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Esta era la familia de Jesús de Nazaret

¿Tuvo hermanos o hermanastros? ¿Fue hijo único? ¿Cómo se llevaba con su familia? ¿Su primo era Juan el Bautista? Muchas son las incógnitas que la tradición cristiana deja sin responder con claridad.

Quizá te sorprenda saber que Jesús tuvo hermanos. De hecho, sabemos hasta sus nombres porque tanto el evangelio más antiguo, el de Marcos, como Mateo lo dicen explícitamente: Santiago, José, Judas y Simón. También tuvo un número indeterminado de hermanas; como mínimo fueron dos, que por tradición se las llama María y Salomé. El evangelista Lucas también los menciona aunque no los identifica, y Pablo, en sus cartas –los documentos más antiguos que poseemos del cristianismo- habla de los “hermanos del Señor”, a los que conoció personalmente. Y no solo eso, sino que Santiago jugó un papel determinante en los primeros días del cristianismo: fue el líder de la iglesia de Jerusalén tras la ejecución de Jesús.

¿Qué problema hay con que Jesús tuviera hermanos?

Realmente que Jesús tuviera hermanos no sería ningún problema si no existiera la doctrina de la virginidad perpetua de María, expuesta por primera vez en el tratado Contra Helvidio escrito por Jerónimo hacia 383 d. C. Sus defensores se apoyan en Mateo cuando dice que José no mantuvo relaciones sexuales con María “hasta que dio a luz un hijo”. Y es ese “hasta que” el que separa a católicos de protestantes –sospechosamente la traducción católica moderna del Nuevo Testamento evita hábilmente esta indeterminación reorganizando la frase-. Para los protestantes, los hermanos y hermanas de Jesús son fruto de la unión de José y María, que solo se mantuvo virgen hasta el nacimiento de Jesús (doctrina de virginitas ante partum). Para los católicos el “hasta que” no implica cambio en su estado de virginidad (virginitas post partum) y por ello María fue siempre virgen. ¿Y cómo solucionan los católicos el problema de los hermanos?

La posición oficial de la Iglesia data del siglo IV: es la solución de Jerónimo, que interpreta la palabra hermanos como primos y con ello hace de María y José perpetuamente vírgenes. Como no hay nada en las escrituras que la apoye, los teólogos católicos dan una vuelta de tuerca filológica. Argumentan que la palabra aramea para designar hermano (‘ah) también se usa para primos y sobrinos, y por eso hubo un problema de traducción al griego, que sí distingue entre hermano y primo. La pega de esta explicación es que el Nuevo Testamento no se escribió en arameo sino directamente en griego: si el autor dijo hermano es porque quería decir hermano.

El caso más evidente es el de Pablo y sus cartas a los Corintios, donde habla de Santiago “el hermano del Señor” y de forma global de “los hermanos del Señor”. Si hubiera querido decir primo lo habría escrito. Otra forma de resolverlo es la solución de Epifanio –aceptada por la Iglesia de Oriente- según la cual son hijos de José de un matrimonio anterior. Una idea que, según el sacerdote católico y uno de los más relevantes investigadores bíblicos, John P. Meier, “ni Mateo ni Lucas prestan apoyo a esta idea... el matrimonio con María es el primero de José”. Más aún, el Nuevo Testamento no ofrece ningún ejemplo de que la palabra hermano signifique hermanastro, sino todo lo contrario: la palabra hermano se usa siempre de forma literal. No hay motivo alguno para pensar en supuestos hermanastros salvo el deseo de convertir un dogma en historia.

Juan el Bautista, ¿primo de Jesús?

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Juan el Bautista

¿Y qué decir del trato que los evangelios deparan a uno de sus supuestos familiares, Juan el Bautista? La tradición los une a través de sus madres: María es prima de Isabel. Una unión artificiosa y que sirve para justificar el hecho innegable de que Jesús fue discípulo ferviente de Juan, hasta el punto de ser bautizado por él. Esta dependencia maestro-discípulo es inaceptable para los cristianos y por ello empequeñecen su figura: Mateo evita nombrarlo usando una pasiva -"Jesús se bautizó"- y hace que se autohumille: “El que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias”; y Lucas lo elimina de la escena del bautismo porque para entonces Juan ya es prisionero de Herodes Antipas.

