Paul Kurtz: "La creencia en lo paranormales es un problema de desinformación"
"La creencia en lo paranormales es un problema de desinformación" Este profesor emérito de filosofía de la Universidad de Bufallo (Nueva York) lidera el club científico más ecléctico del mundo, el CSICOP (Comité para la Investigación de Supuestos Fenómenos Paranormales). Entre sus miembros lo mismo hay un premio Nobel de física que un mago ilusionista, y lo único que les une es su interés por combatir el fraude pseudocientífico. Kurtz es, además, director de dos revistas de gran difusión, "The Skeptical Inquirer" y "Free Inquiry", y ocupa el cargo de vicepresidente de la Unión Humanista y Ética Internacional.
A Paul Kurtz le conocen todos los astrólogos, parapsicólogos, videntes y ufólogos de Estados Unidos. No en vano, a través de las páginas de su revista The Skeptical Inquirer, se dedica a desmontar, uno por uno, los fraudes más comunes del mundo paranormal. Para tal empeño se ha rodeado de colaboradores tan eminentes como Martin Gardner, Carl Sagan, Murray Gell-Mann, Stephen Jay Gould, Mario Bunge, Susan Blackmore y una interminable lista de científicos de primer orden, premios Nobel incluidos. Todos ellos escriben para la revista de Kurtz y se reúnen bajo su presidencia en el club de científicos escépticos más importante del mundo, el CSICOP (Comité para la Investigación Científica de Supuestos Fenómenos Paranormales).
Pero Kurtz, además de un incansable combatiente contra la pseudociencia, es la voz más autorizada del humanismo mundial. Sigue a rajatabla la consigna que Protágoras lanzó hace veinticinco siglos, "el hombre es la medida de todas las cosas", y defiende el primer derecho del ser humano: la libertad de no creer.
Pero Kurtz, además de un incansable combatiente contra la pseudociencia, es la voz más autorizada del humanismo mundial. Sigue a rajatabla la consigna que Protágoras lanzó hace veinticinco siglos, "el hombre es la medida de todas las cosas", y defiende el primer derecho del ser humano: la libertad de no creer.
-Así que, con permiso de Protágoras, podríamos decir que la evidencia científica es la medida de todas las cosas...
-La base de la ciencia es la combinación de evidencias demostrables, construcciones teóricas y predicciones experimentales. Sobre estos tres ladrillos debe construirse el pensamiento científico humano y no puede faltar ninguno de ellos. Pero lo más importante, sin duda, es la presencia de evidencias. Si lanzamos una teoría y no podemos comprobarla, nos quedamos en mera especulación.
-¿Y cuál cree que es el papel del pensamiento no científico, de la filosofía, del arte... en el desarrollo de la humanidad?
-Evidentemente, el ser humano es muy rico y complejo y todas esas cosas son, por supuesto, partes fundamentales de su desarrollo. El arte, la moral y la filosofía son las actividades más elevadas, pero hay otras formas de construir la cultura menos abstractas, como los deportes, los juegos, la sexualidad. Todo ello forma parte de lo que somos. Sin embargo, si nos referimos al estricto conocimiento del mundo que nos rodea, no tenemos más remedio que asegurar que el método científico es el arma más poderosa del ser humano para cambiar el mundo.
-Usted ha dicho que la mejor imagen de la realidad es la que dibujan las ciencias de la naturaleza, de la sociedad y del comportamiento. ¿Es esto un llamamiento a la interdisciplinariedad?
-Sí. La expansión del conocimiento humano a través de la ciencia sólo puede ser detenida por una amenaza: el exceso de especialización. Hoy en día, uno puede ser un experto en informática y no saber atarse los cordones de los zapatos. O ser un gran matemático y no conocer una palabra de biología. Eso es un obstáculo para la evolución científica.
-¿Cuál es el papel de la ciencia en el mundo de hoy?
-Por supuesto, la ciencia tiene una gran responsabilidad social. Y para cumplirla en perfectas condiciones debe haber una absoluta libertad para investigar. No puedes dar un sentido social a tu trabajo si te limitan el campo de actuación. No puedes tener a los poderes religiosos, económicos o políticos pidiéndote resultados todos los días. La ciencia sólo está al servicio de la humanidad.
-¿Pero no cree que, a veces, la ciencia y la tecnología sólo sirven a unos pocos privilegiados que gozan de recursos para acceder a ellas?
-Puede ser, por desgracia. Mirando a España, por ejemplo, que tiene una maravillosa, rica y poderosa tradición cultural, pienso que necesita incrementar el uso de la ciencia y la tecnología para dar el salto definitivo al siglo XXI. Si no lo hace, se quedará atrás para siempre. En mi opinión, ésa debería ser la prioridad fundamental de todos los pueblos. Y eso se consigue con dinero, por supuesto, pero también con la educación y el desarrollo de un pensamiento crítico entre los ciudadanos.
