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¿Podría haber otra explosión en Chernóbil?

En la sala subreactor 305/2 los científicos han notado un aumento de neutrones, lo que puede ser señal de fisión. Nadie ha entrado ahí desde la explosión, ni un robot.

El 26 de abril de 1986 tuvo lugar el peor accidente nuclear de la historia. La explosión de uno de los reactores de la central nuclear cercana a la ciudad de Chernóbil (Ucrania) cubrió con radiación el oeste de la Unión Soviética y gran parte de Europa, lo que supuso el mayor desastre ambiental provocado por el hombre. Más de cien mil personas fueron evacuadas y se estableció una zona de exclusión de más de treinta kilómetros que sigue existiendo a día de hoy.
A consecuencia de la explosión, muchas toneladas de material fisionable del interior del reactor se esparcieron por toda la instalación y el calor fundió las paredes del reactor. Una sustancia similar a la lava e intensamente radiactiva rezumó hacia los pisos inferiores: unas 170 toneladas de uranio irradiado inundaron los sótanos de la sala del reactor, donde finalmente se enfriaron y endurecieron.
Ahora, los científicos que monitorean las ruinas de la antigua planta de energía nuclear ucraniana han detectado un aumento en las reacciones de fisión en una cámara inaccesible dentro del complejo llamada sala subreactor 305/2. Desde el accidente, nadie ha visto el interior de esa cámara, ni siquiera con un robot de reconocimiento, y muchos se preguntan qué podría suceder allí. ¿Hay peligro?
Según los científicos del Instituto de Problemas de Seguridad de las Plantas de Energía Nuclear –con sede en la capital, Kiev–, el aumento de las lecturas de la actividad de neutrones es revelador y, aunque la planta de energía nuclear de Chernóbil está rodeada por una megaestructura masiva llamada Chernobyl New Safe Confinement (NSC) –en la que hay cientos de sensores activos las veinticuatro horas del día para monitorear factores como la calidad del aire–, en la sala mencionada los científicos han notado un aumento de neutrones, lo que puede ser señal de fisión.
Por el momento, existe una gran incertidumbre. Es posible que se requiera que los científicos intervengan en la cámara para prevenir otra explosión. El lado positivo de esta situación es que los sensores marcan un aumento paulatino pero lento de la cantidad de neutrones en la cámara, lo que sugiere que nos quedarían algunos años para descubrir cómo sofocar la amenaza –los niveles han aumentado alrededor de un 40 % desde 2016–. Con las emisiones aumentando tan lentamente, el riesgo de amenazas en el futuro cercano parece bajo. Los peores escenarios también quedarían muy por debajo de la catástrofe de 1986, pero dada la delicada situación del complejo y el hecho de que se cree que la habitación 305/2 contiene alrededor de la mitad del combustible original del reactor, incluso una pequeña explosión arrojaría desechos radiactivos muy lejos.
Uno de los planes es usar un robot para perforar agujeros en la zona radiactiva endurecida e insertar barras de boro, que actuarían como las barras de control de un reactor y reducirían la cantidad de neutrones que se liberasen. Así, estos serían menos propensos a golpear y dividir los núcleos de uranio.

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