El enigma de Harry Houdini
Decir el nombre de Houdini es mencionar al mago más grande de todos los tiempos. Convirtió toda su vida en una gran operación de marketing, deslumbro con sus actuaciones de escapismo y fue el terror de espiritistas y médiums.
El verdadero nombre de Harry Houdini era Ehrich -o Erik- Weiss. Hijo de un rabino húngaro llamado Samuel y de Cecilia Steiner, la historia de la familia se encuentra oculta tras la leyenda que Houdini creó y la familia Weiss mantuvo. Su hermano pequeño Theodore -que también se dedicó a la magia con el nombre artístico de Hardeen- contaba cómo su padre tuvo que huir de Budapest al matar al príncipe Erik en un duelo. Después de recalar en Londres, marchó a Estados Unidos y acabó instalándose en Appleton, Winsconsin, en el medio oeste americano. Una vez allí, el resto de la familia emigró a la ‘tierra de promisión’. Una bonita historia, acorde con el halo de misterio que Houdini imprimió a su vida. Más llamativa que el mero hecho de una emigración forzada por el antisemitismo que se respiraba en el imperio austro-húngaro.

Harry Houdini
Houdini nació el 24 de marzo de 1874 en Budapest, aunque siempre dijo que había nacido en Appleton el 6 de abril. Desde muy niño le interesó la magia y tras unos duros comienzos consiguió, gracias a un severo entrenamiento físico, una dedicación obsesiva al aprendizaje de efectos mágicos y una excelente autopublicidad, alcanzar cotas de popularidad que ningún mago ha alcanzado jamás. Artísticamente, Houdini y sus publicistas hicieron de su vida una leyenda. Sus actuaciones, siempre buscando la sorpresa y la admiración del público -y, de paso, asegurarse contratos en los teatros-, las reescribían llenándolas de tintes dramáticos. Al final, lo que sobrevivía era el mito.
Eso ocurrió con el famoso salto del puente de Detroit. La historia, repetida miles de veces, cuenta cómo Houdini, esposado, saltó desde el puente Belle Isle al río Detroit un día de invierno. El río estaba helado. Sus ayudantes hicieron un agujero en el hielo para que el mago pudiera realizar la hazaña. Houdini se liberó fácilmente de las esposas, pero al subir a la superficie no encontró la salida. Respirando el aire atrapado entre la capa de hielo y el agua pudo ver el cabo de la cuerda que sus ayudantes —temiendo lo peor—habían arrojado desde el exterior. Cuando todos pensaban que se había ahogado, Houdini apareció. La multitud prorrumpió en aplausos y vítores al héroe. La realidad fue otra. Ciertamente saltó desde el puente, pero a un río sin helar y atado a una cuerda de 45 metros de larga. Houdini jugó siempre en sus actuaciones con la muerte, pero no era un suicida.
Dos anhelos para una vida
Su vida estuvo marcada por dos deseos: poder expresar sus más íntimos pensamientos al mundo y vivir una vida ideal junto a su madre, a la que idolatraba. Ambos, deseos frustrados durante toda su vida. Houdini jamás recibió una educación real debido a las míseras condiciones de vida de la familia Weiss. Que el hijo de un rabino no recibiese una mínima educación es una excelente medida del grado de pobreza de la familia Weiss. Esto le impidió siempre escribir en un correcto inglés -sus escritos muestran continuamente errores ortográficos y gramaticales- y le cerró la puerta a su anhelo de expresar sus más íntimas emociones. Su otra frustración fue no poder estar siempre junto a su madre, sin duda la persona más importante en la vida de Houdini. La vida de un artista, siempre de pueblo en pueblo, no es la mejor forma de vivir para una madre.
En 1894 Houdini, que acababa de cumplir los veinte, decidió que era el momento de encontrar esposa. El 22 de julio, el reverendo G. S. Loui de Brooklyn casaba a Harry Houdini con Wilhelmina Beatrice Rahner, más conocida como Bess o Bessie. A partir de entonces, y durante muchos años, sería su ayudante en las actuaciones.
Houdini, el desmaterializador