-¿Cuáles serán las áreas más importantes en el desarrollo futuro de la ciencia?
-Nadie puede predecirlo, pero puedo sugerir algunas. La nanotecnología, por ejemplo, tiene mucho que ofrecer. En segundo lugar, la robótica y en especial lo que en Estados Unidos llamamos combots (computer robots), es decir, robots controlados por ordenador que, en ocasiones, son capaces de tomar algunas decisiones propias. También crecerán los estudios sobre la longevidad. Está claro que, si no tenemos accidentes, la gente podrá vivir 90 o 95 años y quizás las cosas vayan mejorando hasta superar los 100 o 115 años. Pero esto puede ser un arma de doble filo. Cada vez habrá más ancianos y las sociedades serán menos productivas. Algunas soluciones son ya aplicables. Por ejemplo, hoy en día es absurdo que tengas que jubilarte a los 65 años. A esa edad los hombres y mujeres de ahora son perfectamente capaces de desarrollar una labor útil. La investigación deberá conseguir no sólo una vida más larga, sino más saludable, eficaz y productiva.
-¿Qué es lo paranormal?
-Es algo que está muy de moda por el impacto en los medios de comunicación y por su atractivo popular. En realidad, no existe nada mágico, sino que hay fenómenos que aún están esperando una explicación científica.
-¿Piensa que el declive de las grandes religiones, en especial del cristianismo, tiene algo que ver con su auge?
-Sí. Creo que cuando las religiones tradicionales decaen, lo paranormal se convierte en algo muy atractivo. La fascinación por lo desconocido es inevitable y mucha gente confunde lo trascendental con lo paranormal. A mí me gusta llamar al esoterismo "la tentación trascendental". De hecho, pienso que la pseudociencia es una nueva religión. Y probablemente sea la mayor religión del mundo.
-Quizás su popularidad se deba a que ofrece explicaciones simples a los problemas del ser humano...
-Por supuesto. Pero a lo mejor ése no es el factor más importante para explicar el crecimiento de lo paranormal. Creo que los medios de comunicación son responsables de haber dado más importancia a la pseudociencia que a la ciencia. ¿Qué es más atractivo, hablar del triángulo de las Bermudas y de los círculos del maíz o explicar qué ve el Voyager cuando pasa junto a Júpiter? Para mí, el mundo real es más emocionante que cualquier cuento esotérico.
-Hay gente que opina que la creencia en lo paranormal en realidad es una patología...
-Hay quien dice eso incluso para las religiones. Bueno, en algunos casos lo es. Hay gente que se integra hasta límites paranoicos en ello, que incluso puede convertirse en una adicción. Pero yo más bien creo que la creencia en lo paranormal es un problema de desinformación, de falta de sentido crítico.
-A lo mejor, en lugar de luchar contra lo paranormal sería mejor tratar este problema como un fenómeno social y dedicar las investigaciones a saber por qué la gente cree en ello...
-Sí, muchas veces es un problema social y psicológico. Considero que lo paranormal sólo está en el ojo del creyente. Necesitamos ser críticos al pensar por qué convence a la gente. Por ejemplo, miremos la astrología. Este arte sufrió uno de sus mayores desarrollos gracias a Ptolomeo, que teorizó sobre los ciclos de los planetas alrededor de la Tierra. Después, la ciencia nos enseñó que la Tierra no era el centro del universo. La astrología quedó sin fundamento, y declinó en Inglaterra, Francia y otros muchos países durante los siglos XVI y XVII. Y ahora vemos que en el siglo XX vuelve de manera sorprendente. No hay evidencia alguna que corrobore que es cierta, pero ahí está... Y la gente se lo cree. Bueno, en realidad la ciencia sólo tiene 400 años de vida, así que todavía no hemos hecho lo suficiente para enseñársela a la gente.
-¿Piensa que la pseudociencia es una moda pasajera?
-No, por desgracia. Porque cada generación tiene su forma irracional de pensar y no se acaba el círculo vicioso. La propaganda pseudocientífica es muy poderosa y aparece en las revistas, en los libros, en la televisión, en las películas, en la radio... Es un producto que se vende bien. La única terapia eficaz contra esto es el pensamiento escéptico. Pero, ¡ojo!, el escepticismo debe ser positivo. Yo propugno practicar un nuevo escepticismo. Debemos afrontar las pseudociencias con conocimientos reales. No consiste sólo en dudar, dudar y dudar. La duda en un arma de la ciencia, pero tenemos también que ofrecer cuestiones indudables, comprobadas. Y para eso está el método científico.
Jorge Alcalde
Esta entrevista fue publicada en agosto de1995, en el número 171 de MUY Interesante