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Szilárd, Einstein y la bomba atómica

Que el gobierno norteamericano decidiera construir la bomba atómica fue gracias a una pequeña “conspiración” llevada a cabo por físicos migrantes, que había huido de la Europa nazi.

Szilárd, Einstein y la bomba atómica (Miguel Angel Sabadell)

En 1938 el físico Eugene Wigner se encontraba dando clases en la Universidad de Princeton. Este húngaro y futuro Premio Nobel tenía una nada disimulada afición: la política. Su preocupación principal era el cada vez más combativo Hitler, inquietud que compartía con su compatriota y colega Leó Szilárd, un hombre del que se dice tenía una rara habilidad para predecir acontecimientos políticos futuros. Según se cuenta, en 1934 detalló los incidentes que llevarían a la Segunda Guerra Mundial. Por ello, y hasta que se instaló en los Estados Unidos en 1938, vivía en hoteles siempre con una maleta preparada al alcance de la mano.

Szilárd fue el primer científico que pensó seriamente en construir bombas atómicas. Se le ocurrió tras leer el relato de ciencia ficción de H. G. Wells The World Set Free. Había huido a Londres en 1933 evitando la persecución nazi y allí leyó una reseña en el periódico The Times de una conferencia dada por Ernst Rutherford en la que rechazaba la posibilidad de poder usar la energía atómica algún día. Esta idea, junto con el pensamiento de que Rutherford se equivocaba, permaneció en su mente. Y, Finalmente, la tarde lluviosa y gris del 12 de septiembre, mientras esperaba en un semáforo, tuvo la idea que abriría la puerta a la energía encerrada en el átomo: una reacción en cadena.

Reacción en cadena

En su primer intento de generar una reacción nuclear en cadena Szilárd utilizó berilio e indio, pero no lo consiguió (no la producen). Durante 1936 cedió la patente de la reacción al Almirantazgo británico para asegurar el secreto. En 1938 aceptó la oferta de la Universidad de Columbia de seguir realizando allí sus investigaciones y se mudó a Nueva York, donde se puso en contacto con el físico italiano Enrico Fermi -que recibiría ese año el premio Nobel por su descubrimiento de las reacciones nucleares provocadas por neutrones lentos- justo en el momento en que los alemanes Hahn y Strassmann anunciaban la primera fisión nuclear. Fermi y Szilárd se habían dado dieron cuenta de que el uranio podía mantener una reacción en cadena y lo demostraron experimentalmente al año siguiente. Al apagar los instrumentos y marchar a sus casas Szilárd tuvo su propia epifanía: “Esa noche tuve muy pocas dudas de que el mundo se dirigía a sus horas más dolorosas”.

Enrico Fermi

Enrico Fermi

El peligro acecha

El descubrimiento hecho por los dos científicos alemanes, y anunciado en las navidades de 1938, llamó la atención de Einstein. Wigner se enteró de lo mismo por boca de Niels Bohr: “también supimos que los alemanes habían prohibido la exportación de uranio desde Checoslovaquia (que estaba en su poder entonces) y esto nos alarmó...” Wigner y Szilárd pensaban que sería peligroso que Alemania se apoderara de las minas de uranio del Congo belga y junto con Einstein enviaron una carta al embajador de Bélgica en EE UU.

A los poco días Szilárd se encontró con un amigo que le indicó que debería ponerse en contacto con el economista Alexander Sachs, que era amigo de Roosevelt, y contarle sus temores. En una cita con Sachs éste se comprometió a llevarle una carta al presidente, pero debía estar firmada por alguien con más empaque que él. Obviamente Szilárd pensó en Einstein. Junto con otro físico húngaro, Edward Teller (que sería el padre de la bomba de hidrógeno), Einstein y Szilárd redactaron el borrador de la carta.

De regreso a la universidad, Szilárd la dictó en inglés a una joven taquígrafa del departamento llamada Janet Coatesworth. Cuando Szilárd mencionó la posibilidad de construir bombas extremadamente poderosas, Janet pensó que "estaba trabajando para un chiflado".

Szilard

Leó Szilárd

La carta de Einstein a Roosevelt

El 2 de agosto de Szilárd envió dos cartas mecanografiadas a Einstein -una larga y otra más corta- para que escogiera. El físico firmó las dos, pero le dijo que le gustaba más la larga. Wigner, Szilárd, Teller y Einstein convinieron que Sachs era una apuesta arriesgada como intermediario. Pensaron que mejor mensajero sería el famoso aviador Charles Lindbergh pero por suerte se enteraron antes de que Rossevelt lo odiaba. Así que no les quedó más remedio que arriesgarse con Sachs.

Pero la cita iba a retrasarse. El 1 de septiembre el ejército nazi invadía Polonia, y Francia e Inglaterra declaraban la guerra a Alemania y, evidentemente, Roosevelt tenía cosas mucho más graves y urgentes que hacer. Después de dos meses Wigner y Szilárd estaban que se subían por las paredes. Einstein intentó llamar la atención de Roosevelt enviándole dos artículos de la prestigiosa Physical Review en los que se ponía las bases para lo que sería el futuro desarrollo de una bomba atómica.

Einstein y Szilard

Al final, el 11 de octubre Sachs pudo hablar con Roosevelt. Al terminar de hablar el Presidente le dijo: “Alex, lo que buscas es que los nazis no nos vuelen por los aires”. “Exactamente”, contestó Sachs. “Entonces esto requiere que hagamos algo”, apostilló Roosevelt.

De este modo se abrió el camino para el proyecto Manhattan.

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