La ciudad de los cuatro elementos
Ytterby, un pequeño pueblecito sueco, es único en el mundo pues da nombre a cuatro elementos químicos de la tabla periódica. Aquí te contamos por qué.
En 1787 un joven teniente del ejército sueco llamado Karl Axel Arrhenius descubrió un extraño resto de una roca negra, muy parecido a un grumo de carbón, en una vieja cantera cerca del pueblecito de Ytterby, cerca de Vauxholm, en el archipiélago de Estocolmo. El nombre de ese desconocido villorrio significa simplemente “pueblo de las afueras”. Que su nombre sugiera únicamente su localización da idea de que Ytterby no posee ninguna característica llamativa salvo una mina de cuarzo, que se empezó a explotar hacia el año 1600. Hacia 1790 se empezó a extraer feldespato, que se exportaba a las empresas de porcelana de Gran Bretaña y Polonia. Con los años, la mina se convirtió en una de las más productivas de Suecia en cuarzo y feldespato.
Un elemento con dos nombres
Arrhenius sabía que la roca pesaba demasiado para ser carbón por lo que creyó haber encontrado un desconocido mineral de tungsteno, metal que había sido descubierto en España cuatro años antes. Curiosamente el tungsteno (que viene del sueco tung sten, piedra pesada) es el único elemento que tiene dos nombres. El segundo es wolframio (del alemán, lobo sucio). Fue descubierto en el otoño de 1783 por los hermanos Fausto y Juan José Elhuyar en el laboratorio que la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País tenía en el Real Seminario de Vergara. De este modo se convirtió en el primer elemento químico descubierto sin ser extraído de la naturaleza pues no existe en forma libre, como le sucede al cobre, el oro. Fausto quería llamarlo wolframio (nombre que triunfó en Alemania, España e Italia) pero Juan José se decantó por tungsteno (en Inglaterra y Francia).

La ciudad de los cuatro elementos
Para los análisis Arrhenius pasó la muestra al químico Johan Gadolin de la universidad de Åbo, entonces en Suecia y hoy Turku, Finlandia. Gadolin (que también tiene un elemento con su nombre, el gadolinio) trabajó con el material de Arrhenius hasta 1794, cuando anunció que en su interior había descubierto una nueva ‘tierra’ que representaba el 38% de su peso total. Lo llamó una ‘tierra’ porque no pudo separar el oxígeno que contenía por el método tradicional de calentar intensamente con carbón vegetal. Lo bautizó como yttria, en honor a Ytterby. Y aunque lo deletreó mal, el nombre cuajó.
Cuatro tierras raras
Yttria era, de hecho, óxido de itrio. El metal en sí fue aislado por Friedrich Whöler al calentar lo que él creía que era cloruro de itrio con potasio en 1828 (ese mismo año Whöler sintetizó la urea, tendiendo el puente decisivo que uniría la química inorgánica con la orgánica).
El mineral del cual se extrajo el óxido de itrio se llamó gadolinita, que es un silicato de berilio, hierro e itrio. Que contuviera berilio y Gadolin no lo descubriera es sorprendente, pero semejante fallo permitió a Nicolas-Louis Vauquelin obtenerlo en París cuatro años después. Hoy se sospecha que la “tierra nueva” de Gadolin estaba contaminada con muchos otros elementos; pero eso nunca lo sabremos porque su colección se perdió cuando la universidad fue destruida por el fuego en 1827.
En 1843 Carl Gustav Mosander, investigando el óxido de itrio más detalladamente, descubrió que estaba realmente compuesto por tres: el óxido de itrio, que era blanco; el óxido de terbio, que era amarillo; y el óxido de erbio, que era rosado. Los nombres de estos dos nuevos elementos son, como puede suponerse, variaciones sobre el mismo tema: la ciudad de Ytterby. El cuarto elemento, aislado de esas muestras contaminadas de itrio en 1878, sí rinde ese merecido homenaje a la ciudad: Iterbio. De este modo ese anodino “pueblo de las afueras” se convirtió en el lugar con la fuente más rica que nos ha dado nuevos elementos químicos en el mundo.