
-Con una órbita de sólo dos días en torno a su estrella, el HD 189733 b es un asador inhabitable. De todas formas, el descubrimiento de vapor de agua en él resulta excitante. Se sabe ya que el agua es una sustancia común en toda la galaxia, y este descubrimiento sugiere que, además, está incorporada a los planetas extrasolares.
-¿Conocemos mejor ahora el universo?
-Sí, pero la principal conclusión que hemos obtenido es que todo lo que sabíamos hace diez años estaba equivocado. Los humanos somos increíblemente ignorantes, y además, arrogantes. Lo que ignoramos del universo es mucho más importante que lo que sabemos de él.
José Ángel Martos