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Experimento casero: Extracción del ADN

Descubre cómo extraer tu propio ADN de manera sencilla, sólo necesitas agua, tu saliva, lavavajillas y alcohol. Te lo explica Miguel Ángel Sabadell en este experimento casero.

A nivel molecular somos muy simples, pues todos los seres vivos que pueblan la Tierra están compuestos por un pequeño número de moléculas. De hecho, la materia viva consiste principalmente en largas moléculas en las cuales un determinado patrón se repite una y otra vez, en ocasiones con pequeñas variaciones. Además, algunas de ellas se pliegan de manera elaborada, compleja y extremadamente precisa. Esto les permite actuar como catalizadores, acelerando la velocidad de las reacciones químicas. A dichos catalizadores se les llama enzimas.

En esencia, podemos agrupar las moléculas de la vida en cuatro grupos: azúcares (que aportan la energía), lípidos (cuya función es principalmente estructural, como la formación de membranas), proteínas (que proporcionan la maquinaria que permite el funcionamiento celular) y ácidos nucleicos (que portan la información).

Resulta sorprendente lo extraordinariamente selectiva que ha demostrado ser la vida a la hora de escoger las moléculas. Por ejemplo, del enorme número de aminoácidos posibles sólo utiliza 20. Y si una proteína típica contiene del orden de un centenar de aminoácidos, entonces podríamos construir al menos 20100, un número muchísimo mayor que el de átomos de nuestra galaxia. Sin embargo, la mayoría de los organismos vivos usan menos de 100.000 tipos de proteínas.

Una de las propiedades básicas de la vida es su habilidad para reproducirse a sí misma. A pesar de toda la diversidad que observamos, a nivel molecular la reproducción de todos los organismos sigue el mismo plan: un cierto tipo de polímero -un ácido nucleico- con forma de doble hélice, el ADN, gobierna el proceso a través de un mecanismo de "molde".

Eslabones de información



Los eslabones con los que se construye el ADN se llaman nucleótidos, y están compuestos únicamente de un azúcar, un fosfato y uno de cuatro posibles carbohidratos llamados bases nitrogenadas. Podrían haberse utilizado muchas, pero la vida, otra vez, ha sido selectiva y sólo utiliza la adenina (A), guanina (G), citosina (C) y timina (T). Son las cuatro letras de nuestro código genético.

El ADN es donde se conserva y quien transmite la información biológica. Pero hay otro tipo de ácido nucleico, el ARN, fundamental para la supervivencia del individuo: se encarga principalmente de articular las instrucciones contenidas en el ADN, como la síntesis de proteínas.

Explicar de dónde vino toda esta organización es uno de los grandes retos del siglo XXI. Para hacernos una idea de nuestra ignorancia: no tenemos ni idea de cómo, a partir de los ladrillos básicos de la vida -como los aminoácidos o las bases de los ácidos nucleicos- aparecieron el ARN, el ADN. Ni, por supuesto, cómo apareció la primera célula.

El sexo


Los helechos actuales son básicamente iguales a los de hace cientos de millones de años. Lo mismo ocurre en el caso de los xifosuros ?también conocidos como las cacerolas de las Molucas?, las tortugas marinas o los cocodrilos. Aunque hay especies que han evolucionado rápidamente. Un ejemplo es la nuestra, a la que acompañan el caballo o el elefante.

Esencialmente las especies evolucionan porque se producen "errores" en la copia de la macromolécula base de la vida, el ADN. Sin embargo, si la evolución dependiera únicamente de las mutaciones sería aburridamente tarda. Pero la mayoría de los seres vivos descubrieron hace entre 1.700 y 1.500 millones de años un mecanismo maravilloso capaz de producir una gran variedad de combinaciones genéticas en cada generación: el sexo.

Además de mover el mundo, el sexo ha sido fuente de diversidad, pues con la reproducción sexual los genes de los padres se combinan y recombinan en cada generación produciendo una configuración genética única. El sexo baraja las cartas del genoma y permite probar multitud de combinaciones que sólo por mutación hubieran llevado millones de años. Claro que tiene sus inconvenientes. El mayor es la pérdida de la inmortalidad. Si nos reprodujéramos asexualmente, con cada división produciríamos clones de nosotros mismos. Salvando las inesperadas y escasas mutaciones, seríamos como las bacterias, que se mantienen prácticamente tal como eran hace miles de millones de años. El sexo nos hace mortales.

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