Muy Interesante

La estrella de Belén no existió

Durante siglos los astrónomos han mirado al cielo en busca de algún fenómeno celeste que pudiera explicar el relato de la estrella que guió a los Reyes Magos al lugar de nacimiento de Jesús. Todos se equivocan.

En el atardecer del 30 de junio de 2015 los planetas Venus y Júpiter protagonizaron un extraordinario fenómeno en el cielo: estuvieron tan juntos en el cielo que al ojo de cualquiera que los observara parecerían una estrella doble. El 19 y 20 de junio este peculiar dúo planetario se vio acompañado por un delicado y escueto gajo de la Luna en creciente, con Régulo, la estrella más brillante de la constelación de Leo, un poco más arriba a la izquierda. Todo un espectáculo para los astrónomos.

63a4847c5bafe89e90b8f1ee

La estrella de Belén no existió

Pero lo llamativo es que esta conjunción tan espectacular “se parece muchísimo a una serie similar que sucedió en el 3-2 a. C. y que algunos astrónomos han sugerido que fue la estrella de Belén”, escribió Fred Schaaf en la revista Sky & Telescope. Ciertamente entre esos dos años se pudo ver en el cielo una serie de conjunciones: tres entre Júpiter y Régulo, la estrella más brillante de la constelación de Leo, y otra serie de tres entre Venus y Júpiter cuyo punto culminante sucedió en agosto del 3 a. C., cuando los dos planetas parecieron fundirse en uno solo en la constelación de Leo, una constelación que algunos asocian a los reyes judíos. De hecho, el suceso fue tan llamativo que mereció ser inmortalizado en un sello que se encuentra descrito en el volumen tercero de Jewish Symbols in the Greco-Roman period. ¿Entonces no podría haber sido este peculiar fenómeno astronómico el origen de la famosa estrella?

En busca de la estrella de Belén

La primera referencia conocida a que una conjunción astronómica estuvo asociada al nacimiento de Jesús la tenemos en los Anales de la Abadía de Worcester, donde bajo el epígrafe AD1285 se puede leer: “En el mismo año, Júpiter y Saturno estaban en conjunción, lo que no sucedía desde la Encarnación”.

Fue el astrónomo Johannes Kepler quien identificó este fenómeno con la estrella de Belén: escribió que la estrella fue la aparición de una nova (una estrella nueva) creada por la triple conjunción de Júpiter y Saturno en Piscis (una constelación asociada al pueblo judío) sucedida en el 7 a. C. Hoy sabemos que una nova no tiene nada que ver con una conjunción planetaria y cálculos más refinados demuestran que la conjunción fue poco llamativa: la separación entre ambos planetas fue de dos veces el tamaño de la Luna llena.

Otro candidato es el que inspiró al pintor Giotto en su famoso fresco de la capilla de los Scrovegni en Padua, la Adoración de los Reyes: un cometa. El pintor italiano se inspiró en una visita del Halley en 1301 para su cuadro. No obstante es imposible que el Halley fuera la estrella porque según los registros chinos este cometa se vio en el 12 a. C. Ahora bien, en el Tratado Astronómico de la Historia de la Primera Dinastía Han se dice que una “estrella invitada” (una nova) apareció en el cielos en 5 a.C. y se mantuvo visible durante 70 días entre la constelación de Capricornio y del Águila. Curiosamente la describieron como si estuviera “colgando” sobre ciertas ciudades, lo mismo que sucede con la estrella de Belén en el evangelio de Mateo.

Una mezcla de fenómenos astronómicos

63a4847c5bafe89e90b8f1ef

La estrella de Belén

¿Y si hubiera sido un conjunto de varias observaciones? Esta es la línea de pensamiento de Mark Kidger del Instituto de Astrofísica de Canarias y David W. Hughes de la Universidad de Sheffield (Reino Unido). Para ellos la conjunción de Kepler puso en sobreaviso a los Magos de que algo importante iba a suceder, y la nova de 5 a.C. se lo confirmó: “Este habría sido el signo que los Magos llevaban esperando dieciocho meses y les habría indicado el nacimiento del Rey de los judíos”, comenta Kidger.

El candidato más firme

En 2004 se celebró un coloquio de dos días de duración en la Universidad de Groningen donde una veintena de especialistas se reunieron para debatir todas las hipótesis presentadas hasta la fecha sobre la estrella de Belén. De entre ellas una brillaba con peculiar intensidad: la que el astrónomo de la Universidad Rutgers Michael R. Molnar había lanzado en 1999 y que el prestigioso historiador de la ciencia Owen Gingerich dijo que era “la contribución más importante al tema en todo el siglo XX”. Todo, gracias a una moneda de Antioquía, la capital de la provincia romana de Siria, que el científico había comprado por 50 dólares. Aficionado a las representaciones astrológicas en las monedas de la antigüedad, Monar se dio cuenta que su reciente adquisición era la representación de la doble ocultación de Júpiter por la Luna sucedida el 20 de marzo y el 17 de abril del 6 a.C. en Aries.

