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Richard Dawkins y el nuevo ateísmo

A principios del siglo XX apareció el Nuevo Ateísmo, un movimiento antiteísta más activo, público y social, cuya bandera es la teoría de la evolución de Darwin.

Richard Dawkins y el nuevo ateísmo (Miguel Angel Sabadell)
Entre 2004 y 2007 se produjo un fenómeno llamativo, que lanzó el ateísmo a los medios de comunicación. Dos científicos, un filósofo y un periodista anglosajones publicaban unos ensayos muy combativos que negaban a Dios en nombre de la ciencia: Richard Dawkins (El espejismo de Dios), Sam Harris (El fin de la fe), Daniel Dennett (Romper el hechizo) y Christopher Hitchens (Dios no es bueno). El caldo de cultivo fue el ambiente que dejó el 11-S: si el presidente norteamericano George W. Bush le dijo a Nabil Shaath, que fuera ministro palestino de exteriores, que Dios le había pedido invadir Irak, también había ido en aumento (y todavía continúa) el auge del fundamentalismo cristiano y, por supuesto, el efecto demoledor del terrorismo islamista. 
Ateísmo

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Acababa de nacer el Nuevo Ateísmo, aunque sería más acertado llamarlo antiteísmo. Como expresó el desaparecido periodista Christopher Hitchens, “no soy tanto ateo como antiteísta. Yo soy, más bien, alguien que está encantado de que no haya absolutamente ninguna prueba convincente de la existencia de cualquiera de los muchos miles de deidades pasadas y presentes de la humanidad”. Estamos ante un ateísmo activo, público y social, donde el enfrentamiento filosófico ha dejado paso a las demostraciones públicas: de todos es conocida la campaña del Autobús Ateo que nació en Gran Bretaña (fervientemente apoyado por Richard Dawkins) y se extendió por diferentes países, España incluida.
Richard Dawkins

Richard Dawkins

Los nuevos ateos piensan que, si miramos la historia completa de la vida en la Tierra, aceptar la existencia de un Dios que nos cuida resulta difícil de mantener. “Antes de Darwin era difícil ser ateo –apostilla Buskes-. Después de Darwin tenemos una buena alternativa”. No es extraño que la teoría de la evolución sea la “carta de triunfo” de los ateos, como tan gráficamente afirmaba el periodista Rod Liddle en su polémico documental de 2006 The trouble with atheism: la teoría de Darwin es el dogma y El origen de las especies el texto sagrado. El programa apuntaba lo que numerosos historiadores y sociólogos de la ciencia defienden: en nuestros tiempos existe un imperialismo científico capaz de afirmar sin contemplaciones que los métodos de la ciencia son superiores al resto de las disciplinas. "Es la tendencia a llevar una buena idea científica mucho más allá del entorno en que se aplica y para lo que fue desarrollada" declara el filósofo de la biología de la Universidad de Exeter John Dupré en su libro Against Scientific Imperialism.

¿Imperialismo ateo?

Un corolario de este imperialismo es que el Nuevo Ateísmo, que acaba por considerar a los creyentes como estúpidos y credulones, define como vara y medida de todo a la ciencia. Este hecho hace que algunos, como el sociólogo de la Universidad de Barcelona Salvador Giner apunten que ese cientifismo es una religión: “hay una cantidad de gente que cree en la ciencia de una forma religiosa". La acusación no es nueva; ya la ponía Pío Baroja en boca de uno de los protagonistas de El árbol de la ciencia: “la ciencia para vosotros no es una institución con un fin humano, ya es algo más; la habéis convertido en ídolo”.
Daniel Dennett

Daniel Dennett

Es curioso, pero parece como si los nuevos ateos hubieran retomado la ilusión del creador del positivismo, Auguste Compte, de que un día abandonaremos toda creencia en seres sobrenaturales porque gracias a la ciencia descubriremos sus errores e incongruencias. Esta idea se demostró falaz en 1956, cuando los psicólogos de la universidad de Chicago Leon Festinger, Henry Riecken y Stanley Schachter publicaron el libro When prophecy fails. En esencia muestran que algo tan directo como el fracaso de las predicciones religiosas en lugar de hacer desaparecer la fe, la incrementan e incluso provocan una ola de fervor proselitista. Como escribió el filósofo Gustavo Bueno en La fe del ateo: “No queda otra alternativa sino la de mirar con desprecio a quienes (…) creen, con ingenuidad de adolescente idealista, que removida la religión e instaurado el ateísmo, el progreso, el bienestar, la paz y la felicidad vendrán por sí mismos”.

Ateísmo popular

El Nuevo Ateísmo no es innovador, ni siquiera filosóficamente imponente; aunque a muchos de sus admiradores les pese, los libros de Dawkins o Harris están intelectualmente en las antípodas de, por ejemplo, La fe del ateo o Crítica antropológica de la religión del diplomático Puente Ojea, por citar dos obras de ateos patrios bien conocidos. Estamos más bien ante una popularización del ateísmo que considera la religión como algo similar a la astrología, una vieja forma de entender el mundo ya superada por los conocimientos que hemos ido acumulando gracias a la investigación científica, y que debe ser considerada como una postura intelectual ya superada y de la que es mejor desprenderse.
Christopher Hitchens

Christopher Hitchens

Pero a pesar de todos sus esfuerzos, el antiteísmo parece que se ha ido desinflando. Al menos eso es lo que opina Dale McGowan, que dirige la organización Foundation Beyond Belief, una organización filantrópica para que los ateos hagan donaciones destinadas a la caridad. McGowan apunta que el antiteísmo en Estados Unidos es un fenómeno que ha perdido fuerza en los últimos años. Según un estudio de la Universidad de Tennessee solo el 14,8% de los no creyentes que participaron en el estudio fueron clasificados como antiteístas.

¿Ateo o anticlerical?

Esta animadversión contra la religión no es algo propio del ateísmo. Así, para el brillante poeta y filósofo romántico italiano Giacomo Leopardi, cuya obra se caracteriza por un profundo pesimismo quizá motivado por la falta de salud que le persiguió toda su vida (murió de cólera a los 38 años), la religión es una ilusión necesaria para la felicidad humana. El español Pío Baroja, que se autodenominaba agnóstico, Ramón J. Sender lo definía como “un ateo católico” a lo que Ortega y Gasset añadía de una “incontinencia anticlerical”.
Sam Harris

Sam Harris

Otro tipo de ateísmo bastante diferente es el del astrónomo real británico Martin Rees, que declaró a MUY que, aun reconociéndose ateo, “fui educado en las tradiciones de la Iglesia Anglicana y esas son, 'las costumbres de mi tribu'. Considero un privilegio encontrarme inmerso en sus maravillosas tradiciones musicales y estéticas y hago todo lo posible por preservarlas”. Para el filósofo suizo Alain de Botton, que niega la mayor de la religión, la existencia de un mundo sobrenatural, concede valor a sus rituales, y para el primatólogo Frans de Waal la religión es útil porque ayuda a "reforzar las normas morales" y a cohesionar las sociedades con una ética común, vigilada por un Dios omnipotente. Según el sociólogo Salvador Giner, en su ensayo El porvenir de la religión defiende un 'humanismo laico' que respete la fe ajena sin renunciar al análisis racional de la realidad. Para Giner la religión es parte de la naturaleza humana y no tenemos ninguna prueba de que eso vaya a cambiar. “No hay ninguna prueba o señal seria de que vaya a dejar de haber religión". Y es que hay muchas formas de vivir sin dios.

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