Cristina Garmendia: Quiero que la ciencia levante pasiones
"Quiero que la ciencia levante pasiones"Doctora en Genética Molecular y fundadora de una bioempresa de éxito, la Ministra de Ciencia e Innovación -que no está afiliada a ningún partido político- tiene dos apuestas claras: tender puentes entre la investigación y la industria y fomentar la cultura científica mediante la divulgación.
Autor: Elena Sanz
"Quiero que la ciencia levante pasiones"
En nuestro país, un ministerio específicamente dedicado a la ciencia es como el Guadiana. Su existencia irregular, unido a la falta de un gran pacto de Estado sobre investigación, hace que su consolidación sea complicada. Incluso el joven ministerio de Garmendia ha sufrido decisiones políticas incoherentes: comenzó haciéndose cargo de las competencias de la universidad, pero después de un año ya se las han quitado. Por otra parte, sólo Aragón, Andalucía y Murcia poseen una Consejería de similares características al ministerio que lidera Garmendia. En el resto de las comunidades, la ciencia ocupa su lugar clásico, como un pequeño apéndice de Educación. A juzgar por la distribución de las competencias autónomas y por los vaivenes en el Gobierno central, parece evidente que a los políticos españoles les cuesta encontrar un lugar donde colocar la ciencia.
Con el nombramiento de Garmendia, en abril de 2008, se ponía por primera vez al mando del Ministerio de Ciencia e Innovación a una persona proveniente del mundo científico y que, por tanto, conoce su funcionamiento. Sus predecesores en el antiguo Ministerio de Ciencia y Tecnología del gobierno de Aznar tenían perfiles muy alejados del ámbito de la investigación: Juan Costa provenía del derecho, y Josep Piqué y Anna Birulés, de la economía. Cristina Garmendia (San Sebastián, 1962) es una científica peculiar. No es fácil encontrarse con un investigador que posea un MBA (Máster en administración de empresas). Genetista y bióloga molecular, responde al modelo del científico norteamericano que salta al mundo de los negocios creando una empresa de éxito, Genetrix. Quizá por ello no resulta extraño escucharle hablar de la ciencia en términos empresariales, algo extremadamente raro en España.
-Si hablamos de nuestra ciencia, tenemos que empezar por la materia prima, los investigadores. En este sentido no hace falta mencionar las becas de investigación, en condiciones casi draconianas.
-Cierto. Con este tema venimos de un modelo muy precario. Yo lo he vivido: cuatro años de beca predoctoral y, si tenías suerte, encontrabas un buen destino postdoctoral fuera de España sin ninguna posibilidad de retorno. Pero hemos avanzado. Hoy damos a nuestros futuros científicos dos años de beca con seguridad social y dos más de contrato. Y la nueva Ley de la Ciencia dará un paso más, haciendo desaparecer el sistema de becas. Va a ser un gran logro.
-¿Desaparecerán entonces los becarios precarios?
-Ja, ja, ja... Cada vez que me hablan de ellos contesto que tengo a uno de sus promotores como jefe de gabinete.
-¿Y qué sucederá con nuestros científicos en el extranjero?
-Escucho muchas veces que tener científicos fuera de España es una tragedia. Tenemos que estar orgullosos de ellos, como lo estamos de Nadal y Pe, que triunfan fuera de nuestras fronteras. Los científicos españoles en el extranjero son un grandísimo activo porque nos ayudan a conectar nuestras redes con el país en el que están.
-¿Cuál es su valoración del programa Ramón y Cajal, que ha permitido el regreso de nuestros investigadores?
-En realidad ha hecho factible el retorno de talentos, tanto españoles como no españoles, y ha tenido un gran impacto en nuestra producción científica. Si lo unimos a programas como el Juan de la Cierva y otros territoriales -caso del excelente programa ICREA de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats-, hemos conseguido atraer a nuestro país entre un 40% y un 78% de científicos de fuera, independientemente de su nacionalidad. Esto ha dado una internalización a nuestro sistema de ciencia, que tiene un valor fundamental.
-Muchos opinan que el problema es la desconexión que existe entre la investigación y la empresa.
-Tenemos que seguir avanzando. Hay que fomentar la contratación dentro de las empresas. Hemos promovido un programa ad hoc, el Torres Quevedo, con el que financiamos a la empresa durante tres años para que contrate científicos y tecnólogos. Está teniendo un enorme beneficio sobre la I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) empresarial en todos sus ámbitos. Debemos transmitir que una de las estrategias más exitosas y productivas es la incorporación de personas procedentes de la ciencia y la tecnología al tejido empresarial.
-¿No es preocupante la desaparición de estudiantes en carreras de ciencias? ¿Está relacionado con que sea una profesión muy sacrificada y mal pagada?
