La misteriosa fórmula subatómica de Heim
A mediados del siglo pasado un físico sin manos, ciego y casi sordo que de niño quería ser “científico de cohetes”, publicó una fórmula que permitía calcular la masa de las partículas subatómicas, algo imposible teóricamente. Hoy seguimos sin saber cómo la obtuvo.

El 9 de febrero de 1925 nacía un chico especial, Burkhard Heim, hijo de un banquero y una actriz. De niño se imaginaba volando a sobre los cráteres de la luna. Con ocho años Heim ya tenía clara su vocación: ser "científico de cohetes".
En la Navidad de 1936 su padre le regaló un juego de química y con él llegó su segunda pasión, los experimentos pirotécnicos, que acabaron despertando inquietud y preocupación en sus vecinos. Sus juegos no le abandonaron hasta que en la primavera de 1944 se le asignó al Instituto Químico-Técnico del Reich para diseñar nuevos explosivos. Pocas semanas después, en mayo, un problema en una detonación de prueba le hirió gravemente: perdió ambas manos, sufrió graves daños auditivos y se quedó casi completamente ciego. Esta ceguera le llevó a desarrollar una memoria acústica espectacular: raramente olvidaba una fórmula si se la recitaban y era capaz de aprender un idioma en cuestión de días.

Burkhard Heim explicando su fórmula.
Comenzó a estudiar química y a pesar de ir superando los exámenes de la carrera, tuvo que abandonarla en invierno de 1948 porque su discapacidad le impedía realizar las prácticas. Al año siguiente se puso a estudiar física teórica al tiempo que se sometía a frecuentes operaciones de ojos y oídos (en total llegaron a medio centenar). Según la que sería su mujer, Gerda Hildegard Elisabeth, pasó el período de recuperación estudiando la teoría general de la relatividad de Einstein y sus intentos (fallidos) de desarrollar una teoría del campo unificado para la gravedad y el electromagnetismo. Pero su interés primario seguían siendo los viajes espaciales, y estaba convencido de que usar para ello motores químicos era muy poco realista. Así que se puso a desarrollar sus propias ideas sobre el tema.
Según su teoría del campo unificado, al igual que una carga eléctrica en movimiento produce un campo magnético, una masa en movimiento debería producir un campo gravitomagnético. Sobre esta base, postuló que se podría convertir la radiación electromagnética en una fuerza que llamó "contrabaria dinámica" que podría impulsar las naves espaciales.

Foto: Istock
Una teoría unificada de la gravedad y el electromagnetismo
El 5 de septiembre de 1952, dio una conferencia con el título "El principio del contrabarismo dinámico como solución al problema astronáutico" en el congreso de la Federación Astronáutica Internacional. Los contenidos eran un esbozo de su teoría sobre la gravitación y el electromagnetismo, y Heim afirmó que su nave espacial podía moverse libremente en el espacio, en la atmósfera y en el agua. Además de ser completamente silenciosa, los tripulantes no sentirían ninguna aceleración en el interior; todo muy utópico. A pesar de resultar completamente incomprensible, la conferencia de Heim tuvo un gran impacto. Muchos le pidieron que pusiera por escrito toda su teoría, pero Heinz les dio largas: “Ya señalé en Zúrich que tengo la intención de publicarlo, pero todavía no tengo tiempo para hacerlo". En esencia, lo que hacía Heim era reescribir las ecuaciones de la teoría general de la relatividad bajo el prisma de la mecánica cuántica. Para él, las fuerzas de la naturaleza surgían de las dimensiones del espacio-tiempo. En su mundo de seis dimensiones, la gravedad y el electromagnetismo estaban acopladas, luego podía convertirse la energía electromagnética en gravitatoria y especuló que un campo magnético rotante podría reducir la influencia de la gravedad.