Según Molnar, los textos antiguos demuestran que Aries era el signo que los astrólogos helenísticos y latinos de la época adjudicaban a Judea, por lo que para los Magos un fenómeno astronómico singular sucedido en la constelación asociada a Judea era, sin duda, la señal de que iba a nacer el rey de los judíos. Ahora bien, ¿por qué una ocultación significa, astrológicamente, el nacimiento de un rey? Molnar no da argumentos convincentes.

¿Quién tiene razón?

La respuesta es... ninguno.

El error que comenten los astrónomos es doble. Por un lado los científicos toman por histórica la narración de los Magos y la estrella, que únicamente aparece en el evangelio de Mateo; por otro, la sacan totalmente de contexto. Lo único que hacen es buscar algún fenómeno astronómico peculiar sucedido en el entorno del año 5 a. C. y decir que eso fue la estrella de Belén, sin probar porqué ese fenómeno tenía que significar el nacimiento de un rey y eliminando de la ecuación su extraordinario comportamiento -de hecho, la única “explicación” que lo hace (si es que se puede tomar en serio) es que se trató de una nave extraterrestre-.

Hay algo que los astrónomos han obviado. Según conciden los expertos neotestamentarios la narración del nacimiento y la infancia de Jesús fue escrita al final, cuando Mateo ya había creado los títulos de Hijo de David, Mesías, Hijo de Dios... Debemos tener en cuenta que uno de los objetivos de los evangelistas es responder a una pregunta clave: ¿en qué punto de la vida de Jesús, Dios le instituye como su Hijo, Salvador y Mesías? Para el evangelio más antiguo, el de Marcos, esto sucede con la resurrección, Lucas y Mateo lo retrotraen al momento de su nacimiento y Juan lo lleva aún más allá, al principio de los tiempos. Dicho de otro modo: los evangelios de la infancia no son relatos históricos, sino teológicos.

Los motivos de Mateo para inventarse la estrella

63a4847c5bafe89e90b8f1f0

Mateo y la estrella de Belén

Para Mateo, un autor que escribe para un público judío, le es imperioso demostrar que si Jesús es el Mesías por nacimiento entonces debe cumplir lo que las profecías del Antiguo Testamento dicen que debe suceder. La más importante es que debe ser de estirpe davídica: de ahí el porqué de su genealogía, que es históricamente errónea y contradictoria con la que aparece en Lucas. Al ser descendiente de David debe nacer en Belén, pues ya lo dice el profeta Miqueas: “Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel”. Esta profecía la repite Mateo pero la modifica en su propio beneficio: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.” Como puede verse, Mateo suprime Efratá y lo cambia por “tierra de Judá”, ¿Por qué? Efratá no significa gran cosa a sus lectores pero Judá lo identifica con la tierra del Mesías. Por supuesto también magnifica la importancia de Belén al cambiar “eres la menor” por “no eres, no, la menor”.

¿Y los Magos? En Salmos se dice que al futuro Mesías lo adorarán los reyes de Arabia, Saba y Tarsis, que le traerán presentes, y en Isaías, que vendrán de Saba portando incienso y oro. Que una estrella anuncie su nacimiento aparece en Números: “Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso, pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel”. Una frase que el autor de Números se la atribuye a Balaam, un profeta que vivía en Babilonia. Mateo recogió todas estas profecías y las hizo confluir en su relato: Belén, los Reyes Magos y la estrella.

La conclusión es obvia: los relatos del nacimiento de Jesús de Mateo (y de Lucas) son legendarios y tiene un objetivo teológico; no tiene ni una leve brizna de historicidad. Por eso, que los científicos busquen un fenómeno celeste que justifique un relato legendario es un error de órdago que cae directamente en la pura pseudociencia.

Referencias:

Vermes, G. (2006), The Nativity: History and Legend, Penguin

Sanders, E.P. (1993) The Historical Figure of Jesus, Parish

Adair, A. M. (2007) "Science, Scholarship and Bethlehem's Starry Night", Sky and Telescope, diciembre, pp. 26–29

La ventana a un mundo en constante cambio

Muy Interesante

Recibe nuestra revista en tu casa desde 39 euros al año

Suscríbete
Suscripciones a Muy Interesante
tracking