Proponen utilizar nanosondas para estudiar estrellas cercanas
Visitar otros sistemas solares en persona es una idea prácticamente imposible, por las limitaciones físicas del propio universo. Sin embargo podríamos explorar incontables mundos enviando sondas con masas en el orden de los nanogramos, si conseguimos desarrollar la tecnología necesaria.

Entre los sueños más profundos de la humanidad, al menos de las sociedades modernas, está el de encontrar vida en otros mundos y el de, algún día, visitar dichos mundos. Sin embargo el propio universo no hace más que ponernos pegas con su misma estructura y disposición. Las increíbles distancias que nos separan de cualquier galaxia o incluso de las estrellas más cercanas acaban al instante con cualquier esperanza de llevar a cabo un viaje interestelar en persona. La estrella más cercana, Próxima Centauri, está situada a poco más de 4 años luz de distancia. Eso significa que la luz, que por definición viaja a la máxima velocidad posible del universo, tardaría algo más de 4 de nuestros años en llegar hasta allí. Pero el universo parece limitar dichas velocidades a partículas que carezcan de masa por lo que un ser humano, y toda la tecnología e infraestructura necesaria para mantenerlo con vida, sería incapaz de recorrer esa distancia en tan “poco” tiempo.
Para cualquier objeto con masa, sea un ser humano o una partícula fundamental, alcanzar esa velocidad máxima, la velocidad de la luz, requeriría una cantidad literalmente infinita de energía. Esto significa por tanto que dicha velocidad queda completamente fuera de nuestros límites. Hay propuestas teóricas de que éste límite podría superarse con piruetas espaciotemporales, pero la realidad es que a día de hoy están más cerca de la ficción que de la ciencia. Puesto que no podemos alcanzar la velocidad de la luz tendremos que conformarnos con una velocidad menor.
Cuanto menor sea la masa del objeto a acelerar, menor cantidad de energía necesitaremos para llevarlo a cierta velocidad. De esta forma la diferencia entre acelerar una nave de mil kilogramos (cientos de veces más ligera que los cohetes que utilizamos en la actualidad) hasta digamos la mitad de la velocidad de la luz será mil millones de veces mayor que la energía necesaria para acelerar un miligramo hasta esa misma velocidad. Es por este mismo motivo que desde hace años se viene estudiando (especialmente de forma teórica) la posibilidad de mandar naves diminutas a explorar las estrellas cercanas. Recientemente George Church, de la universidad de Harvard y el instituto Wyss ha propuesto la utilización de sondas con masas entre los picogramos y los nanogramos (es decir, entre una millonésima y una milésima de microgramo) para estudiar sistemas estelares próximos a la Tierra.

Proponen utilizar nanosondas para estudiar estrellas cercanas
Él propone utilizar nanosondas que puedan aterrizar, replicarse y emitir algún tipo de señal electromagnética (luz) en un planeta o luna en órbita alrededor de una estrella cercana. Uno de los diseños que propone Church consistiría en una sonda poco más grande que una célula con una fina vela muy reflectante. Ésta podría ser acelerada desde la Tierra con potentes láseres y enviada en dirección a la estrella que elijamos. La propia vela serviría además para que la luz de la estrella de destino fuera frenando la sonda conforme esta se acercara a ella. Una vez estuviera en las cercanías de la estrella se frenaría por completo y volvería a acelerar alejándose de la estrella cayendo idealmente en algún planeta o luna que orbite a su alrededor. Esto por supuesto es prácticamente imposible de calcular antes del lanzamiento, por lo que la estrategia estaría en lanzar millones de estas nanosondas con la esperanza de que un pequeño porcentaje de ellas acabara llegando a un lugar con las condiciones apropiadas.
Church compara estas futuras nanosondas con las células de los diferentes organismos, pluricelulares o unicelulares, que podemos encontrar en la Tierra. Dichas células son capaces de llevar a cabo diversas funciones, como su replicación a partir de componentes químicos muy básicos, algo actualmente imposible para ningún tipo de máquina construida por humanos. Entre los factores que considera para estudiar la viabilidad de esta propuesta están la aceleración y deceleración que experimentarían estas nanosondas, así como la facilidad de construir algo capaz de la comunicación electromagnética a partir de los materiales del cuerpo de destino. Las bacterias por ejemplo requieren de unas condiciones muy concretas de temperatura o composición y están limitadas a ciertas fuentes para conseguir su energía, como la luz solar, el calor de las fuentes hidrotermales o la descomposición de compuestos orgánicos más complejos.
Estas sondas podrían probarse antes en nuestro propio sistema solar, donde podemos afinar mejor el cuerpo de destino conociendo de antemano las condiciones que encontrará la nanosonda. Algunas de sus consideraciones, así como el propio número de la revista Astrobiology en la que se ha publicado el artículo, vienen inspirados por los descubrimientos recientes de objetos provenientes de otros sistema solares, como Oumuamua y el cometa Borysov. Aunque hay quien propone que alguno de estos dos cuerpos podría tener un origen artificial, y haber sido enviado por alguna civilización extraterrestre la realidad es que nada de lo que sabemos sobre ellos sugieren esta posibilidad. Sin embargo sí podrían servir como inspiración para nuestras propias sondas interestelares, aunque éstas probablemente sean millones de veces más pequeñas que cualquiera de los dos objetos.
Referencias:
- George Church, Picogram-Scale Interstellar Probes via Bioinspired Engineering, Astrobiology, 2022.1452-1458, http://doi.org/10.1089/ast.2022.0008