Houdini
Sus habilidades como escapista eran prodigiosas, producto de un continuo y duro entrenamiento, unido a un sistemático estudio de cerraduras, esposas y cuerdas. Pero había quienes no se creían que fuera así; debía tener algún poder oculto. Así pensaba, por ejemplo, Sir Arthur Conan Doyle, con el que Houdini forjó una gran amistad alrededor del tema que apasionaba a ambos, aunque por diferentes razones: el espiritismo. Ambos tenían una misión. La de Doyle era señalar el nuevo camino al mundo; la de Houdini, desenmascarar farsantes.
Para el creador de Sherlock Holmes (y un hombre crédulo hasta la médula) el verdadero secreto de Houdini era un don sobrenatural. Menos agotador que el trabajo severo, consistía en que podía desmaterializar y materializar su cuerpo a voluntad. Similar extravagancia era defendida por J. H. McKenzie, presidente del Colegio Británico de Ciencia Psíquica: “el único medio por el cual puede escapar de su encarcelamiento es que su cuerpo puede ser desmaterializado y recompuesto”.

Quién fue Houdini
Houdini estaba asombrado por tales declaraciones, que le ponían en un grave aprieto. No podía probar que los espiritistas estaban equivocados sin revelar el truco, y eso no podía hacerlo pues, como todos los magos, vivía de ello. Lo único que podía hacer era repetir hasta la saciedad que utilizaba métodos completamente naturales y que no materializaba ni desmaterializaba nada. “Simplemente controlo y manipulo las cosas de una forma perfectamente entendible por cualquiera a quien quisiera enseñar mis secretos”.
Durante una de sus visitas a Inglaterra, Houdini realizó un truco especialmente brillante escapando de una caja diminuta, tras lo cual Doyle le escribió un telegrama donde le conminaba a reconocer, por su propio bien, sus maravillosos poderes secretos. Si Houdini se hubiese dedicado al espiritismo, hoy quizá sería conocido como el mayor médium de todos los tiempos. ¿Qué pensar de un hombre capaz de evadirse de cualquier atadura sin dar muestras de haberla forzado, de realizar prodigios que nadie podía explicar? Muy al contrario, dedicó su vida a engañar honradamente a los demás.
El espíritu de Cecilia Weiss

Houdini en directo
La muerte de su madre el 16 de julio de 1916 fue el peor y más amargo trago de toda la vida de Houdini. Por primera vez en su vida este trabajador compulsivo sintió apatía por el trabajo. Perdió todo interés en la magia. Desde entonces su deseo más íntimo fue poder hablar de nuevo con ella. Estaba preparado para creer y quería creer, pero primero debían convencerlo de que esa comunicación era posible. En esto todos los médiums fallaban. Incluso la mujer de Doyle, que también lo intentó. Doyle estaba convencido de que su mujer lo había logrado, pero para el mago eso no ocurrió. Su madre jamás le había hablado en inglés, siempre lo había hecho en yiddish, y la fecha en que se realizó la sesión, el 17 de junio, era el cumpleaños de su madre ¡Y su espíritu ni siquiera lo mencionó!
Esto terminó por socavar su amistad. Para Doyle, Houdini era un cabezón e intransigente, incapaz de aceptar lo evidente. Para Houdini, los Doyle habían jugado con su más profundo dolor. Inconscientemente, eso sí, pero habían jugado con él ofreciéndole vanas esperanzas. Desde ese momento, sus ataques contra los médiums se hicieron más duros y utilizó todos sus recursos y toda su fama para desenmascararlos.
Referencias:
Brandon, R. (1994) The Life and Many Deaths of Harry Houdini, Random House
Christopher, M. (1975) Mediums, Mystics and the Occult, Thomas Y. Crowell
Houdini, H. (1972) A Magician Among the Spirits, Arno Press
Houdini, H. (1993) Miracle Mongers and Their Methods, Prometheus Books