El ''hermano del Señor''

Si la política de los primeros cristianos con el Bautista fue menospreciar su figura, con Santiago, el hermano de Jesús, han aplicado el más despiadado silencio, como sucede en los Hechos de los Apóstoles. Ocupando Santiago un puesto de primacía en la primitiva iglesia de Jerusalén tras la ejecución de su hermano -y así lo atestigua en diversas ocasiones Pablo-, el autor de los Hechos lo escamotea de la historia con descaro. Aparece en tres ocasiones como Santiago pero en ningún momento ni menciona que es el hermano de Jesús ni tampoco reconoce explícitamente su liderazgo. No es de extrañar, pues según el profesor de historia del cristianismo primitivo de la Universidad de Gotinga Gerd Lüdemann, el autor de Hechos –que también es el del Evangelio de Lucas- “falsifica la historia en aras del fervor religioso, la política y el poder”.

Pablo, en su primera carta a los Corintios, lista a quienes se aparece Jesús resucitado. Algo fundamental a la hora de distribuir poder en la iglesia primitiva, porque las apariciones otorgan posiciones jerárquicas. Pablo sólo menciona por su nombre a tres personas: Pedro, Santiago y él mismo. Y en su carta a los Gálatas (hacia el año 50) se refiere a él, junto con Juan y Pedro, como columna de la Iglesia. Santiago era un hombre tremendamente religioso y muy valorado en Jerusalén: se le identifica como zaddik, término hebreo que expresa la esencia de la religiosidad y moral bíblicas, y como tal no tomaba alcohol ni comía carne. Su muerte por lapidación debido a un ajuste de cuentas del sumo sacerdote Anano (o Anás) hacia el año 62 es uno de los hechos mejor documentados de la historia del cristianismo primitivo.

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Pablo de Nazaret

¿A dónde nos conducen estos hechos, por lo demás escasos? A una familia en la que se respiraba una gran devoción: el nombre de los hijos corresponden a patriarcas judíos y en su seno surgieron dos hermanos de excepcionales cualidades religiosas. Ambos pertenecieron a la secta del Bautista donde bebieron su piedad, pero luego sus caminos se separaron. ¿Por qué? No hay ningún indicio que nos lo explique, ni tampoco cómo y por qué Santiago reapareció como líder indiscutible de la Iglesia de Jerusalén.

Desprecio hacia la familia

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El pueblo de Nazaret

Otro motivo de escándalo es el trato de desprecio que Jesús tiene hacia su familia. Jesús dice en Lucas unas palabras durísimas: nadie puede seguirle si antes no “odia a su padre y a su madre”. En el más puro estilo sectario, exige abandonarlo todo por seguirle. Para Jesús la familia nuclear está por debajo de la pertenencia al grupo: el seguidor de Jesús “debe poner su adhesión a él por encima del amor a la familia”, afirma sin ambages Gerd Theissen, teólogo de la Universidad de Heidelberg. Eso sí, no hay renuncia sin recompensa y eso lo sabe muy bien el galileo porque promete que quien abandona a su familia y su hacienda lo recuperará todo por centuplicado.

Estos duros encontronazos con la familia son comprensibles en todo líder carismático, como es el caso de Jesús, pues la familia es una fuente de conflicto. La relación que tiene es cualquier cosa menos cordial, y eso por ambas partes; Marcos nos cuenta que sus parientes lo tomaban por un loco y según Juan sus hermanos no creían en él. Esta ruptura aparentemente sucedió al comenzar su etapa de predicador itinerante: algo tuvo que suceder para que una familia tan piadosa como la suya rompiera con él hasta el punto de considerar que no estaba en sus cabales. Marcos nos aclara que en Nazaret también vivían otros familiares y ninguno de ellos le tenía en gran estima. Sobre qué pudo pasar solo se puede especular.

¿Jesús carpintero?

Dado el tamaño de la familia de Jesús -cuatro hermanos y un número indeterminado de hermanas- podemos imaginar que debían procurarse el sustento mediante la agricultura, lo que explica que sus parábolas siempre procedan del mundo del cultivo y no del artesanal. ¿Entonces era Jesús carpintero? “Este ‘hecho’ aceptado universalmente –comenta Meier- descansa sobre la endeble base de medio versículo de Marcos”, del que bebe también Mateo, aunque éste transfiere la profesión al padre. En ningún otro lugar se menciona el oficio que ejerció en Nazaret, pero eso no quiere decir que no trabajara la madera. Eso sí, el duro trabajo en esa pequeña aldea no produciría el Jesús grácil y blandengue de las pinturas y las películas de Hollywood. “Jesús era uno de los pobres que tenían que trabajar duramente para vivir”, añade Meier.

Referencias:

Crossan, J. D. (1991) The Historical Jesus: The Life of a Mediterranean Jewish Peasan, HarperSanFrancisco

Ehrman, B. (2009) Jesus, interrupted: revealing the hidden contradictions in the Bible (and why we don't know about them), HarperCollins.

Meier, J. P. (1991) A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus: Volume 1: The Roots of the Problem and the Person, Yale University Press

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