-No es cierto que se estén desincentivando todas las carreras, sólo algunas. La nueva Ley de la Ciencia busca hacer de la actividad científica una profesión atractiva y bien remunerada. Quizá tenga que ver más con la dificultad que con el salario. Si nos comparamos con otros países, vemos que nuestros sueldos son en general más bajos, pero no sólo pasa en ciencia. Ahora bien, España no debería competir por los costes nunca más: nuestro activo es el conocimiento, el talento, la tecnología que seamos capaces de desarrollar. España tiene que competir por el valor añadido. Debemos hacer un tránsito a una economía basada en el conocimiento. Y todo pasa por carreras científicas bien dimensionadas y remuneradas.
-Resulta curioso que dos grandes temas estratégicos para un país, la educación y la ciencia, todavía carezcan de un pacto de Estado.
-Sólo con un gran consenso político puede salir adelante una ley que perdure, y su estabilidad es clave para poder dimensionar estrategias a medio y largo plazo. Esto es muy importante en ciencia para tener resultados. Por eso, estamos dedicando muchos esfuerzo a que la nueva Ley de la Ciencia sea ampliamente debatida por todos los colectivos: económicos, sociales asociaciones científicas, estudiantes... y con todos los grupos parlamentarios. Queremos que sea lo más consensuada posible. Por otro lado, en los últimos cinco años casi hemos triplicado los presupuestos dedicados a la I+D+i, se ha producido un gran avance en la estructuración del Plan Nacional y hemos impulsado la coordinación con las comunidades autónomas, con la creación del mapa de las Instalaciones Científico-Técnicas Singulares (ICTS).
Con todo esto quiero decir que España es ya un país de ciencia. Ocupamos el noveno lugar en producción científica. Ahora nuestro compromiso es que a medio plazo tengamos una potente industria científica. Este es el reto.
-Para ello habrá que empezar a patentar, algo en lo que no somos muy duchos.
-Tenemos dos barreras que debemos eliminar. Una es cultural, pues los científicos españoles no hemos tenido interés por patentar. Incluso durante mucho tiempo ha sido algo controvertido: el que se preocupaba por patentar era cuestionado. Yo misma lo he vivido. Por otro lado, la patente no ha estado incentivada, como en el caso de las publicaciones científicas, y un sistema de incentivos es clave.
-¿Cómo ha sido la evolución española en publicaciones y patentes?
-Si la producción científica mundial se ha duplicado, en España la hemos multiplicado por nueve. No es difícil ver que hemos llevado un recorrido extraordinario. En el caso de las patentes, somos uno de los países más dinámicos de Europa en términos de crecimiento, el problema es que provenimos de muy abajo. Una vez que ya hemos desarrollado la cultura de la patente, ahora hay que transferirla al sector productivo.
-Pero históricamente la empresa española no es muy dada a invertir en I+D+i.
-En los últimos años hemos tenido un gran competidor en el mundo de la construcción. Difícilmente se podía convencer a una empresa de las bondades de invertir en I+D+i cuando podía obtener una alta rentabilidad en muy corto plazo con el ladrillo. Ahora, a la vista de los hechos, sobran las explicaciones. Las compañías que invirtieron en I+D+i han mejorado en todos sus parámetros empresariales ¡y de forma espectacular! Si dentro de un mismo sector comparamos los resultados de las compañías que dedican parte de su presupuesto a I+D+i con los de aquellas que no lo hacen, en un año las primeras incrementan en un 16% su productividad y en un 18% su capacidad de exportación respecto a las segundas.
-¿Se ha percibido un aumento del número de empresas que han decidido invertir en I+D+i?
-No creo que nadie se cuestione si hay que hacerlo. Los datos de los últimos meses nos dicen que el 50% de las empresas que invierten lo hace por primera vez, y la mitad viene de sectores tradicionales, no tecnológicos. España no puede levantar el pie del acelerador en el esfuerzo innovador de su sistema productivo.
-Este año la convocatoria de ayudas a la divulgación científica de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) ha permitido que puedan presentarse empresas. Toda una novedad.
-No sólo empresas, sino ONGs o cualquier otro organismo que lo solicite. A cualquier institución que quiera hacer divulgación hay que darle esa oportunidad. Tenemos que innovar en los agentes y en los formatos. Una de las grandes debilidades de nuestro sistema está en la cultura científica y la innovación, y lo tenemos tan claro que es uno de los cuatro ejes del Ministerio. Y la FECYT cuelga directamente del ministro. Le damos máxima prioridad.
-Aunque tampoco se ha destinado mucho dinero este año para la divulgación...
-Ciertamente no ha habido para todos, pero sí se ha hecho un esfuerzo. Este programa ha tenido un 10% de incremento presupuestario. Los presupuestos de la FECYT son un 18% superiores a los del año pasado, con un capítulo especial para el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología.
-Hay algo que resulta llamativo: las instituciones de investigación afirman que la divulgación es importante, pero no tienen buenos departamentos de comunicación, y es el Ministerio quien los promueve a través de las unidades de cultura científica.
