¿De dónde viene el cemento?
Es un material clave para toda construcción. De hecho, es la base sobre la que se unen las piedras y ladrillos que levantan ciudades y civilizaciones.
Que sepamos, la primera vez que apareció el cemento sobre el planeta fue hace 12 millones de años en lo que hoy es Israel. Claro que nada tiene que ver con extraterrestres ni con antiguas civilizaciones avanzadas ya desaparecidas: se produjo de forma natural al encontrarse una formación de esquisto bituminoso (una roca sedimentaria rica en materia orgánica a partir de la cual se pueden producir petróleo) junto a un lecho de piedra caliza quemada debido a causas naturales.

Cemento
El cemento es solo uno de los diversos materiales que hemos usado para levantar nuestras edificaciones. Por ejemplo, babilonios y asirios usaron brea y arena para unir ladrillos quemados o losas de alabastro, y en Egipto los bloques de piedra se cementaban con un mortero de arena y yeso quemado que a menudo contenía algo de calcita.
Pero el cemento en sí, una mezcla de caliza y arcilla calcinadas y luego molidas con un poco de yeso que se endurece en presencia de agua, no es lo que mantiene los edificios en pie. Para ello hay que añadirle un árido, que en función de su tamaño se clasifican en grava, gravilla o arena. A eso se le llama hormigón.
Los primeros usos
Las primeras estructuras levantadas con algo similar al hormigón las construyeron comerciantes nabateos, que forjaron un pequeño imperio en el sur de Siria y norte de Jordania alrededor de 6500 a. C. y cuya ciudad más representativa fue Petra. Esto fue posible porque alrededor de Petra se encuentran depósitos de arena fina de sílice, y cuando las aguas se filtran a través de ella pueden transformarla en algo que se llama un puzolánico, parecido a una ceniza volcániza arenosa que, como veremos, es un excelente componente para hacer hormigón. Con semejante material disponible en el patio de casa los nabateos solo tenían que recogerlo, mezclarlo con cal y calentarlo en los mismos hornos que usaban para hacer su cerámica.
Así, para el año 700 a.C. estaban construyendo hornos donde cocían este mortero (se llama así a la mezcla de un aglomerante como el cemento, la cal o el yeso, arena y agua), y con él levantaban sus casas y construían sus cisternas de agua subterráneas (que mantuvieron en secreto y fueron una de las razones por las que pudieron sobrevivir en el desierto). Durante la fabricación del hormigón los nabateos se dieron cuenta de que era necesario mantener la mezcla lo más seca pues el exceso de agua lo debilita. Para ello lo apisonaban nada más colocarlo con una serie de herramientas especiales.

Uso del cemento en Babilonia
Mientras en Egipto, alrededor de 3000 a. C., usaban morteros de yeso y cal para las pirámides: la de Keops requirió aproximadamente 500 000 toneladas, que se utilizó como cama para las piedras del revestimiento exterior de la pirámide. Con él los habilidosos albañiles egipcios pudieron colocar estas piedras con juntas abiertas no más anchas de medio milímetro. Evidentemente todas las grandes construcciones han usado algún tipo de hormigón. Uno de los morteros más curiosos es el de los chinos, que usaron en la construcción de la Gran Muralla: el pegajoso arroz.
Hacia el año 200 a.C. los romanos construían utilizando un hormigón que no era como el que utilizamos hoy: no era un material plástico que podía verterse porque era fluido sino más bien como escombros cementados. De hecho, la mayoría de sus estructuras las construían apilando piedras de diferentes tamaños y rellenando a mano los espacios entre ellas con mortero: en el 95% de las construcciones de Roma el mortero más usado era un cemento de piedra caliza que se endurece lentamente al reaccionar con el dióxido de carbono en el aire. Algo muy débil.
El cemento romano era superior al nuestro
Pero para sus grandes construcciones, como el Coliseo, que se construían para durar, utilizaban otra cosa, harena fossicia, una mezcla de cal triturada y una arena volcánica que, como cuenta Vitrubio, “hay cerca del monte Vesubio. Mezclado con cal y guijarros no solo proporciona firmeza a todo tipo de construcciones, sino que cuando se construyen muelles en el mar puede fraguar bajo el agua”. Y no solo eso, su resistencia es impresionante. En 2013 se analizó una fragmento de hormigón datado en 37 a.C., pues llamó la atención a los científicos por el buen estado en que se encontraba tras dos mil años sometido al oleaje del Mediterráneo. A esta mezcla de cal y cenizas se la llama puzolana en honor a la ciudad de Pozzuoli, al oeste de Nápoles, donde se extraía esa ceniza volcánica.
Hoy nuestro agregante no es la harena fossicia sino el llamado cemento Portland, nombre que no se refiere a la ciudad de EE UU sino a la isla del mismo nombre que se encuentra en el Canal de la Mancha. Si utilizásemos aquellas cenizas romanas para hacer nuestro hormigón gastaríamos menos cal y el horno podría trabajar a una temperatura menor, con el consiguiente inferior gasto de combustible. Listos los romanos.