Ilustración de un átomo. Foto: Istock
El alboroto montado alrededor de Heim fue peculiar: era una estrella en los medios de comunicación y un paria entre la comunidad científica, que no le tomaba en serio. En agosto de 1954, Heim envió un manuscrito con sus teorías a Carl von Weizsäcker y Albert Einstein. Para su disgusto, von Weizsäcker ni siquiera aceptó su manuscrito y Einstein, simplemente, no respondió.
En busca de la “contragravedad”
Pero Heim seguía convencido de la validez de su teoría así que en enero de 1956 decidió realizar por su cuenta y riesgo una serie de 800 experimentos para demostrar que se podía convertir la radiación electromagnética en “contragravedad”. El resultado fue un desastre: no obtuvo ni el más mínimo indicio de su teoría. Entonces un buen amigo suyo, Helmut Göckel, escribió al primer ministro del estado federado de Hesse para pedirle financiación para sus investigaciones. Algo debió pasar que desconocemos, pero el proyecto debió ser catalogado como alto secreto porque entraron en acción los servicios secretos y Heim estuvo bajo protección policial. Al final, su solicitud fue rechazada. Heim siguió trabajando inasequible al desaliento, aunque nunca pudo demostrar experimentalmente el efecto contrabárico.
En 1963 Heim volvió a la carga afirmando que podía calcular teóricamente las masas y las cargas del electrón y el protón y el valor de la constante de estructura fina (una cantidad fundamental en física nuclear) cuyos valores son experimentales y no se derivan de ninguna teoría. Por desgracia al año siguiente su padre murió de cáncer y Heim quedó sumido en una profunda depresión: “no hice nada durante mucho tiempo. Ni siquiera tenía ganas de limpiar la pizarra”, escribió. Como ha sucedido a muchos científicos lo largo de la historia, enfrentado a semejante golpe su interés derivó a otros campos: intentó construir un aparato que pudiera detectar el cáncer basado en cambios electrofisiológicos y empezó a interesarse por la parapsicología, en particular sobre el fenómeno de las psicofonías, carteándose con sus máximos representantes, Raudive, Bender y Jürgenson. La recuperación fue lenta, pero al final llegó. Retomó el trabajo teórico y se dedicó a mejorar su fórmula para calcular la masa de las partículas elementales. El 4 de enero de 1973 se la envió a Werner Heisenberg, que no respondió. También intentó publicar un artículo con su fórmula en diferentes revistas científicas, pero todas se lo rechazaron. Incluso envió sus teorías al CERN... sin éxito.

Burkhard Heim
Como no podía encontrar un editor para sus obras y las revistas no querían publicarlas, empezó a convencerse de que en realidad querían robarle su trabajo, y se fue volviendo un poco paranoico. En 1975 convenció a un editor de libros de parapsicología y misticismo, Andreas Resch, para que publicara sus artículos y libros. Al final, la revista Zeitschrift für Naturforschung (Revista de investigación de la naturaleza) del Instituto Max Planck aceptó su artículo sobre la fórmula para la masa de las partículas elementales. Un trabajo que amplió en su libro de 1978 "Estructuras elementales de la materia", que según uno de sus recensores era "simplemente catastrófico desde un punto de vista didáctico". Poquísima gente le prestó atención.
Una fórmula para las masas de las partículas
Después de la publicación Heim siguió trabajando para afinar su fórmula y en febrero de 1982 envió el manuscrito a investigadores del DESY, el sincrotrón alemán de electrones en Hamburgo -el mayor dentro de investigación alemán de física de partículas- para que hicieran los cálculos pertinentes en su potente ordenador. La sorpresa fue mayúscula: la fórmula predecía los valores de las masas de las partículas dentro de los errores experimentales. Su fórmula podría haber sido todo un éxito si no fuera porque nunca explicó de dónde venía, en particular cierta matriz de 36 parámetros, clave para los cálculos. Tiempo después diría que esos parámetros no los había derivado de manera explícita sino que los determinó de manera heurística, una forma elegante de decir que 'por ciencia infusa'. Así que la fórmula fue olvidada.

Lápida de Burkhard Heim.
La mala salud que había sufrido toda su vida se agravó: se le diagnosticó un carcinoma colorrectal, y después de la operación, Heim sufrió pancreatitis y un derrame cerebral que le impidió hablar con normalidad. En febrero de 2000 sufrió una hemorragia cerebral de la que nunca se recuperó y murió tras una larga enfermedad la noche del 14 de enero de 2001. Con él murió la posibilidad de saber si esa extraña fórmula obedece a una teoría más profunda todavía por descubrir.