-Es misión del Ministerio poner en marcha todos los nuevos instrumentos de comunicación. Una vez hecho esto, exigimos un compromiso por parte de la institución. El siguiente paso es premiar ese compromiso, y distinguiremos entre los que lo hayan desarrollado y los que no. Hay que ser responsables con las decisiones.
-Por mi experiencia, los científicos anglosajones se explican mucho mejor ante el gran público que los españoles. ¿A qué se debe esa diferencia?
-El análisis es complejo, pero a mi parecer hay dos cuestiones que pueden darnos la clave. Una es que, por lo general, al investigador no le gusta divulgar y comunica para sus colegas, no para los profanos. Eso lo ha sufrido la sociedad. Tradicionalmente, el científico ha hablado para el científico en lenguaje científico, nunca se ha expuesto a los medios de comunicación. En nuestros centros no existe la tradición de convocar una rueda de prensa cuando se obtiene un gran resultado para explicar su relevancia y hacer público el orgullo de haberlo logrado. La otra cuestión tiene que ver con nuestro sistema formativo, donde no se da importancia a la habilidad en la comunicación, que es muy importante para la capacitación profesional. Esto el Plan Bolonia sí lo contempla, por cierto. Y ese tipo de aprendizaje tiene que empezar a adquirirse en el colegio, no en la universidad.
-¿Seguimos arrastrando la típica desconexión entre científicos y periodistas?
-Debería haber más periodistas especializados en ciencia en todos los medios y los científicos deberían estar más habituados a comunicarse con los informadores. ¿Cómo no vas a dar cuenta a la sociedad de tus investigaciones, si son públicas? Es algo obligado.
-Cuando era primer ministro, Tony Blair dijo que había que convertir a los científicos en estrellas.
-¡Claro! Lo tenemos que hacer, porque lo son. ¿Quién conoce a los científicos prestigiosos de este país?
-Dicen que la divulgación científica en televisión no es vendible, pero tenemos muy buenos ejemplos de lo contrario en Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Australia... Parece que donde no es vendible es en España.
-No soy una experta, pero en mi opinión quizá deberíamos diseñar programas dinámicos, abiertos, de formato original... y luego meterles contenidos, pero no al revés.
-¿Y también programas de ficción?
-¡Claro! Esos espacios son claves para crear referentes.
-Usted iba para física pero acabó siendo bióloga. ¿Qué pasó?
-Siempre me han apasionado las ciencias. En 3º de BUP tenía claro que haría Física, pero en COU tuve un profesor de Biología que iba mucho mas allá de la asignatura. Nos encargaba trabajos fascinantes. Nos llenaba de contenidos, traía estupendos materiales a clase, ¡y le encantaban la bioquímica y la genética! Así que ahí acabé.
-Y se fue de San Sebastián a Sevilla. ¿No había una universidad que estuviera más lejos?
-Elegí la de Sevilla porque era la única facultad en España donde rotabas por cuatro grupos de investigación distintos. La carrera estaba muy bien enfocada. Lo extraordinario de Sevilla era su departamento de genética. Lo que allí se hacía era una singularidad. Además, contaba con un catedrático excepcional, Enrique Cerdá, que además de investigar estaba totalmente volcado con sus alumnos. Era un profesor con un éxito docente increíble.
-¿En su época de investigadora no tuvo problemas por ser mujer?
-Personalmente no, pero los hay. Hay que incidir en la regulación y en la educación. En este sentido España es un país ejemplar dentro de Europa, con unidades de mujer y ciencia en todos los organismos públicos.
-¿No es curioso que el informe del CSIC sobre mujer y ciencia venga firmado por un hombre?
-Para nada. Es un tema que no tiene que ver con los hombres o las mujeres, sino con la sociedad.
-Como empresaria también conocerá los problemas laborales de la mujer.
-Mientras ser madre constituya una barrera, tenemos un problema. Esto se cambia con regulación. Es un deber de las empresas garantizar que no se produzca un impacto en la productividad por la contratación de una mujer embarazada. Y se puede hacer; yo lo he hecho en mi faceta empresarial.
-Aún se sigue preguntando en las entrevistas de trabajo si una mujer está casada o pretende ser madre.
-Pues quienes lo hacen debería empezar a preguntar a los hombres si van a ser padres. De las dos últimas personas que contraté, una embarazada y otra que había adoptado, ¡quienes iban a coger la baja eran los maridos! Esto es lo que tiene que empezar a pasar.
-El sistema empresarial es todavía muy reticente a que haya mujeres en puestos de decisión.
-Sin embargo, los estudios que miden el impacto de la mujer en las élites empresariales en términos de productividad señalan que es positivo, porque introduce diversidad.
-¿Por qué le apasiona la ciencia?
-Porque la ciencia es apasionante. Quien no lo sabe es porque no la ha descubierto. Yo espero que levante más pasiones. Y para eso, hay que explicarla aún mejor.
Miguel Ángel Sabadell