Los roedores son más listos de lo que pensamos
Odiadas y temidas, las ratas no solo sirven como animal-modelo para probar medicamentos, sino también para comprobar nuestras ideas sobre comportamiento animal. Y nos han dado más de una sorpresa.

Cuenta la historia que había un psicólogo que tras un considerable esfuerzo había conseguido demostrar que las ratas podían resolver problemas del tipo “eliminar lo que no encaja”. El experimento consistió en lo siguiente: la rata debía recorrer un pasillo largo pasando por delante de una serie de pequeñas puertas, en cada una de las cuales el psicólogo había dibujado un símbolo, como una cruz, un triángulo o un círculo. Esas puertas permitían a la rata pasar a otro recinto donde podía encontrar comida. Todas las puertas tenían pintados el mismo símbolo excepto una. Y justamente aquellas que tenían el mismo símbolo estaban cerradas; la única puerta abierta era la que tenía pintado un símbolo diferente. Y allí se encontraba la recompensa.
La tarea encomendada a la pobre rata era recorrer el pasillo mirando todos los símbolos y elegir bien, como hizo Indiana Jones con el Cáliz de la Última Cena. Al final de cada intento se cambiaban los símbolos de las puertas y la pobre rata, como Sísifo, debía empezar de nuevo. De este modo, la rata tenía que aprender, si era capaz, la siguiente regla: “Si la elección es entre un conjunto de círculos y un triángulo, elige el triángulo; si en la siguiente prueba te ofrecen un conjunto de triángulos y un solo cuadrado, elige la puerta con el triángulo”.
Tras los primeros y, obviamente, decepcionantes intentos, las ratas demostraron tener un nivel de comprensión que para sí querrían algunos de nuestros congéneres humanos. Las ratas habían sido capaces de aprender una regla abstracta. Para desgracia de algunos, los animales podían pensar. Nuestro querido psicólogo se frotaba las manos: si hubiera un Nobel de psicología, seguro que lo ganaba.

Las ratas que hacen trampas
Pero algo sucedió cuando el investigador decidió usar la película de los experimentos en sus clases en la universidad. Al preparar la cinta en la sala de edición se dio cuenta de un detalle insignificante: cuando la pasó hacia atrás en cámara lenta alguien se dio cuenta de que lo que la rata realmente estaba haciendo era correr como una posesa por el pasillo y golpear cada puerta con su pata trasera cuando pasaba por delante de ella. En cuanto una de ellas cedía levemente tras el golpe, por ahí se colaba. Los símbolos de las puertas eran irrelevantes; lo único importante era ese levísimo contoneo de la puerta.
Uno puede imaginarse la tremenda decepción que tuvo que dibujarse en la cara de nuestro psicólogo. Pero debemos comprenderlo: del mismo modo que hay vaquillas resabiadas de tanto que se las han toreado en los pueblos, un siglo de experimentos con ratas también ha tenido que dejar su poso en tan simpáticos roedores. Entre ellas su capacidad para memorizar caminos. Y aunque pueda parecer mentira, esto tiene bastante que ver con ser promiscuo.
Promiscuidad y memoria
Es bien conocido que muchas especies son altamente promiscuas en sus hábitos de emparejamiento. Así, los machos viajan grandes distancias para encontrar hembras receptivas mientras que las hembras se mueven en unos espacios más pequeños. Esta diferente conducta sexual entre ambos sexos implica distintas presiones selectivas y acaban creando diferencias entre ambos. Por ejemplo un macho, si se mueve por una cantidad de terreno muy amplia, debe realizar un importante esfuerzo memorístico para recordar dónde se encuentran las hembras. Algo que no es necesario para las hembras, que les basta con esperar a que el macho las corteje y entonces hagan valer sus preferencias.
Una memoria mejor implica unos dispositivos de almacenamiento de información mejores. Y aquí deben aparecer las diferencias. En muchos animales la región del cerebro responsable de este almacenamiento profundo es el hipocampo. Por tanto, sería esperable que los machos de estas especies promiscuas tuvieran un hipocampo mayor que las hembras.
Los ratones polígamos tienen mejor memoria
A mediados de la década de 1980 el antropólogo Steve Gaulin empezó a investigar la posibilidad de que hubiera diferencias sexuales en la habilidad espacial de los seres humanos. Pero, claro, es más fácil hacer experimentos con ratones que con seres humanos por lo que dedicó sus esfuerzos a los roedores. En concreto, con topillos de campo polígamos (M. pennsylvanicus) y sus parientes monógamos (Microtus ochrogaster).

Microtus ochrogaster
Puestos en los clásicos laberintos, Gaulin descubrió que los ratones polígamos ganaban a sus hembras en rapidez al seguir el laberinto, una prueba de habilidad espacial. Por el contrario, los ratones monógamos no mostraban diferencia sexual en esta prueba. Examinados los cerebros de estos animales, los machos polígamos mostraron un hipocampo relativamente más desarrollado que las hembras, mientras que en la especie monógama no apareció tal diferencia.
Estos resultados sugieren que cuando las presiones ecológicas son diferentes para machos y hembras, la selección natural produce cambios; en este caso, en el cerebro. Como añade Marc Hauser en su libro Mentes salvajes, estos cambios son altamente especializados y, sin embargo, están limitados a las regiones particulares del cerebro que se hayan implicadas de manera más directa con la resolución de las presiones impuestas. Ahora bien, ¿podemos generalizar estos resultados? Aparentemente sí. Diferentes estudios han encontrado similares resultados en otros roedores, como la rata canguro, y en las aves.
¿Te lo imaginas? ¡Vaya método para mejorar la memoria! Y lo mejor de todo es que maridos y mujeres infieles tiene la perfecta excusa. “No, cielo, no te estaba poniendo los cuernos. Sólo estaba desarrollando mi memoria”.
Referencias:
- Gaulin, S. J., FitzGerald, R. W., & Wartell, M. S. (1990). Sex differences in spatial ability and activity in two vole species ( Microtus ochrogaster and M. pennsylvanicus ). Journal of Comparative Psychology, 104(1), 88–93. doi.org/10.1037/0735-7036.104.1.88