¿Cómo era el sexo entre neandertales?
La imagen del cavernícola bruto es errónea, sus prácticas eran muy similares a las nuestras en la actualidad.
Nuestras costumbres sexuales podrían remontarse muy atrás en el tiempo. Tanto que incluso habría que hurgar en la historia de especies humanas predecesoras a la nuestra. A pesar de la extendida imagen de los neandertales como trogloditas que arrastraban a sus mujeres por los cabellos y con un comportamiento sexual que difería poco de las bestias, es una idea errónea. Según los investigadores, la conducta sexual de nuestros antepasados no fue muy distinta de nuestros comportamientos actuales, sobre todo por una cuestión de anatomía.
Es difícil poder remarcar alguna certeza sobre cómo era el sexo entre neandertales. Extinguidos hace unos 40 000 años, todo intento de acercarnos a su cultura y comportamientos depende de los restos fósiles y materiales que podamos encontrar de esta especie. Y, por desgracia, los huesos fosilizados no brindan mucha información acerca de cómo se comportaba el individuo en vida. Con todo, los esfuerzos realizados por paleontólogos y demás científicos afines a la causa encuentran sus frutos y poco a poco desentrañamos más aspectos de la vida de Homo neandertahlensis, incluido el apartado sexual. Contamos con varias pistas que nos permiten teorizar sobre el tema y a ellas hemos llegado por diversas rutas.
El beso más largo
Laura Weyrich, antropóloga de la Universidad Estatal de Pensilvania, tomó muestras de sarro de fósiles neandertales. Del análisis de la placa dental se pueden extraer interesantes conclusiones acerca de lo que comían estos individuos y, por ende, cómo interactuaban con su entorno. En uno de los dientes, Weyrich encontró un microorganismo parecido a una bacteria: Methanobrevibacter oralis. Esta bacteria se encuentra todavía hoy en nuestras bocas.
La autora explicó que una de las posibles acciones que llevó a la transferencia de esta bacteria fue a través de los besos. Otra opción sería compartiendo alimentos, lo que pudo darse en el contexto de una comida romántica.
¿Cómo eran los órganos sexuales de los neandertales?
Conocer los órganos sexuales y el aparato reproductor de una especie suele revelar gran cantidad de información acerca del estilo de vida, modos de apareamiento e incluso la historia evolutiva del organismo analizado. No en vano, esta parte del cuerpo debe cumplir una de las funciones vitales fundamentales: reproducirse, cuyos resultados miden el éxito o no de una especie. Cuanto más se reproduce y extiende una especie por nuestro planeta, más éxito se le atribuye.
En el caso de los neandertales, conocer cómo eran sus órganos sexuales es posible en gran medida gracias a la secuenciación de su genética, un logro científico que ha sido reconocido con el Premio Nobel de Medicina de 2022.
Los chimpancés comunes y los bonobos son nuestros parientes vivos más cercanos. Con ellos compartimos el 99% de nuestro ADN. Estos animales tienen una especie de púas en el pene que, sin embargo, el código genético de esta característica no existe en los neandertales ni denisovanos, por lo que debió ser un atributo que despareció en nuestros antepasados comunes hace más de 800 000 años.
Vale, los neandertales no tenían pues en el pene y ¿qué quiere decir eso? Pues los científicos creen que estas espinas resultan útiles en especies promiscuas porque ayudan a los machos en su competición con otros y aumenta las posibilidades de reproducción. La ausencia de estas púas invita a especular que los neandertales eran monógamos, como nosotros.
Monógamos, muy activos e incestuosos
Sin embargo, aunque el comportamiento de tener una sola pareja estuviese extendido, hay estudios que apuntan a una actividad sexual del neandertal mucho mayor a la nuestra. Teniendo en cuenta la mortalidad, natalidad y longevidad de nuestros antepasados, debían copular varias veces al día para asegurar una descendencia viable a partir de la cual los homínidos logramos colonizar todo el planeta.
Partiendo de esta base, los investigadores sostienen que el incesto no era tabú para los neandertales, sino que debió ser una práctica normalizada e incluso se podría decir que necesaria. Esta idea no solo la confirman estudios de ADN que desvelan que los padres de los individuos analizados estaban íntimamente emparentados, sino que las condiciones geográficas jugaron un papel innegable.
Los investigadores estiman que durante el Paleolítico superior pudo haber una población de entre 900 y 3800 personas en Centroeuropa, lo cual supondría una densidad demográfica de unas 0,103 personas por cada 100 kilómetros cuadrados. Es decir, actualmente hay más gente en la Antártida durante el verano. Esta situación de aislamiento deriva en dos fenómenos: la endogamia debió ser muy frecuente y el cruce entre especies se dio, pero con una frecuencia e impactos mínimos en nuestra evolución. Según María Martinón, paleoantropóloga del equipo de Atapuerca:
“En nuestro ADN llevamos aproximadamente un 3% de genes neandertales por lo que podemos afirmar rotundamente que hubo contactos sexuales, pero si analizamos el tiempo en el que ambas especies cohabitaron y lo comparamos con ese porcentaje, vemos que es muy pequeño: es un trasvase genético muy bajo a pesar de que coincidieron durante más de 60.000 años… No debieron de encontrarse muy atractivos”.
Hacerlo cara a cara
En cuanto a la práctica sexual es la anatomía la que nos da ciertas pistas de cómo pudo suceder entre neandertales y otros homínidos ya extintos. Resulta obvio pensar que nuestra forma del cuerpo y disposición de los órganos sexuales marcan nuestras conductas sexuales y posturas más propicias para llevar a cabo la cópula.
De todo el reino animal, el ser humano es prácticamente el único que mantiene relaciones sexuales cara a cara. Algunos de nuestros parientes primates también utilizan esta postura sexual, pero de manera inusual y esporádica. Hacerlo con la pareja mirándose de frente es un comportamiento diferenciador de los humanos.
Algunos cronistas de la edad moderna contaron que los europeos enseñaron a hacer el amor cara a cara a las indígenas de América, que se mostraban sorprendidas ante la novedad. Sin embargo, estas afirmaciones parecen ser falsas y solo buscaban equiparar a los indígenas, precisamente, con bestias y animales salvajes.
Pero la razón de que la postura del misionero sea la más característica de nuestra especie tiene una razón más práctica que romántica. Nuestra evolución hacia el bipedismo transformó nuestra anatomía. En el caso de la mujer, la cadera giró hacia delante y desplazó la vagina hacia una posición en la que las relaciones sexuales cara a cara son más cómodas y eficaces.
Referencias:
Baena Preysler, J. y Torres Navas, C. 2022. Neandertales y sapiens: hubo sexo, pero poco amor. abc.es.
Gorvett, Z. 2021. Here's what we know sex with Neanderthals was like. bbc.com.
Peláez, J. 2016. Sexo en las cavernas: de la cópula con neandertales a la utilidad del orgasmo. elespanol.com.