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Llega la primavera: abejas, miel y aguijón

Cuando nos mencionan a las abejas, nos imaginamos a unos insectos de los que podemos sacar un dulce alimento pero que, si nos descuidamos, nos atacan con su aguijón.

Llega la primavera: abejas, miel y aguijón (Miguel Angel Sabadell)

Modelo de vida en comunidad, las abejas son animales muy gregarios y no pueden vivir aislados al margen de la colonia durante más de dos o tres días. Así que viven en grupos cuyo número oscila entre 15.000 individuos en la estación fría y 100 000 en la época de recolección. Tal número de individuos obliga a un reparto de las tareas y es precisamente este el motivo de la existencia de tres tipos -castas- de abejas dentro de una misma colonia: la reina, los zánganos y las obreras.

La reina es fundamental para la vida de la colonia. Su función primordial es poner huevos a buen ritmo. De este modo siempre hay un recambio constante de abejas. Se diferencia del resto por su mayor tamaño y su color uniforme, sus alas más cortas y las patas más largas.

Abejas obreras trabajando

El horrible destino de un zángano

De todos los zánganos que nacen en la colmena solo la mitad de ellos es apto para la reproducción y, de éstos, solo el 60-70% alcanza la madurez sexual completa. A pesar de su nombre, colaboran en tareas cotidianas dentro de la colmena, como la ventilación, a transformar el néctar en miel. Y lo que es más importante: estimular, con su presencia, a que las obreras a trabajar más. Pero el pobre zángano que consigue aparear… Bueno, mejor no haberlo intentado. Cuando alcanza el clímax sus genitales se desgarran de su cuerpo emitiendo un fuerte chasquido. La razón de este suicidio sexual no es otro que bloquear el conducto de la reina para impedir que otros machos se apareen con ella: un cinturón de castidad orgánico, a fin de cuentas. Claro que la competencia es feroz: hasta 25 000 machos luchan por copular con la reina durante los pocos días que es accesible, porque el resto del tiempo estará preocupada en producir descendencia, hasta medio millón de abejas. La cópula se realiza en pleno vuelo: la reina sale a cielo abierto y se aparea con todo aquel macho que se le acerque, aunque no suele hacerlo más de 20 veces. Eso significa que el 99,92% de los machos-abeja morirán vírgenes.

¿Y qué pasa con el resto de los zánganos? Hacia el final del verano, cuando la colmena ya no los necesita para fecundar a la reina, las obreras, muy cumplidoras ellas, los matan y expulsan fuera de la colmena. En resumen, una elección muy poco recomendable nacer macho en una colmena.

La última casta es la de las obreras, las trabajadoras de la colmena: recogen néctar y polen, fabrican cera para construir y reformar los panales, cuidan la puesta de la reina y la alimentan, guardan la colmena de posibles agresores... Y todo, por el bien de su colonia, que es su único y propio bien.

Así se fabrica la miel

La miel que acompaña muchos de nuestros postres es, en su mayor parte, néctar evaporado, aunque también tiene una serie de compuestos que inicialmente no formaban parte del néctar. Todo el proceso empieza cuando la abeja liba un poco de néctar, luego recoge el polen con la boca, lo empasta con ese néctar y lo guarda en la bolsa recoge-polen del último par de patas. Muchas veces el cuerpo de la propia abeja queda impregnado de polen que queda adherido al pelo del cuerpo y, cuando está de regreso a la colmena, sus patas están trabajando afanosamente recogiendo ese polen y llevándolo hacia la bolsa: una carga completa oscila entre 10 y 15 miligramos.

Néctar y abejas

Por otro lado, las abejas succionan por la trompa el néctar de las plantas y, para transportarlo, lo tragan hasta almacenarlo en el llamado estómago social o buche. Si la abeja necesitase alimentarse de néctar, abre la boca de su estómago y una parte pasa a su intestino medio. Una vez en la colmena, lo traspasa a abejas que están en la entrada de la colmena. Para ello lo regurgita, añadiendo al néctar una serie de enzimas y estimulando la evaporación de agua. Dentro de los alvéolos de la colmena se termina de evaporar gracias al trabajo de las abejas ventiladoras. De este modo consiguen que la humedad baje hasta 17-19%. Cuando la miel ha madurado, la tapan con un opérculo de cera, impidiendo que absorba humedad del exterior y que pueda fermentar.

Propóleos y jalea real

Otra de las sustancias que colectan son los propóleos, resinas que las abejas obtienen de las yemas y cortezas de algunas plantas como el chopo, el abedul, el abeto, el pino, la encina o el castaño de Indias. Se compone de resinas y bálsamos, cera, aceites esenciales, polen y otras sustancias. Los propóleos son reconocidos por las antenas, extraídos con las mandíbulas y almacenados en las bolsas recoge-pólenes, en una operación muy lenta, al ser muy viscoso. Tienen multitud de aplicaciones en la colmena: para tapar agujeros, construir defensas a la entrada, desinfectar las celdas después de la eclosión de una nueva abeja y para encolar y reparar los panales. El ser humano recoge los propóleos desde tiempo inmemorial porque poseen tres funciones fundamentales: es antibacteriano, antioxidante y fungicida, además de ser un buen cicatrizante en el caso de quemaduras.

Fabricando miel

Pero el producto de moda es la jalea real, segregado por ciertas glándulas de obreras jóvenes nodrizas. Es una secreción blanquecina, ácida y azucarada que se usa para alimentar a las larvas de todas las castas durante los tres primeros días de vida; a partir del cuarto día solo la celda real es alimentada con jalea. Una parte de las sustancias integrantes de la jalea no ha podido ser todavía descifrada, aunque se sabe que hay hormonas y un factor R de crecimiento, que lo convierte en una sustancia nutricionalmente muy interesante.

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